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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El desgaste de Angela Merkel

Este 2018 está dando los primeros pasos, pero en la política alemana el final ya parece a la vista: la canciller Angela Merkel, que no logró formar un nuevo gobierno de coalición tras las elecciones de septiembre pasado, tiene frente a sí una opinión pública que está perdiendo rápidamente la paciencia con su liderazgo político.

Una reciente encuesta reveló que la mitad de los votantes alemanes quieren que Merkel renuncie y así permitir que otro miembro del Partido Demócrata Cristiano, de centroderecha, negocie la formación de un nuevo gobierno de coalición. En el seno del partido también se oyen quejas. Hace poco, miembros de la rama juvenil del partido, la Junge Union, directamente pidieron la renuncia de Merkel.

La mandataria tal vez sea una de las líderes más admiradas del mundo y una inspiración para una nueva generación de mujeres de la política, pero en Alemania su atractivo siempre fue más pragmático: su capital político deriva de su habilidad para reaccionar ante las crisis, más que de su capacidad para conceptualizar y dar forma a la agenda política del país. Dicho mal y pronto, Merkel no es precisamente una visionaria.

Durante un tiempo, con eso alcanzó. Pero a lo largo de sus tres mandatos como canciller, lideró dos veces la así llamada “gran coalición” con la centroizquierda de los socialdemócratas. Esa coalición debería haber sido capaz de usar su mayoría absoluta para implementar reformas de fondo y concretar grandes proyectos. Sin embargo, poco de eso se ha logrado. Por el contrario, después de 12 años y la crisis de refugiados que enloqueció a la opinión pública, el desgaste de Merkel es indudable.

Mientras tanto, el país sigue esperando un abordaje abarcador del tema de la inmigración, una estrategia para la digitalización, una reforma educativa y una larga lista de mejoras en infraestructura. Pero lo cierto es que, de crisis en crisis, la mayor economía de la Unión Europea ha perdido el rumbo de la modernización.

Y ahora, al parecer, Merkel ni siquiera puede formar gobierno. Los socialdemócratas han rechazado sumarse a una nueva “gran coalición”, por más de que Merkel los siga presionando. Y las negociaciones con dos partidos menores, los ecologistas del Partido Verde y los pro libertades civiles del Partido Liberal decidieron desprenderse a fines del año pasado.

El punto más controvertido de las conversaciones han sido los refugiados: no tanto la premisa de aceptarlos, sino la torpe e inconsistente manera con la que se gestionó su llegada.

En ese momento, el índice de popularidad de Merkel se desplomó. Muchos de sus correligionarios la culpan por haberle allanado el camino a un rebote derechista que tomó la forma del partido de ultraderecha Alternativa por Alemania.

Muchos apuntan a su postura frente a la inmigración como la causa del fracaso de las negociaciones tripartitas para formar gobierno de hace unos meses.

Los liberales abandonaron la negociación a fines de noviembre, tras varias semanas agotadoras. El Partido Verde admitió que también evaluaba levantarse de la mesa por la actitud de la canciller.

A regañadientes, los socialdemócratas se sentaron a negociar en enero, pero son varios los conservadores que se preguntan si la negociación no sería más entusiasta si una cara nueva reemplazara la de Merkel. La única otra opción que tiene es gobernar en minoría, lo que implica tener que construir coaliciones para la aprobación de cada nueva ley, con la preocupante perspectiva de una insurrección parlamentaria.

Si ninguna de estas opciones cuaja, el presidente Frank-Walter Steinmeier se vería obligado a convocar nuevamente a elecciones. Por eso ahora los especialistas piden la renovación de las cúpulas de los principales partidos.

En ambos partidos mayoritarios hay una nueva generación de políticos en ascenso deseosos de saltar a escena: los demócratas cristianos tienen a Jens Spahn, de 37 años. De hecho, en el partido bávaro hermano del Demócrata Cristiano, la Unión Social Cristiana, acaba de renunciar su presidente, Horst Seehofer, en favor del mucho más joven Markus Söder.

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