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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Una nueva oportunidad asoma

Las tormentas volvieron a poner en jaque a varias ciudades del nordeste argentino. Las constantes precipitaciones desnudaron, una vez más, las enormes falencias estructurales que muchas localidades exhiben de forma escandalosa. Algunos gobernantes parecen estar empezando a tomar nota de esta inaceptable tragedia serial.

amedinamendez@gmail.com

Twitter: @amedinamendez

Esta es una historia demasiado repetida. Cuando las lluvias se hacen sentir con tanta potencia los ciudadanos reciben el impacto con crudeza, reclaman con vehemencia pero luego, cuando las aguas bajan, inexorablemente, las quejas se diluyen y los responsables de resolverlo todo se esfuman. 

De hecho, la sociedad lo siente así. Cree que los que gobiernan sólo son capaces de montar una gran farsa para simular un interés tan efímero como cínico. Saben que harán algo pero sólo porque es lo políticamente correcto.

El tema central es que cuando las cuestiones trascendentes no se resuelven adecuadamente terminan regresando pero con más fuerza, y entonces la paciencia cívica, invariablemente, se agota de un modo más que predecible.  

Los argumentos para explicar los desastres que traen consigo las intensas lluvias en las ciudades se reiteran una y otra vez. Algunos de ellos son reales pero la mayoría sólo se instalan para desviar un poco la atención.

Es indiscutible que faltan obras de ingeniería significativas que han sido sistemáticamente postergadas. En ciertos casos por total desinterés y en otros por absoluta impericia e incapacidad política para implementarlas.

Muchos dirigentes locales siempre aducen que no disponen de presupuesto suficiente para semejantes inversiones o que les falta apoyo económico provincial o nacional para llevar adelante esta gigantesca labor.

Eso es parcialmente cierto, sólo una verdad a medias. En economía la escasez no es una circunstancia sino una constante, una característica intrínseca y no debería ser utilizada como una eterna excusa.

La labor de la política es justamente fijar prioridades. Definir qué se hace y qué se deja de hacer. Se debe asumir, por lo tanto, que el dinero de los contribuyentes simplemente ha sido gastado en otros asuntos, que se prefirió invertir esos recursos en áreas diferentes a esta urgencia serial. Nunca falta a la cita el planteo de que la desidia de la gente y esa típica actitud desaprensiva de arrojar residuos en cualquier lugar impiden el correcto drenaje  y entonces la ciudad colapsa sólo por eso. Nuevamente se trata de una realidad relativa que se usa para justificar lo inexplicable. Lo cierto es que el problema está, que existe y que año a año se complejiza y agrava. Hace mucho tiempo que este tópico asoma en las campañas proselitistas de las elecciones comunales de todo el nordeste.

En el contexto de lo ocurrido en estos días y asumiendo que todo lo que ha transcurrido en el pasado debería servir como aprendizaje, los actuales gobiernos de todas las jurisdicciones deben tomar ahora una decisión seria.

Algunos pasarán por alto lo ocurrido y cuando las tormentas reaparezcan, como inapelablemente sucederá, recitarán sus ya remanidos discursos y la cantinela de siempre será protagonista, otra vez, de este patético show.

Pero hay que reconocer que se empiezan a escuchar voces diferentes tanto en Corrientes como en el Chaco. Es bueno registrar que algo nuevo está pasando. Sin importar los signos políticos parecen estar encaminados a tomar una determinación que ponga límite a tantos inconvenientes. Por ahora sólo son un conjunto de promesas, pero en algunos casos se puede ser un poco más optimista porque se han fijado, al menos, ciertos plazos para iniciar esas obras necesarias que permitan mitigar los daños que en cada temporal castigan con rigor a los más débiles.

Nadie puede esperar resultados mágicos, pero existen en Argentina unos pocos casos de éxito con este tipo de políticas que involucran la realización de obras que minimicen las consecuencias de las inclemencias climáticas.

La agenda de hoy lo impone y es saludable que se decidan a abordarlo con contundencia. Una vez más queda demostrado que para encarar las soluciones de fondo primero se deben tomar a tiempo decisiones políticas. Cuando la dirigencia asume la necesidad de hacerlo fluye la creatividad, los recursos se direccionan en forma adecuada y la gente tiene así una chance de ver cómo se resuelve uno de sus tantos dramas cotidianos.

Aún resta un poco de tiempo para saber si esto es sólo un episodio más de los mismo o una ocasión inigualable para demostrar que cuando la política se toma en serio un asunto puede lograr verdaderas soluciones. Si este emblemático experimento fracasa, como tantos vaticinan, será solo una nueva desilusión. Pero si funciona, aunque sea parcialmente, se abrirá una puerta más que interesante para que esta dinámica se replique.

La política regional está nuevamente en la mira. Los más audaces se han animado a hablar de soluciones específicas y hasta se arriesgan bastante al decir que varias de ellas aparecerán con celeridad en el corto plazo. La pelota está ahora del lado correcto. Es el momento para que los hechos hablen por sí mismos y confirmen que lo dicho no es sólo una expresión de deseos sino el comienzo de algo que puede ser realmente una bisagra. La desconfianza ciudadana siempre estará latente. Las experiencias del pasado avalan ese pesimismo crónico, y es por eso que esta generación de políticos tiene más que una chance, una responsabilidad de hacer lo preciso.

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