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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Innovación tecnológica

El impacto de la tecnología en el mundo del trabajo es una realidad. Por eso, debemos ser capaces de llevar adelante medidas integrales que estén a la altura de los nuevos desafíos que el mundo nos impone, cuidando de no deteriorar los empleos existentes y siendo creativos para que las nuevas generaciones de trabajadores se encuentren en condiciones y preparados frente a los cambios.

En los sindicatos y otros ámbitos, donde los trabajadores tienen influencia, deben obligarse a reflexionar sobre cómo afrontar las nuevas reglas del mundo laboral, donde la productividad y bajar los costos rigen como prioridad. Estamos frente a un nuevo contrato social en medio de una realidad de crisis de representación.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) creó una comisión sobre el futuro laboral, que elaborará un informe sobre “la forma en que se podrá forjar un futuro del trabajo que ofrezca oportunidades de empleo decente y trabajo sostenible para todos”.

Aseguran las investigaciones del organismo que, si bien los cambios tecnológicos han llevado, en última instancia, a la creación de nuevos puestos de trabajo, generalmente parten de ganancias derivadas del “ahorro de mano de obra”. De cierta forma, la supresión de puestos de trabajo viene primero y, luego, siguen las acciones compensatorias, generalmente a un ritmo más lento. Sobre el desfasaje que producen esas dos velocidades debemos concentrar nuestros esfuerzos porque trabajo implica personas, su actividad y su entorno social.

Carla Pitiot, diputada nacional y dirigente gremial de la Asociación Personal de los Organismos de Control, en una nota en infobae.com afirma que en esta línea, diversos informes sostienen que las características de este proceso dieron lugar al surgimiento del tecno-pesimismo, asociado a la idea de “desempleo tecnológico”, introducida por Keynes ya en la década del 30, y caracterizado por el ahorro de mano de obra mucho antes de que podamos encontrar nuevos usos para esta.

La innovación tecnológica ganó más fuerza después de los años 70, pero la cantidad de puestos de trabajo en general aumentó en términos tanto absolutos como relativos. Hasta la fecha, la experiencia nos ha llevado a desacreditar al tecno-pesimismo cuando se trata del resultado general en el empleo. La incógnita: ¿esta vez será diferente? 

Estamos atravesando lo que algunos llaman la “cuarta revolución industrial”, cuya característica principal es la naturaleza sin precedentes del cambio tecnológico. En este escenario la automatización y la fragmentación parecieran alentar la polarización del empleo: trabajos altamente calificados y trabajos poco calificados (no automatizables), en riesgo de eliminar un escalafón intermedio.

No existen países más o menos globalizados. El impacto de este fenómeno en el mundo es bastante homogéneo. En este sentido, la clave está en las políticas públicas que cada país lleva adelante para potenciar el fenómeno a su favor y menguar los efectos negativos. No es igual la realidad laboral de Argentina y las consecuencias de la robotización que en la mayoría de los países europeos.

En este contexto el sindicalismo es y será un actor esencial para afrontar los cambios, acompañar y orientar a los trabajadores, así como posicionar estas cuestiones en el centro del debate. La experiencia indica que aquellos países que han sabido distribuir los beneficios de la forma más equitativa posible, compensando a aquellos sectores en vulnerabilidad, son los que mejores resultados han obtenido. 

El resultado de los cambios depende de que las políticas que se apliquen tengan una visión integral, donde se contemple las condiciones del conjunto de los trabajadores y se lleven adelante procesos de adaptación a la nueva coyuntura.

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