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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Rusia jaquea las democracias de Europa

Por Emilio Cárdenas (*)

Europa tendrá este año tres importantes procesos electorales nacionales: en Holanda, Francia y Alemania. En los tres está emergiendo un mismo y complejo problema, la creciente difusión de noticias falsas, capaces de impactar negativamente en las campañas electorales, que aparentemente están siendo diseminadas desde Rusia. Algo muy parecido había sucedido ya en la última campaña presidencial norteamericana. Aquella que consagró a Donald Trump como presidente del país del Norte luego de que, desde Rusia y por vía cibernética, se accediera subrepticiamente a las computadoras del Partido Demócrata en busca de información sensible con la que se pudiera perjudicar a Hillary Clinton. Tanto la CIA como el FBI confirmaron en su momento que esos graves episodios se habrían originado en Rusia. Como cabía esperar, Vladimr Putin negó que su gobierno hubiera tenido cualquier intervención. Pero, probarla más allá de toda duda, no es tarea fácil.

No obstante, como consecuencia de ello, la administración del presidente Barack Obama decidió expulsar a 35 espías rusos que habrían participado en esa peligrosa aventura. Además, el propio Congreso de los Estados Unidos tiene abierta una investigación en curso: podríamos estar nada menos que frente a un intento grave de subvertir un proceso electoral extranjero, en procura de afectar directamente a una de las instituciones centrales de las democracias: los procesos electorales, a través de los cuales se legitima a las autoridades políticas y se limita la arbitrariedad de los poderosos.

En la propia Unión Europea existe un grupo especial compuesto por once funcionarios, hoy en proceso de ampliación, (denominado “East Stratcom”) encargado de rastrear -y contrarrestar- las campañas de desinformación presuntamente originadas en Rusia con el propósito de minar el proceso de integración del Viejo Mundo.

En Francia, en los últimos días, la cúpula de la campaña del candidato presidencial Emmanuel Macron ha acusado a Rusia de hacer hacking con el propósito de infiltrar computadoras y bases de datos francesas y obtener así ilegalmente información para poder difundir noticias falsas, en procura de perjudicarlo. Desde lo más alto de su organización de campaña se habla de cientos, y hasta de miles, de incidentes cibernéticos ocurridos en las últimas semanas. Todos ellos parecen estar vinculados con dos organizaciones rusas de propiedad del Estado: “Rusia Hoy” y “Sputnik News”, que serían las responsables principales de la campaña difamatoria.

Emmanuel Macron es, recordemos, un candidato independiente que hoy parece estar en condiciones de llegar a la segunda vuelta de la elección presidencial gala y enfrentar en ella a Marine Le Pen, la líder de la extrema derecha francesa, clara favorita de los rusos. Macron es, cabe puntualizar, un crítico abierto de la política exterior rusa, particularmente respecto de los episodios ilegales en Crimea y Sebastopol. Entre sus seguidores se sostiene que, por esa razón precisamente, se está tratando de desacreditarlo desde Rusia a través de vías electrónicas operadas desde el anonimato. En Francia los partidos políticos con representación parlamentaria cuentan con el apoyo de la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Información que los asesora acerca de todo lo que tiene que ver con llamada “higiene informática”. Además, el Ministerio de Defensa ha tomado intervención en el tema.

En paralelo, algo parecido ocurre asimismo en Holanda, donde también se acusa a Rusia de interferir en el resultado de la elección local. Porque uno de los temas que allí se debaten es la actitud a adoptar por Holanda frente a un posible acuerdo comercial entre la Unión Europea y Ucrania, anatema para el gobierno ruso. Se trata de elegir entre permitirlo o vetarlo, entonces. Por esto último, Rusia estaría tratando de influir en el resultado de la elección prevista para el próximo 15 de marzo. Los mismos grupos que se infiltraron en los sistemas del Partido Demócrata en los Estados Unidos estarían ahora, se sugiere, tratando de hacer algo similar en Holanda. Lo que es inquietante, por todo lo que supone como interferencia adicional en la formación de la voluntad de un electorado extranjero.

En Alemania, por último, los partidos políticos, que también sospechan de una masiva interferencia cibernética rusa, están enfrentando activamente este problema. Particularmente respecto del uso de Facebook y de otras plataformas desde las que se pueden difundir las noticias falsas que apuntarían a perjudicar a aquellos candidatos sin demasiada simpatía por Rusia. Por ello se están estructurando aceleradamente mecanismos capaces de detectar con alguna rapidez si una noticia plantada en forma electrónica desde las redes sociales es verdadera, o no. Y, en caso de que no lo fuere, alertar a los lectores acerca de la posible falsedad de la noticia en cuestión.

Para algunos, esto es parte de lo que los rusos llaman kompromat, la técnica que tiene que ver con la difusión de noticias falsas para confundir, desprestigiar o perjudicar a algún candidato en los procesos electorales. Se trata de afectar su reputación con información que luce verdadera pero que en realidad no lo es. Deliberadamente, por supuesto. Mediante una versión moderna de los “carpetazos” criollos.

Esto consiste, esencialmente, en difundir activamente mentiras, en lo que algunos llaman “campañas negras” o “sucias”. El resultado esperado de estos desleales embates es el de minar la confianza y deteriorar la imagen del atacado, cuestionando su honestidad, así como, en su caso, también el de rehabilitar a quienes estuvieran afectados por una mala imagen.

No estamos frente a una conducta novedosa. Pero lo que es inusual es que, a través de las computadoras y de la actividad multiplicadora de las redes sociales, la diseminación de noticias falsas es no sólo muchísimo más rápida, sino sustancialmente más amplia.

Para no ser fácilmente sorprendidos en la buena fe, es necesario contar con sistemas de alerta que permitan reaccionar. Y una primera actitud de cuestionamiento, acompañada de un esfuerzo por tratar de confirmar aquellas noticias o rumores que puedan sospecharse como apócrifos. Se impone una dosis de cautela para no resultar fácilmente embaucados por aquellos que operan desaprensivamente mecanismos electrónicos distantes para la difusión, táctica o estratégica, de mentiras difamatorias.

(*) Ex embajador de la Republica Argentina ante las Naciones Unidas. Nota publicada en el diario La Nacion

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