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Quién fue la mujer que dio su nombre a la ciudad de Goya

Varios historiadores generaron al menos dos hipótesis para determinar de dónde proviene esa denominación. 

La fundación de Goya tuvo la particularidad de no ser planificada por la administración colonial. Sino más bien, estuvo ligada a sus primeros pobladores, visionarios que eligieron la zona para asentarse. Esto fue, teniendo en cuenta que la naturaleza les aseguraba agua potable, bosques para el abastecimiento de madera y ganado cimarrón que se alimentaba de los abundantes pastizales.

Así lo explicó el investigador, Edgardo Darío López Villagra, en su último artículo publicado en la Revista Científica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne). 

Allí rescata la discusión académica en torno a la figura femenina que dio nombre a la ciudad de Goya, y aclaró que la historiografía correntina tuvo un intenso debate acerca del origen de ese nombre.

Villagra planteó que existen diversas hipótesis acerca del origen del nombre adoptado por la ciudad. Algunas de ellas, lo relacionan a una figura femenina que podría haberse llamado Francisca o Gregoria pero que era apodada “doña Goya.” La cual es considerada como una de las primeras habitantes que se instaló en el riacho para comercializar con los navegantes.

De acuerdo a diversos autores presentados por Villagra, esta mujer podría haber sido tanto una china mestiza como una mujer de alta alcurnia casada. En el segundo caso, ella habría sido la esposa de Bernardo Olivera.

Dicho portugués, aparece en algunas documentaciones con el apellido Goya. De allí, que otras teorías se fundamentan en la costumbre de la época de referenciar los lugares con el apellido del dueño terreno. Lo cual podría ser posible ya que fueron una de las familias pioneras que se establecieron para dedicarse al comercio. 

 

Goya de Olivera

El pedido de Don Bernardo de Olivera de un depósito de terreno el 29 de agosto de 1771 fue concedido por el Teniente de Gobernador Juan García de Cossio. De Olivera se instaló con su esposa, doña Gregoria Morales de Alegre de Olivera, en el ejido que luego constituirá la parte central del pueblo del riacho de Goya. 

Existen posibilidades de que el apellido de doña Goya podría haber sido Olivera o de Olivera. Por tanto, el portugués sería parte de las primeras familias fundadoras que se establecieron para dedicarse al comercio relacionado a la ganadería.

Gregoria, una china mestiza apodada doña Goya, puso un boliche o factoría sobre los terrenos que pertenecían a Juan Francisco Soto. Dado que esa era la zona del riacho donde los navegantes se refugiaban, el emprendimiento fue adquiriendo reputación y atrajo a demás personas a asentarse.

En contraste, otros investigadores ponen en debate las afirmaciones respecto de que doña Goya haya sido la primera pobladora. En definitiva, para la instalación del boliche o factoría sería necesario la existencia de población en aquella zona que propicie el comercio de manufacturas y mercaderías de uso y consumo.

En consecuencia, el rol de doña Goya devendría en una revendedora que compraba a los navegantes. Por lo tanto, si realizaba esta comercialización es fácil advertir que ya había incipiente población en la zona.

Ahora bien, es ineludible destacar que los orígenes de la ciudad de Goya estuvieron ligados al incipiente puerto natural sobre el Paraná y al comercio fluvial en el riacho que adoptaría esta denominación. Por lo que la zona se fue convirtiendo en un punto intermedio de parada para los navegantes que se trasladaban hacia Paraguay o Buenos Aires.

Algunos historiadores afirman que la zona en que luego se levantó la villa de Goya pertenecía a una mujer anciana llamada Francisca. Más concretamente, aquella era conocida por el diminutivo de ese nombre: Goya.

En contraste, otros investigadores sostiene que la denominación de la localidad obedece a los usos de la época, ya que se acostumbraba a referenciar los lugares con el apellido del dueño. En este fundamento resulta sustancial una carta escrita a Don Juan Esteban Martínez, el 2 de noviembre de 1791 en la zona conocida como Algarrobos.

En aquella ocasión Don Juan Francisco Soto peticiona por el terreno situado en Los Mojones donde vivía don Bernardo Goya. Así, Soto promete solventar los gastos ocasionados a cambio de que se le entreguen los documentos que paran en la testamentaría del padre de quien escribió la carta.

Al respecto de aquella carta, se pueden destacar dos cuestiones. La primera, el apellido Goya que se le atribuye a don Bernardo. La segunda, el uso de la denominación “Los Mojones.” Lo cual permite deducir que el toponímico de Goya aún no se había generalizado, o al menos en el paraje “Algarrobos”, por donde transitaban viajeros camino de ida o regreso de Corrientes.

Ahora bien, se puede analizar un reclamo efectuado por Manuela Pare, viuda de Gaspar Bogarín. El mismo puede servir como un ejemplo que permite reflejar la costumbre de la época de nombrar a los lugares según sus propietarios.

En el documento del reclamo se destaca el modo de mencionar los distintos lugares en los que Bogarín trabajó: al monte de Goya, al monte de Juan Gómez y a la isla de Yataré. Desde esta postura, la denominación de Puerto de Goya estaría relacionado con el apellido Goya del propietario del terreno más que en el apodo de la figura de la anciana.

Entonces, si por costumbre popular se hubiera referido a la mítica figura femenina no le habría quitado el “Doña” a "Goya”, en tanto nombre del puerto y de la villa después.

Otro autor hace referencia a una dama de linaje llamada Gregoria de Morales y Alegre, descendiente de conquistadores y casada con Bernardo Olivera. Francisca apodada “Doña Goya” se asentó en el puerto natural a finales del siglo XVIII.

Además, esta mujer, en carácter de visionaria, se percató del lucro que podía lograr el asentamiento en tal orilla con el abastecimiento de los navegantes que allí paraban:

Doña Goya había instalado su casa en tierras que pertenecían al estanciero Juan Francisco Soto, quien lejos de ponerle impedimentos, al evaluar las posibilidades de este precario emprendimiento decidió sacar provecho y fomentó por su parte el arraigo de pobladores en su propiedad para obtener de este modo una mejor valorización de sus tierras.

 

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