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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El Cura Gaucho

Por el Dr. Juan Jose Ramon Laprovitta

En la cultura posmoderna, la mente humana parece hondamente desamparada. Los refugios tradicionales ya no ofrecen ningún refugio y muchas veces parecen desacreditados. La Iglesia siempre fue el primer refugio. La política carece de visión y cada vez se identifica más con el egoísmo, el materialismo y la corrupción. Sin embargo los aires del ayer que aclaran y fortalecen la fibra de cada día, permiten soplar al fuego de la esperanza en la oración y darnos le certeza de la transfiguración en el Amor. Tal como nos manda Jesús en el Evangelio.
El Padre José Gabriel del Rosario Brochero, el cura gaucho, en 1869 asumió el extenso curato de San Alberto con sede en Villa Nuestra Señora del Tránsito, hoy Villa Cura Brochero, donde pudo comprobar que los 10.000 habitantes de esa zona de las Altas Cumbres vivían una realidad de indigencia moral y social, en lugares dispersos, sin caminos, sin escuelas, sin capillas. Recorrió el extenso curato a lomo de su mulo Malacara, habló con la gente, se interiorizó de su realidad. Y si bien es cierto que Brochero era un sacerdote preparado y de elocuencia, advirtió de inmediato, la realidad de un pluralismo cultural, y por ello optó por lo autóctono. Eligió la lengua gaucha, la voz del pueblo, el ruralismo, como medio eficaz de hacerse comprender y llegar a todos en su alta misión de transmitir el Evangelio. Y su humildad fue la fuente de dignidad, fortaleza y alegría. Con sus chistes se podrían llenar volúmenes, pues no ha habido un argentino más ocurrente, decidor y gracioso, diría el Padre Leonardo Castellani s.j., que este serrano de rostro feo, apacible y agraciado y este criollo ingenuo, sencillo y humilde, tomó como disfraz para paliar su procerosa grandeza; pero en quien, cuando era necesario, surgía el hombre de alcurnia, el Licenciado en Filosofía, lleno de dignidad, como cuando predicaba en la Merced de Córdoba dónde todos acudían a escucharlo. 
Era el cura de todos: los humildes, los cultos, los paisanos, los doctores, los peones, los ricos, los empleados, los gobernantes, de los que andaban en averías. Y cuando le reprochaban de juntarse con esa gente, el Padre Brochero les respondía: ‘La culpa la tiene Nuestro Señor, que él obró de la misma manera y paraba en la casa de los pecadores para atraerlos a su Reino‘.
El Padre Brochero desde niño al sentir en su corazón el llamado de Dios Padre para servirlo como sacerdote, se encontró con Jesús y se transfiguró en Él. 
Esta es la razón más profunda de su vida. Siempre sirviendo a Dios y a todos, con especial predilección por los descarriados y pobres. 
Su humildad, signo de pobreza de espíritu y material y de una gran sabiduría, supo discernir que sólo haciendo conocer la Verdad del Evangelio iba a lograr en su gente la transformación para hacerlos buenos cristianos y ciudadanos amantes del trabajo y la justicia. Y con la colaboración de los pobladores y muchos sacrificios, pudo llevar a Córdoba a numerosos feligreses a vivir los Ejercicios Espirituales. La gente volvía renovada, contenta, con propósitos de cambios. Sin embargo, el Padre Brochero, conocedor de la naturaleza humana, en sus pláticas les decía: ‘Ah, mis amigos, yo los veo a todos ustedes aquí muy mansitos, pero en cuantito salgan van a hacer como mi macho malacara, se van a volver a la tropilla de sus pecados! Pero no se olviden jamás del Amor de Dios y de lo que aprendieron en los Ejercicios‘. Pero eran tantos los inconvenientes que tenían que sortear toda la gente que viajaba a lomo de mula durante varios días para llegar a Córdoba, que en una tanda de Ejercicios unos hombres trajeron la idea que Brochero ya la había  manifestado, construir una Casa de Ejercicios en Villa del Tránsito. Y con ese espíritu totalmente entregado a la voluntad de Dios, y luego de ingentes esfuerzos, el Padre Brochero decidió emprender la obra con la colaboración y trabajo de muchos de sus feligreses. 
El día 15 de agosto de 1875, fiesta patronal de Villa del Tránsito, se comenzó a abrir las zanjas de los cimientos de la Casa de Ejercicios. 
Y preparada la argamasa y las piedras, el Padre Brochero les pidió que esperasen un momento. Fue a su casa y volvió y tomando por uno de sus extremos una de las piedras más grandes e indicando a un peón que le ayude con el otro extremo, la levantaron y al dejarla caer en la zanja dijo el Padre Brochero: ‘Te jodiste, Diablo‘.
Toda su vida estuvo alegre y muy optimista porque confiaba plenamente en Dios y en la Purísima, como le decía a la Virgen María. Y dos años más tarde, un 15 de agosto de 1877, se inauguró la Casa de Ejercicios con cinco tandas de ejercitantes que excedieron las 700 personas cada una. El Cura no dejaba de dar gracias a Dios por tanto bien, por medio de la Purísima. La Casa de Ejercicios comenzó a hacer sentir el efecto de su influencia transformadora tanto en el plano religioso como ciudadano. ¡La población estaba cambiando! 
Un jesuita que conoció esta labor afirmó: ‘En ninguna parte del mundo, tenemos los Jesuitas una Casa de Ejercicios que se realicen como en Villa del Tránsito‘.
Ahora era necesario darles a las niñas una formación educativa que no la tenían. Había que levantar un Colegio. Brochero se sentía temeroso de emprender nuevos trabajos, cuando soñó con el Niño Jesús que le decía que confiara en Él, que lo ayudaría y tomándole de la mano lo llevó a ver dónde debía edificar. 
Y con la fe y la fortaleza que lo caracterizaban y la colaboración de sus vecinos serranos, pudo levantar el Colegio de Niñas y traer de Córdoba a las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y el 2 de febrero de 1880 dieron comienzo las clases en el Colegio de Niñas Nuestra Señora del Tránsito. ¡Gran alegría en toda la población por obra tan extraordinaria y necesaria!
El Padre Brochero era un sacerdote de oración. Ordenaba que no lo molestaran cuando oraba. Su Rosario fue su gran compañero hasta el último momento de su vida. 
No le importaba la distancia, el calor, el frío, la nieve, las tormentas y lluvias para asistir a un enfermo. Muchas veces lo recriminaban por el peligro que corría, él les respondía: ‘Hay un alma por salvar‘. El Santo libanés Padre L-Hardini enseñaba: ‘El sabio es el que salva su alma y salva el alma de su prójimo‘. Brochero escribió: ‘El sacerdote que no tiene lástima de los pecadores, es medio sacerdote. 
La sotana que llevo no me hace sacerdote, si no llevo en mi pecho el amor, ni a cristiano llego. 
Cuánto más pecadores, más rudos o más inciviles sean mis feligreses, con más dulzura y amabilidad los trataré en el confesionario, en el púlpito y en la vida familiar y social‘. 
En próxima nota seguiremos hablando del Padre José Gabriel del Rosario Brochero, el Cura Gaucho, y es nuestro y que será Beatificado el sábado 14 del cte.mes. 
¡Mi fuerza y mi canto es el Señor!

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