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La casa, educa; la escuela, enseña

Cada época establece, por urgencia, necesidad, o puro placer, sus vías para reacomodarse a los tiempos, instalarse y forjar avances que la propia evolución va empujando. Por ejemplo, en otros momentos, cómo hacerse de libros o revistas si conforme a ellos, somos chicos, y no existe esparcimiento económico alguno pero si las ganas de entretenernos e instruirnos jugando. Bastaba con que uno consiguiera uno, para que luego los otros, los amigos, se hagan de a poco, con solo leerlos y pasarlos al siguiente en cambio o intercambio, ya que muchas veces el otro en celebración de trueque, los recibía dando la alternativa de hacernos de otro, de un libro o una revista. Es decir, la voluntad y las ganas ponían de nuestra parte poder acceder a ese manojo de hojas escritas, dibujos e historias. Así, también, el radioteatro, como ejemplo popular del arte de transmitir obras, puso al alcance de todos, entretenimiento y formación por entregas, ya que la radio hacía el milagro de fomentar el placer de recorrer el mundo y la vida, frente al receptor, despertando el interés, poniendo en práctica el asombro que con cada trama propuesta, viajábamos por todos los paisajes. Ya que la lectura como el radioteatro fomentaban el conocimiento, desarrollando en cada uno, la búsqueda implacable por inundarnos de información, con muy poco dinero pero con muchas ganas por aprender.

Ambas cosas desarrollaron el interés general, en una época donde todo estaba por hacerse. Dice el autor Eduardo Romano, que "el mayor auge del radioteatro estuvo ubicado entre 1930 y 1955". Mientras tanto la lectura a edad temprana prosigue pero no con la misma intensidad, es más casi se la ha dejado como práctica espontánea, como entretenimiento natural y necesario de libros y revistas que nos prestábamos, pasando de mano en mano, en esa cadena solidaria de tener todos la misma posibilidad de compartir aventuras.

Claro, la educación primaria, esa nacida en el mismo corazón de la familia, en que las buenas costumbres, los buenos ejemplos, los derechos y obligaciones, que impartían naturalmente nuestros padres, y que luego eran enriquecidos con el conocimiento que los maestros desde las escuelas incentivaban y develaban, era el camino exacto. Ese tramo previo de educación y respeto se ha perdido por el desafecto familiar, la pobreza estructural, truncando esa evolución de enseñanza primaria, culpándose a los maestros cuando en realidad les corresponde a los padres por derecho propio, educar. Existen ejemplos increíbles de la educación perdida cuando fuimos mucho más, en que Argentina ocupaba un lugar de privilegio en América Latina. Es como un interés desatendido, no abastecido, no suficiente, una asignatura pendiente, aún más, cuando vemos las consecuencias de suplir teléfono celular por libros, en que la palabra se ha achicado con posibilidades de elocuencia por la poca práctica de lectura. Nos recuerda Jaim Etcheverry en "la Tragedia Educativa": "Sarmiento, Mitre, Avellaneda, sostenían que la educación constituye el elemento esencial para construir una nación”. Cuando el escritor colombiano Gabriel García Márquez, decidió imprimir su libro "Cien años de soledad" en la Argentina, en Editorial Sudamericana de Buenos Aires en el año 1967, con un tiraje de 8.000 unidades, no dudó plasmarlo en el país con más alto nivel educativo. Y, claro, lo hizo aquí, comprendiendo que era lo lógico. Es perentorio recuperar el asombro, las vías alternativas como en su momento supo hacerlo el radioteatro, educando a distancia sin quererlo pero eficazmente con muy bajo costo, como volver a la lectura combustible vital que enriquece y enseña. Leer sintiendo el aroma a papel y la textura de sus hojas. Volver a cosas primarias pero que devuelvan el interés por aprender, no olvidando la obligación primera de la educación nacida y fomentada en el corazón de los hogares, y luego enriquecidas con el conocimiento en las escuelas. Alguna vez leí, respecto a la falta de respeto que le brinda hoy el alumnado a los docentes, que la autoridad solo se la impone desde el conocimiento, en que didáctica y pasión confluyen erradicando todo deterioro, recuperando el desvalor, poniendo las cosas en su lugar. Es decir: "La casa, educa. La escuela, enseña."

Adalberto Balduino

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