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“Madre hay una sola”

Tanto amor tiene siempre una madre, que sean uno o quince sus hijos, tiene para todos tiempo, amor y protección personalizada. Cada uno es especial para ella, y querido puntual y diferentemente de cualquier otro, porque cada uno es único e irrepetible. 

Por Leticia Oraisón de Turpín

Orientadora Familiar

Madre hay una sola” reza el refrán popular y como todo refrán encierra sabiduría.

Madre, sólo una, porque más, sería un exceso innecesario, porque ella solita es capaz de prodigarse entera y desinteresadamente por sus hijos, sin límites ni obstáculos que le impidan dejar de atender, servir y amar a quienes gestó espiritual o físicamente desde que los tuvo dentro de su corazón.

Tanto amor tiene siempre una madre, que sean uno o quince sus hijos, tiene para todos tiempo, amor y protección personalizada.  Es la única persona que se desdobla y puede participar de varias actividades a la vez. Puede cocinar, escuchar y aconsejar; en un segundo puede curar y aliviar, resolver problemas y enigmas, extinguir enfrentamientos y coser un botón, todo a la vez, contestando una amalgama de preguntas de diversos frentes o personajes. Multiplica o divide junto con la caricia y el consuelo para uno o varios, según el caso y las circunstancias. Nada le parece imposible si hay un hijo de por medio.

Cada hijo es especial para ella, y querido puntual y diferentemente de cualquier otro hijo, porque cada uno es único e irrepetible, como su amor y su más plena manifestación.

Sólo una madre siente y se alegra o conduele con cada hijo, mimetizando su sentimiento según sea la importancia o gravedad del momento y la vivencia de ese hijo suyo que es parte y prolongación de su propio ser.

Madre es la que cría y educa, acompaña y cuida, atiende y enseña, corrige y orienta, es quién está siempre disponible y predispuesta para todas las necesidades, comprometiéndose hasta el sacrificio extremo sin retaceos ni excusas. Es mamá, y mamá no falla, no claudica ni desfallece.

La conexión de una madre con su hijo es tan intensa, que basta una mirada para comunicarse y comprenderse, dada la familiaridad cotidiana, construida día a día por el contacto, el cariño, la caricia y el abrazo frecuente, que identifica, unifica y da pertenencia.

“Madre hay una sola” porque sólo esa mujer es la que daría la vida por el hijo, aunque no lo haya parido ella, porque allí en esa persona amada, se prolonga y se realiza con plenitud, con todas sus expectativas de mejora, perfeccionamiento y progreso humano, es parte de sus sueños y también de sus desvelos y aunque resulten fallidos, sabe esperar y aceptar los aconteceres reales que la vida le va presentando.

Conoce desde siempre que el desprendimiento vendrá de a poco, con la independencia progresiva y constante, propia del crecimiento físico y espiritual de los hijos y que les alcanzará la madurez necesaria para realizarse y despegar finalmente solos.

Y aun allí, seguirá ella, la madre, dispuesta a la entrega total y audaz, valiente y osada, porque no dejará de acompañar a los hijos, hasta que finalmente la muerte la lleve a descansar junto a Dios nuestro Creador.

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