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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Corporativismo en los sindicatos

Las peripecias judiciales de algunos sindicalistas han generado una reacción corporativa en ese sector y ciertos realineamientos políticos impensados hace un tiempo, como el supuesto acercamiento entre Hugo Moyano y Cristina Kirchner. Como Julio De Vido, Ricardo Jaime, Amado Boudou y tantos otros, pretenden que las investigaciones sobre hechos ilícitos que los afectan se deben a una persecución ideológica y a una concepción antiobrera de un gobierno al que califican como de ricos y para ricos.

El diputado nacional (Cambiemos, Caba) Jorge Enríquez sostiene que ni Mauricio Macri ni ningún funcionario de Cambiemos ataca al sindicalismo. En cualquier democracia del mundo, el sindicalismo es un factor esencial en las relaciones de empresarios y trabajadores. En el nuestro, el artículo 14 bis de la Constitución Nacional lo reconoce expresamente y le garantiza el libre ejercicio de su función, y las leyes reglamentan con precisión ese reconocimiento.

¿Cuál es el ataque que motiva el enojo de algunos dirigentes obreros? Sin dudas, se refieren a las investigaciones judiciales que han llevado a prisión a altos jerarcas del sindicalismo. Pero esas investigaciones no fueron un ataque a esa actividad. Todo lo contrario: que se sepa quiénes cometen hechos ilícitos y se enriquecen indebidamente en el ejercicio del gremialismo es la mejor defensa de la existencia de sindicatos sanos y transparentes que verdaderamente se dediquen a mejorar las condiciones de vida de sus afiliados.

En los dichos de varios sindicalistas anida una concepción autoritaria y corporativa de la vida política. Para este enfoque, las instituciones democráticas no son la parte más importante de la estructura pública de un país. Las cuestiones trascendentes se arreglan en una mesa chica, en las que, por supuesto, los participantes se garantizan sus privilegios mediante un pacto implícito de impunidad. Simulan discrepar en la superficie, pero arreglan todo en la trastienda. Los ciudadanos asisten cándidamente a esas funciones desde sus plateas, sin tener arte ni parte.

El desafío de Cambiemos es sentar las bases de otro país. Un país en el que, por ejemplo, se respeta la legitimidad de quienes fueron elegidos en las urnas. Esto parece demasiado obvio, pero en la Argentina no lo es tanto. A ningún sindicalista se le pasaría remotamente por la cabeza pronunciar frases que rozan la sedición en España, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos. Tampoco en Chile o Uruguay.

Son los trabajadores los principales interesados en terminar con un modo de entender el sindicalismo que es un obstáculo para que ellos tengan mejores salarios y condiciones de trabajo. Que los “gordos” sean menos delirantes que los gremialistas de una izquierda paleozoica que se empecina en luchar contra las fuentes de empleo no los exime del deber de encuadrarse dentro del Estado de derecho.

No es Macri el que ha ordenado las detenciones que los preocupan: son los jueces, sin presiones de ningún tipo. ¿O creen que algunos sindicalistas tienen derecho a realizar todos los negociados ilícitos que entiendan conveniente y a vivir de la manera más fastuosa sin que nadie pueda pedirles explicaciones sobre el origen de su riqueza?

Tampoco el cumplimiento de la ley puede ser entendido como una persecución. El reciente decreto, que tanto critica Ctera, no hace más que respetar las autonomías jurisdiccionales, ya que son las provincias las que fijan los salarios docentes.

No es concebible una democracia moderna sin trabajadores organizados, pero esa organización debe contribuir a enriquecer el sistema, no los bolsillos de algunos jerarcas. El mundo evoluciona aceleradamente, la tecnología plantea acuciantes desafíos sobre el empleo. Un sindicalismo sano, moderno, democrático tiene mucho que decir para que entre todos logremos una sociedad próspera e inclusiva. Debe hacerlo con inteligencia, no con gastados eslóganes que atrasan por lo menos medio siglo.

Sabemos que Cambiemos vino, entre otras cosas, a afirmar el principio de igualdad ante la ley. La gran mayoría de la sociedad lo apoya en ese objetivo. Quiere vivir mejor. El privilegio y la impunidad son parte del pasado que debemos dejar atrás. En todos los sectores. También, por supuesto, en el sindical.

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