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/Ellitoral.com.ar/ Deportes

Boca empató en su debut en la Copa Libertadores

El equipo xeneize debió afrontar el encuentro en desventaja por las expulsiones de Valdez y Roncaglia.

oca no pudo empezar la Copa Libertadores con tres puntos que, en la previa, parecían accesibles. Monagas, de Venezuela, fue el primer rival, y es parte de un grupo (también están Deportivo Pereira y Colo Colo) que, al sortearse, generó una sensación de alivio puertas adentro. El empate sin goles en Maturín, con el que comenzó el recorrido subcontinental, en situaciones normales no serviría, pero en el caso de este jueves terminó causando una mezcla entre suspiro y desazón. Así como la jerarquía suele permitirle ganar partidos impensados, la falta de inteligencia también lo limita a no tener éxito en otros en los que la victoria se visualiza más alcanzable. Esto último fue lo primordial: sufrió dos expulsiones que nunca inyectaron al local y lo privaron de ser más merecedor del debut ideal de lo que fue, incluso, con esos imponderables.

Boca había comenzado bien el encuentro ante Monagas. No bien pitó Wilton Sampaio el inicio, el elenco xeneize salió a marcar las diferencias, a tal punto de que a los 10 minutos había tenido múltiples situaciones en los pies de Sebastián Villa y Frank Fabra, durante una misma jugada en la que el arquero panameño Mosquera rechazó cada intento de los colombianos.

Es cierto que luego, entre que el local comenzó a animarse y los dirigidos provisoriamente por Herrón fueron contagiándose el poder de la imprecisión, el equipo se empezó a apagar. Ya se palpaban ciertas desconexiones que, incluso, derivaron en reproches desesperantes: los venezolanos nunca causaron peligro serio para el arco de Sergio Romero y a Boca, lejos de aprovecharlo, le costó encontrar el camino.

Dentro de ese largo momento descolorido, encima, pasó lo impensado. Una pésima noticia que lanzó más interrogantes y empezó a poner las aparentes facilidades que transmitía el rival, por las diferencias en la jerarquía de cada uno, contra las cuerdas. A los 40 minutos, Bruno Valdez le puso la firma a la sentencia de que Boca, muchas veces, consigue complicarse sin que el contrario lo busque. El paraguayo calculó mal en la zaga central, dejó picar la pelota con una altura y tiempo suficientes como para que el atacante Basante lo anticipara y no le quedara otro remedio que frenarlo: el defensor elevó demasiado la pierna hasta golpearle el pecho, cuando se iba mano a mano.

La expulsión directa condicionó las aspiraciones azul y oro. Primero, debió reorganizarse con lo que tenía en el campo en una decisión inteligente de Herrón: como ya se iba el primer tiempo, prefirió no gastar una ventana de modificaciones y esperar al entretiempo. Entonces, tal fue la limitación de la tarjeta roja, que “Pol” Fernández se convirtió en lateral derecho y el medio campo quedó con Alan Varela y Juan Ramírez. Una vez en el descanso, el entrenador mandó al campo a Luis Advíncula (por Luca Langoni) y se armó mucho mejor.

Paradójicamente, con diez hombres manejó el segundo tiempo con una mayor seguridad con respecto a la de la primera etapa. Fluyó mejor. Continuó sin padecer a un Monagas que nunca aprovechó la ventaja. Y hasta pudo haber hecho un gol a los cinco minutos del complemento mediante una escalada bárbara del peruano y una definición de Darío Benedetto que se estrelló en el palo izquierdo del arquero.

Aún con la dificultad, el visitante consiguió otros avances que no terminaron siendo claros. Mientras tanto (y hasta el final), Romero fue un espectador desde el arco xeneize. Las modificaciones parecían que podían darle algo más de aire y ese empujón final como para lograr encontrar la red venezolana. Incluso, Herrón debió lidiar con la mala fortuna de realizar el ingreso de Miguel Merentiel (por Benedetto) a la media hora de la parte final y tener que sacarlo por lesión a los nueve minutos. “¿Están todos bien?”, le gritó a cada sector para tener la tranquilidad de hacer uso de la última ventana que le quedaba a disposición para ese único cambio necesario.

Entró Norberto Briasco. A los 84. A los 85, la incredulidad en el DT: Facundo Roncaglia ya estaba amonestado, calculó peor de lo que lo había hecho Valdez y debió meter la mano para que Carrión no se fuera mano a mano. Boca, con nueve. Solito, sin que Monagas lo obligara a ello. Insólito. Y una nueva maniobra: Varela de central. Incluso emparchado, Boca tuvo una más con los tradicionales intentos de Villa, pero no pudo ser. Sonó el silbato y el puñito fue inevitable. Así como tampoco lo fue que se golpeara en la otra mano, lleno de lamento.

Sin embargo, en el conjunto xeneize suele ocurrir el hecho de autocondicionarse. No hay que irse muy lejos para recordar expulsiones que pudieron haberse evitado, más allá de que, en algunos casos, luego terminó ganando. Como en el último superclásico en el que el por entonces equipo de Hugo Ibarra se imponía 1-0 y, a un puñado de minutos para el final, Fabra subestimó la salida y obligó a Marcos Rojo a tener que rechazar la pelota impactando también la cabeza de Nicolás de la Cruz: expulsión directa y sufrimiento ante tanto centro que no terminó alterando el triunfo.

Cómo recordar la manera en la que se descontroló durante el Trofeo de Campeones, ante Racing, en noviembre pasado. Con el picante encuentro igualado en uno, Villa se peleó con Carbonero a puros manotazos y ambos fueron echados. Luego, la catarata boquense: Varela fue el último expulsado previo al segundo gol de la Academia, que los descontroló y generó la roja en Advíncula, Carlos Zambrano, Fabra y Benedetto (también, Javier García desde el banco), una cantidad que, por reglamento, finalizó el encuentro: con minutos por jugar e intentar empatar, Boca optó por perder jugadores y el trofeo.

Durante este año, Villa se llenó de impotencia por el segundo gol de Talleres cuando recién comenzaba el complemento en Córdoba y se hizo echar: patada abajo y golpe con la mano en la cabeza de un rival, sin la pelota en juego. Con diez, Boca encontró el descuento, pero no llegó al 2-2. ¿Y si estaban los once?

El que zafó hace más de un mes fue “Equi” Fernández en la visita a Vélez. Dos minutos fatales para él: luego de que los de Liniers empataran el encuentro por un penal causado por su mano, al reanudarse el juego llegó tarde y pisó el tobillo del rival, recibiendo la roja directa. Su equipo sacó pecho y, con personalidad, lo terminó ganando sobre la hora.

Boca vuelve a Buenos Aires, al menos, con algo, pero con la sensación y el reproche de que, imponiendo inteligencia, la historia en Venezuela podría haber resultado mucho más conforme. A la espera de la confirmación del nuevo entrenador, que llegaría este viernes, ese nombre elegido ya sabe que para el próximo compromiso copero no contará con dos centrales… y que deberá estar encima de la ingenuidad de complicarse solo.

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