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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Chamamé con variaciones

Como todos los años -y como debe ser- la cadencia y el zapateo del chamamé levantan no sólo aplausos sino también polémica. La Fiesta -aparte de su prestigio  artístico y su poder de convocatoria- se ha convertido en un barómetro sobre la popularidad de la dirigencia política. Especialmente en esta oportunidad, a escasos días del recambio de autoridades, la calificación que surja de las expresiones populares a través de la creatividad del cancionero popular, cobra significativa relevancia.

Por Carlos Gelmi

De la Redacción

Diario El Litoral

Frases que hacen transpirar el ingenio. “Lo que mata es la humedad”. “Si así es el verano, el invierno que nos aguarda  reventamos todos”… “Nunca tuvimos marcas iguales”… “Me dijo la abuela”... “Festivales eran los de antes”… “Si ya estamos a nivel nacional, Mercosur u andamos codeándonos con la Unesco ¿cuál será nuestro techo?”.

Los recuerdos revolotean molestos como carachais borrachos con vino común pese a los embates de las viejas pantallitas de cartón que en el almacén de barrio solían repartir, y que después de una dormidera en la cartera de la abuela, hoy vienen oportunas a suplir al abanico, a resguardo de los chorros siempre presentes, más ahora reproducidos y confundidos como murgas disfrazados de papel picado, especies extinguidas reinventadas ahora en los delirios por la febril cercanía del carnaval.

Dependemos del tiempo. Llueve o no llueve… Sigue el festival o se suspende.

(A lo lejos, y cada vez más cerca el Paraná amenaza rugiente desde sus costas. Si Pedro no se apura volveremos a tener problemas…).

La quietud del verano sólo sabe de chamamé y carnaval, las hojas que el calendario anual tiene reservadas para la política, se fueron de vacaciones. Por acá no están…

¿Dónde están las caras conocidas de siempre, las que habitualmente pueblan nuestras calles, copan el centro, desfilan por los medios a cualquier hora, mostrándose de cualquier manera?

¿Se fueron de vacaciones a alguna cercana o lejana playa, o andarán haciendo cola en el anfiteatro, el corsódromo o en alguna bailanta?

Vaya a saber… La sensación térmica nos provoca estas alucinaciones que nos desubican y no sabemos dónde estamos, ni si nos sentimos bien o mal. Nos quejábamos por la falta de movimiento, por la ciudad quieta y casi vacía… y ahora… todo lo contrario…

Le abrimos la jaula a la gata de doña Flora y dimos carta abierta para todos sus quejidos: lo que estaban bien ahora es al revés, y dando una voltereta la poner con las cuatro patas para arriba, y meta gruñidos no más…

Estamos en pleno verano, pero reclamamos por las altas temperaturas. Rogamos por el retorno del invierno, y estamos temerosos por la irrupción de algún chaparrón inoportuno, mientras pudorosamente escondemos bajo el brazo el paraguas que prelativamente llevamos pese al pleno sol y al amenazante infernal pronóstico.

Somos así. Irremediablemente incorregibles. Si llueve pedimos sol. Si sale el sol, abrimos el paraguas. Si no escuchamos a los políticos porque no están o se llamaron a mutis, los extrañamos y hasta seríamos capaces de hacer un paro o un piquete pidiendo por ello.

¿Qué se calle el cantor? Jamás. Pero que por favor no nos mezclen el libreto.

Si llueve, abriendo el paraguas y desplegando los ponchos…

Si cantan la Ofelia y la Ramona, fuerte el aplauso… Por siempre.

Nuevas Expectativas

Al final, las puertas del anfiteatro volvieron a abrirse, con algún tropezón que no fue impedimento para albergar a una creciente multitud que no se da límites.

La Fiesta se erigió en el transcurrir de sus exitosas ediciones, en el más eficaz y atractivo barómetro del acontecer político, merodeen por allí o brillen por su ausencia sus figuras más notorias (estén en el candelero o no). Eso no interesa. No hay que nombrarlos para ver revolotear sobre las cada vez menos amplias gradas del anfiteatro fantasmas con rostros conocidos que hasta diciembre no más, eran de carne y hueso, ocupaban los primeros lugares y hasta se paseaban por el escenario.

Son los que ocupaban las pancartas y los que hacen colas para reemplazarlos. Los que saben que el silencio es el pasaporte al olvido. O una suma mención en una rima de la galopera es una ficha a favor del certamen venidero…

Y se repetirán los libretos anteriores con algunas líneas trastocadas: silbidos por aplaudidos.

Por las dudas para los debutantes en estas lides, conviene tener en cuenta algunos consejitos que  a veces sirven y las más no.

El protocolo, como está de moda decir ahora, indica que lo primero que hay que hacer al aposentarse en el lugar que le corresponda, se realiza un conteo de los asistentes, especialmente de los asistentes VIP, es decir las primeras filas, ergo, los lugares preferenciales, invitados especiales, autoridades, el gobernador, los antecesores y una larga listas de acomodados muchos de los cuales moverán sus cabezas de un lado a otro, no mirando al público sino para hacerse ver por ese público.

De cualquier manera, muchos de esos expectables tendrán estratégicamente ubicados algunos secretarios que controlarán sus posibilidades de que Mario Bofill se acuerde de ellos en su tradicionalmente consagratoria galopera (o no).

- ¿Viste que el Gober no se perdió una sola noche?

- Del anterior ya ni me acuerdo, pero es asiduo asistente, y además, entusiasta bailarín…

Estará linda la bailanta de los nuevos funcionarios que tratarán de hacerse ver a toda costa y lo más cerca posible de los reportajes del “Cholo” Gómez Castañón.

Esta noche de domingo que se irá hasta el lunes si la lluvia no se sigue burlando de nosotros estará para alquilar balcones. O butacas. O un lugarcito cualquiera en los pasillos o las veredas del anfiteatro.

El duelo de truenos y chamamé  será interminable.

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