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Corrientes: abrieron el archivo privado de la familia Soto para un estudio sobre esclavos

La lectura de sus hijuelas da cuenta de la relevancia económica y social que significó en ese contexto la posesión o propiedad de negros.

Una investigación jurídica de Edgardo Darío López Villagra abrió el archivo privado de la familia Soto y su herencia en función de evidenciar diferentes rasgos que permiten caracterizarla como parte de las élites locales. Así evidenció el valor de las personas en esclavitud en la subregión de Corrientes a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. 

Se trata de una de las familias consideradas fundadoras de Goya; en la actualidad, la segunda ciudad de la provincia de Corrientes en términos económicos. El trabajo fue publicado recientemente en la Revista Científica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas - UNNE.

La ilustre familia Soto recibió en 1772, por Merced Real, el terreno donde se asienta hasta nuestros días la ciudad de Goya. El beneficiario fue Don Ignacio de Soto quien en primeras nupcias con Doña Juana Acosta tuvo tres hijos. Posteriormente, cuando enviudó, se casó con Doña Francisca Gil Fernández de Leuza con quien tuvo once herederos.

En esta descendencia, el séptimo fue Don Juan Francisco de Soto, que desde joven se incorporó a la milicia y cuando falleció su padre se hizo cargo de la estancia. Asimismo, Don Juan Francisco de Soto se casó con Doña María Jacinta Hidalgo y tuvieron nueve hijos: Manuel Vicente, Antonila, Pedro, Juan Pablo, Facundo, Isabel, Juan Agustín, Josefa y Juan Francisco. 

Y, en calidad de propietario, cedió las tierras para erigir la villa de Goya.

Don Juan Francisco de Soto no fue el único en auspiciar los territorios para el asentamiento de la futura ciudad de Goya. Por tanto, el pueblo se conformó con parte de las propiedades de Soto y de Don Gómez Botello que, en calidad de vecinos colindantes, tenían como división la actual calle J.E. Martínez. 

Historia regional

En este trabajo, las Hijuelas de la familia Soto implican una forma de obtener información sumamente valiosa en cuanto a su calidad de archivo privado. De ahí su transparencia al no estar sujeta a la distorsión que se pudiera generar en el ámbito de la administración poscolonial. De modo que enriquece el trabajo del investigador, ya que permite analizar la esclavitud como un aspecto de la historia regional, generalmente de difícil acceso.

Se puede evidenciar que las fuentes jurídicas y notariales son centrales para investigar las singularidades de la experiencia esclavista en Corrientes, lo que permite complejizar los entramados económicos y sociales en los albores del período aquí considerado. Como parte del Río de la Plata, la economía correntina al ser preponderantemente ganadera no demandaba una gran cantidad de esclavos. 

Por lo tanto, en el presente trabajo, se exploran otras motivaciones que justifiquen la adquisición de las denominadas piezas de indias.

Fue así que, al igual que otras ciudades coloniales, la esclavitud urbana jugó un rol central en las actividades artesanales, oficios y especialmente en las tareas domésticas. Dentro de ello, se destacó el uso de la mano de obra para la explotación del cuero, que fue determinante en el intercambio comercial entre Buenos Aires y Corrientes, estratégicamente posicionado en el corredor naviero del río Paraná. 

La propiedad de Soto y la mujer llamada Goya

Íntimamente ligado a lo económico, se encuentra el elevado valor de los esclavos como bienes de lujo para la sociedad correntina. Por lo que, la posesión de esclavos constituyó un verdadero símbolo de estatus para las élites locales.

A partir de la relevancia económica que tuvo el puerto de Goya nació este asentamiento, cuya denominación genera en la historiografía correntina un intenso debate. Por lo que, existen diversas hipótesis acerca del origen del nombre adoptado por la ciudad

Algunas de ellas, lo relacionan a una figura femenina que podría haberse llamado Francisca o Gregoria pero que era apodada “doña Goya.” La cual es considerada como una de las primeras habitantes que se instaló en el riacho, en propiedades de la familia Soto, para comercializar con los navegantes. 

De acuerdo a diversos autores presentados en este trabajo,  esta mujer podría haber sido tanto una china mestiza como una mujer de alta alcurnia casada. En el segundo caso, ella habría sido la esposa de Bernardo Olivera. 

Dicho portugués, aparece en algunas documentaciones con el apellido Goya. De allí, que otras teorías se fundamentan en la costumbre de la época de referenciar los lugares con el apellido del dueño terreno. Lo cual podría ser posible ya que fueron una de las familias pioneras que se establecieron para dedicarse al comercio relacionado a la ganadería. 

Por otra parte, Goya podría haber sido una china mestiza que se dedicaba al comercio en una zona sumamente estratégica como lo fue el puerto natural.

Por lo tanto, con el intenso intercambio comercial de Goya tuvo lugar el advenimiento de la élite política y comercial que llegó a atesorar importantes patrimonios familiares.

Este fenómeno puede apreciarse con claridad en los documentos analizados. Tal fue el caso particular de la familia Soto, que podrían calificarse como pioneros en la ocupación de los primeros asentamientos en la zona del riacho de Goya. 

Se resalta especialmente el texto inédito de la familia Soto, contenidos en las hijuelas examinadas. Esto permitió analizar el volumen de sus bienes patrimoniales y poder considerarlos como parte de la élite fundante de Goya. 

La cual se caracterizó por ser comerciantes dedicados a la explotación ganadera, dado que en el inventario figuran una gran cantidad de cabezas de ganado. Además, entre sus bienes se destacan las diferentes propiedades, sobre todo, se traen a colación la importante fortuna que los ubicaba como miembros de los más altos estratos socioeconómicos de la provincia. 

Entre ellos se encuentran aquellos revestidos en metales preciosos, tales como la plata en mates, cubiertos y jarrones. Toda una excentricidad para aquella zona de la provincia. Donde los esclavos, fueron evidentemente muchos más valiosos comparativamente frente a los demás objetos dentro del inventario de bienes

Esto se observa con mucha claridad en las hijuelas de la familia Soto. Lo que da cuenta de la relevancia económica y social que significó en ese contexto la posesión o propiedad de negros esclavos.

Corrientes y la esclavitud urbana

En consonancia con el macro contexto rioplatense se ubica el caso de la subregión de Corrientes. Dada la preponderancia de la economía ganadera, las actividades no demandaban una presencia significativa de esclavos en el territorio correntino. 

En este marco, el análisis de la cantidad de esclavos que tenían las familias pertenecientes a la élite correntina permite dar cuenta de lo ostentoso que significaba la posesión de esclavos.

Así, se puede destacar aproximadamente que en el año 1825, en la ciudad de Corrientes el matrimonio de Simón Cossio y Josefa Vedoya era propietario de 9 esclavos negros. Por otra parte, se puede resaltar que en ese mismo año Doña María Gregoria Casajús llegó a tener a su disposición 12 esclavos. 

Así como también se destacó Juan Manuel Vedoya con 19 esclavos negros bajo su autoridad. En este contexto, se puede afirmar que: “Ninguna familia que aspirara a una alta condición social podía prescindir de su corte de sirvientes negros”.

En efecto, los costos que suponían la compra, la manutención y la vestimenta de esclavos negros no se traducían en actividades que suponían una recuperación de la inversión efectuada por los propietarios. En este orden, la mano de obra esclava se ocupaba de diversas actividades inmersas en la cotidianidad de las características ciudades coloniales.

Por lo que las esclavas negras realizaban producciones artesanales y tareas domésticas: eran amas de llaves, limpiaban, cocinaban. Inclusive, se las suele comparar a las criadas de la Península Ibérica. Por su parte, los esclavos negros tenían designado: trabajar en los huertos, el cuidado de los animales y ocuparse del trajín doméstico.

 

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