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/Ellitoral.com.ar/ Tradición & Religión

Mano a mano con Francisco en la plaza San Pedro

Gabriela Benitez

gbenitez@ellitoral.com.ar

Por casi 15 años, Luis Castillo estuvo al frente de un puesto de revistas familiar ubicado en peatonal Junín y Mendoza. Allí comenzó una historia marcada por casualidades y vaticinios. 

Conoció aJorge Bergoglio en 2004 cuando visitó Corrientespara participar del X Congreso Eucarístico. El por entonces cardenal y asiduo lector, se acercó varios días seguidos a conversar con él y tomar unos mates. Un día, Luis adelantó lo que sucedería años después: “Acá te traigo al futuro Papa”, le dijo a la dueña de un comercio y ambos rieron de esas palabras echadas al azar. 

Cuando “Jorge” salió al balcón de la plaza San Pedro el 13 de marzo de 2013, Luis estaba navegando porque además de vender revistas, trabaja en el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (Somu). “Me llamaban de todos lados para contarme quien era el nuevo Papa, no lo podía creer”, recordó.

Desde aquel día, sin ser un hombre religioso, comenzó su peregrinación al Vaticano. En diciembre de 2014, sacó los pasajes aéreos y promediando junio de 2015 salió de Corrientes con un bolso ligero “total allá era verano”, aclaró.

Su meta era estar cerca del Papa, algo casi imposible sin una invitación especial que deben solicitar los argentinos con anticipación en la Nunciatura Apostólica de Buenos Aires.

Pero una posibilidad existía, y él lo intuía. Al llegar al Vaticano se hospedó en un hostel lleno de extranjeros. El maneja algunas palabras en italiano, pero no era lo que le preocupaba.

Aquí comienza lo increíble: recién llegado, caminado por las calles abarrotadas de historia y de gente. Sin saber mucho cómo, entabló una charla con un sacerdote argentino que tras conocer su historia de conversaciones con Bergoglio unos años atrás, lo invitó a contarla en radio Vaticano. “Allí, leyeron vía internet la nota que El Litoral publicó en 2013, cuando casi en broma, había vaticinado que sería Papa durante su visita en 2004 a Corrientes”, apuntó Luis. 

Fue recibido por un sacerdote jesuita cordobés que luego de entrevistarlo, le regaló casi “por milagro” una invitación especial para que pueda acceder al sector exclusivo conocido como “corralito” donde cada miércoles unos 200 argentinos participan de la audiencia general de Francisco, una ceremonia que se repite hace 50 años.

El destino parecía ya inexorable y crecía su convicción. A las 6.30 de la mañana del 18 de junio, comenzó la espera. En la plaza San Pedro, recibieron directivas de cómo comportarse ante el paso del Papa y finalizada la misa, Francisco comenzó su propia peregrinación semanal. Se detuvo en el grupo de matrimonios que esperaban su bendición y luego giró hacia sus compatriotas. Al acercarse comenzaron los gritos, los cantos, los aplausos, las manos extendidas y los festejos, como si ese grupo de argentinos reviviera el mismo día de su elección.

“¡Francisco, Francisco! le gritaban. En ese momento pensé que estaba lejos de él pero un italiano que estaba detrás de las vallas, me pide que tome en brazos a su hijo pequeño y lo acerque. Hago el último intento y le grito: “¡Jorge! una bendición para el niño”, él levantó la vista, me hizo un gesto con la mano para que me acerque y uno de los custodios me abrió paso entre la gente hasta que llegué a él. Emocionado, le tomé la mano y le dije - ‘vengo de Corrientes’- él me respondió: - ‘una bendición para todos los correntinos’- y siguió sus pasos con una sonrisa que ya es universal. Irradiaba felicidad”, contó Luis.

El llanto y un mensaje

Una vez que salió de la plaza San Pedro, fue a buscar las fotos que le tomaron con cada peregrino. “Cuando llegué al hotel comencé a revivir el momento, me di cuenta de donde había estado y comencé a llorar, consciente de lo que había logrado y lo que había recorrido”, contó Luis.

Quizás la huella más profunda que deja Francisco en los otros es su pedido de abrir los ojos y el corazón, movilizarlos para ayudar. Es la que habrá dejado en tantos que ya estrecharon su mano y es la que dejó en Luis.

“¿Un mensaje?, Que nada es imposible, hay que creer y animarse”. Así se despidió el correntino que visitó a Francisco.

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