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Los educadores son claves para una sociedad mejor, pero ¿los valoramos?

El Instituto Vuelta del Ombú de Gobernador Virasoro que cuenta con los tres niveles de enseñanza. Desde su creación, en 1989 a instancias de la Fundación Domingo Faustino Sarmiento, su misión fue la de brindar una educación integral y de calidad. 
Ing. Mariana Kaliniak. Dirección General, Instituto Vuelta del Ombú.

El Instituto Vuelta del Ombú, recientemente incorporado a la Cámara Correntina de Instituciones Educativas Privadas, es un colegio de gestión privada de la ciudad de Gobernador Virasoro que cuenta con los tres niveles de enseñanza.

Desde su creación, en 1989 a instancias de la Fundación Domingo Faustino Sarmiento, su misión fue la de brindar una educación integral y de calidad y la elección de la orientación en Ciencias Naturales tuvo como objetivo dar una respuesta a las necesidades de la zona. 

En sus comienzos, el colegio solamente contaba con el nivel secundario y poco a poco, gracias a la visión y las generosas donaciones de los socios fundadores y de personas y asociaciones que se fueron sumando al proyecto, se construyeron todos los edificios creándose los demás niveles.

Su estructura arquitectónica ha creado un ambiente acogedor para los estudiantes, son ellos y los maestros y profesores los que realmente dan vida a esta institución educativa convirtiendo a las aulas en espacios de crecimiento intelectual.

Obviamente en un colegio cada miembro tiene un rol fundamental. Uno de los protagonistas es el docente que en su labor va más allá de la simple transmisión de conocimientos. 

Es guía, inspira, promueve la libertad de pensamiento, de expresión, la crítica constructiva y va moldeando el futuro de los estudiantes, desempeñando junto a las familias un papel crucial en la formación del carácter y los valores. 

Un educador competente tiene la capacidad de estimular el interés y la pasión en los estudiantes, guiándolos hacia sus vocaciones y ayudándolos a descubrir su potencial. 

En síntesis, la formación de ciudadanos autónomos y solidarios lleva la marca vocacional de un docente que ha asumido la tarea de educar para la vida y el compromiso de darle a la familia y a la sociedad un ser fortalecido en lo personal, en lo ético, auténtico y autónomo en su pensar y actuar.

En épocas pasadas, la labor educativa resultaba menos complicada gracias a la coherencia existente entre lo enseñado en el hogar, en las instituciones educativas y en la sociedad. Todos, de alguna manera, contribuían como agentes educadores. Sin embargo, en la actualidad, nos enfrentamos a una realidad opuesta: la autoridad muestran fragilidades, se busca de manera constante la gratificación inmediata, se evidencia una creciente falta de tolerancia y se vive una crisis moral importante.

Ante esta difícil realidad, los docentes se sienten impotentes algunas veces para promover valores que gran parte de la sociedad no está dispuesta a practicar. A los educadores se les pide que sean padres, pedagogos, psicólogos, orientadores y especialistas. 

Ejercer la docencia hoy en este contexto resulta muy desafiante. Muchos son los interrogantes a las que se enfrentan: ¿Cómo enseñar en medio de la crisis moral y social en que se vive? ¿Cómo motivar a los estudiantes en esta actualidad de inmediatez e incertidumbre?

En este caso, los docentes con vocación intentan ser los protagonistas de los cambios que tanto necesita la sociedad.

A pesar de su impacto significativo en la formación de ciudadanos es sorprendente observar cómo este trabajo no recibe la valoración que merece. ¿Por qué, a pesar de la evidencia del impacto de los docentes en la vida de los estudiantes, la sociedad no otorga la importancia debida a su labor?

Es probable que como la sociedad valora el éxito económico y material, esto lleve a que profesiones como la docencia, que no siempre está bien remunerada, no sean consideradas lo suficientemente importantes.

Además, muchas personas subestiman la complejidad de la tarea docente: la planificación de clases, la gestión del aula, la atención individualizada a los estudiantes y la adaptación constante a las necesidades educativas son solo algunas de las responsabilidades que asumen a diario.

Esto se suma a que la educación es a menudo un proceso a largo plazo, y los resultados no siempre son inmediatos ni fácilmente cuantificables, algo que puede contribuir a la falta de reconocimiento por parte de la sociedad.

Creo que amerita reflexionar en torno a estas preguntas:

—¿En qué medida la falta de valoración del rol docente afecta la calidad general de la educación y, por ende, el progreso de la sociedad?

—Es importante saber que un docente que no se siente valorado puede perder la motivación y esto generar desinterés en su desarrollo profesional y llevar a una enseñanza estancada.

Además, la baja valoración social puede contribuir a la percepción de que la docencia no es una profesión digna de aspirar. Esto puede limitar la elección de la carrera y por ende la diversidad en la enseñanza acotando de esta manera la representación de distintas perspectivas en la educación. Un educador desmotivado puede modificar el ambiente de aprendizaje, disminuyendo el entusiasmo de los estudiantes. La calidad de la interacción profesor-estudiante puede verse influida negativamente, afectando el rendimiento académico y el bienestar emocional de los estudiantes.

—¿Cómo podemos cambiar la percepción social sobre la docencia?

—Celebrando públicamente sus éxitos; destacando ejemplos de impacto positivo en la vida de los estudiantes y la comunidad; garantizando fondos adecuados para su desarrollo profesional continuo; estableciendo programas que reconozcan y recompensen sus esfuerzos para mejorar la enseñanza; facilitando  la interacción entre la escuela y la comunidad para construir puentes de comprensión y apoyo; abogando por salarios competitivos y beneficios justos que reflejen la importancia de su trabajo; proporcionando entornos de trabajo positivos y recursos adecuados para mejorar la eficacia y la satisfacción laboral; mostrando cómo contribuyen significativamente al desarrollo de habilidades y conocimientos de los estudiantes, preparándolos para enfrentar los desafíos futuros.

Cambiar la percepción social sobre la docencia es un proceso complejo que requiere la colaboración de diversos actores en la sociedad. Reconocer el valor del trabajo docente no solo beneficia a los educadores, sino que también fortalece el tejido mismo de la sociedad que al invertir en la educación asegurará el desarrollo de las generaciones futuras.

Desde aquí vaya nuestro reconocimiento y admiración a todos aquellos docentes que día a día lucharon y luchan por una sociedad mejor.

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