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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Escribir la vida

Sería lo mismo pero mucho más intenso escribir con alma y vida. Viendo a cada rato tal cual las cosas. Dolorosas. Alegres. Amantísimas. Porque quien escribe no se pierde de nada, salvo que ignore ver lo que la gente sufre.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Fueron incomprensible para muchos las explicaciones dadas desde el gobierno de entonces, que hacía lo imposible para que la Revista Siete Días se desdiga de su nota “Carnaval Caté” que, desde Corrientes, firmaba el propio Rodolfo Walsh, venido para descubrir que mientras las plumas desfilaban por la avenida costanera, los pobladores aledaños al furioso río Paraná asistían involuntariamente a la celebración de Momo zambullidos hasta la cintura por las inundaciones que son un sello nuestro, anteponiendo las dos necesidades: la urgencia del desamparo y la alegría desbordante sin pena.

Algún tiempo después, el gran poeta y periodista uruguayo Eduardo Galeano decía: “Ahí quedan sus palabras, su lucidez implacable, su capacidad de hermosura. Tienen un alto nivel de calidad estas obras que marcan a fuego a los responsables de la tragedia argentina. Walsh es uno de los escritores que le devuelven a uno la fe en el oficio cuando la pobre tropieza y tambalea, estando como está el camino tan lleno de pavorreales, impostores y mercanchifles”. 

No se puede ignorar. Es la vida contándonos, acercándonos una dura realidad, pero realidad al fin. Muy a pesar me gusta escribir porque me permite expresar, abriendo todas las puertas que dejan al descubierto las angustias de la gente. Pero no me gusta la contestataria, ni tampoco la de bayonetas caladas, porque son explosiones que remiten a trincheras, sino aquella que procura que la objetividad posea tranquilidad y equilibrio, para que el mensaje tenga la altura de una escritura saludable, que no se disculpe, sino que acentúe con claridad y estilo, manteniendo en alto, no por ser certero abandonar el afecto y la calidez que la sensibilidad experimenta para describir lo bueno de lo malo, dándole carnadura, certeza.

Cubrir la vida es exponernos a todas las expresiones que ella protagoniza, porque es la suma de historias que hacen posible una vida con sus aciertos, desvelos, amores increíbles, melodías desencadenadas, poesías desveladas, palabras no dichas pero sí imaginadas, sueños, deseos, anhelos.

Dice Carlos Ulanovsky, periodista radial y gráfico, tomando la escritura como la vida a expresar: “La realidad es una serie infinita de ‘aviones’ que llegan, pero noticias es solo aquello que sorprende, conmueve y nos hace debatir. Quien escribe un artículo, un cuento o una poesía, interpreta, vincula un hecho con otro y llena baches con paladas de imaginación”.

Por la escritura he conocido personas de todo tipo que me han permitido comprender realidades que nos atan como país, sin embargo, he signado como referentes destacados a muchos que pocos saben por qué. Es que tenemos la posibilidad de enfrentarlos frente a frente y conocer muchas de las cosas que la gente no sabe, sin embargo, ellos tienen más virtudes que los encumbrados que abundan. Ese mano a mano con la verdad en la cara, es parte esencial del periodismo que ahonda y no queda vacío, solamente aplausos y palmadas de los obsecuentes que abundan en desesperado “socorro”.

Escribo mucho sobre música, sobre el arte de la palabra, sobre el cine y el teatro, porque la política y la observación final, muchas veces tal vez lapidaria, queda demostrada entre líneas no tan en primer plano para que la gente se tome el trabajo de pensar, porque pensar de seguido nos hace falta, especialmente a los argentinos, para poseer criterio propio. Amantes del bombo y del ruido somos por naturaleza, de allí siempre a los ciclos lamentables que cada cierto tiempo llegamos, desesperados y atribulados por haberlos desencadenado nosotros, no otros.

El tango argentino tiene el prodigio casi como el blues, pero no tan intenso como el primero, de poder expresar todo lo que nos pasa. Diría que los poetas antes que nada son periodistas que cantan cada cosa y cada una de las cosas que la vida nos depara. En primer lugar, convengamos que no es ficción, generalmente cada historia la han vivido, por lo menos los grandes maestros de la observación y del decir. Un hombre consustanciado con todo lo argentino, el origen provinciano, el estudio juvenil secundario y universitario, la política, los desengaños políticos y el amor, curtieron su vida alimentando un memorable quehacer ciudadano. Homero Manzi, nacido en Añatuya, Santiago del Estero, criado en Buenos Aires, ha sido el mejor narrador de la vida en todos sus aspectos. Sus poesías, denuncias políticas, manifiestos riquísimos, principios escritos, guiones de cine como “La guerra gaucha”, son una muestra de su capacidad y entereza para decirlas. Casado y con hijo, se enamoró de la cantante Nelly Omar, también casada, y entonces el silencio y la brevedad de lo prohibido generó obras memorables de su inspiración enamorada. Se dice que la bautizó “Malena” para que nada trascendiera: “Malena canta el tango como ninguna/ y en cada verso pone su corazón./ A yuyo del suburbio su voz perfuma,/ Malena tiene pena de bandoneón”. O “Ninguna”, que es una joyita del amor imposible: “No habrá ninguna igual, no habrá ninguna,/ ninguna con tu piel ni con tu voz./ Tu piel, magnolia que mojó la luna,/ tu voz, murmullo que entibió el amor”. O “Fuimos”, donde todo queda expuesto: “Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,/ que no puede vislumbrar su tarde mansa./ Fuimos el viajero que no implora, que no reza,/ que no llora, que se echó a morir”. Era un político que, cansado con la causa que abrazaba, en la militancia con Jauretche funda Forja. Preocupado por la cultura y su engarce original con la madre tierra, expresó: “Por más elevado, digno y técnicamente bello que sea el espíritu de una cultura, jamás podrá dejar de tener su conexión casual social y humana con lo raigal y popular”.

La escritura viene de la gente que, mirando, observando a fondo, alimenta una verdad que es noticia. Muchas veces o casi siempre, necesidades no escuchadas que merecen y se deben la cuota negada de visibilidad. Es una reflexión. Un llamado de atención. Dice Ulanovsky: “El no miente. Crea. Sus artículos son apuntes para una novela histórica”. Cuando escribo, pretendo que no sea en vano, que el texto transporte algo. Como la vida va y en sus alforjas repletas de urgencias. La escritura tiene eso de mágico, porque detrás del hecho uno construye en base a deducción, muchas secuencias de novedades que van tejiendo, que se van encontrando con su par, que comienzan a calzar perfectamente. Y, de pronto una historia memorable de gran humanidad que sin esas necesidades nos son comunes a todos, pero que contarlas pueden traer paz, ensamblar armonías, hacerlas vivibles y habitables. Intentar reunir anotaciones, describirlas hace posible “escribir la vida”, tal cual, y mucha gente agradecida.

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