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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

19 de noviembre

Por Juan Carlos Raffo

Fundación de Saladas: El 19 de noviembre de 1732 quedó establecido como fecha de recordación de la creación del pueblo, la que marca la llegada al lugar del doctor León de Pesoa y Figueroa quien, al abrir el Libro de Entierros, escribió de su puño y letra, en la página Nº 1 “entré a servir el Curato de Las Lagunas Saladas y sus anexos...,  como rector propio de la creación de dicha curato en la forma y manera siguiente...”.

El nombre responde a tres lagunas de agua salada que existen en la zona.

Saladas no surgió como una medida de gobierno, por lo que no se le conoce fundador, acta, fecha y demás requisitos que la Ley de Indias establecía para la fundación de un pueblo, porque en las circunstancias que arribaron al lugar aquellos vecinos augurales, huyendo de los indios, no estaban en condiciones de labrar un acta. Tampoco su objetivo era fundar un pueblo.

La radicación de pobladores en el territorio del actual departamento de Saladas comenzó con la llegada de los primeros propietarios de las estancias, cuya aspiración era explotar la tierra y el ganado.

En 1715 se realizaron las mensuras y deslindes de tierras rurales. El propulsor de Saladas, Martín Gutiérrez de Valladares, solicitó en 1718 al Cabildo de Corrientes la instalación de una escuela y, ante el obispo Fajardo de Buenos Aires, permiso para levantar una capilla, licencia que obtuvo en 1920.

Consecuentemente, en 1721, se construyó la primera capilla y el 4 de noviembre de 1731 el obispo fray Juan de Arregui firmó la creación del “Curato de las Lagunas Saladas” y designó para atención de la capilla al doctor León de Pesoa y Figueroa.    Durante el año 1732 se producen tres hechos significativos: el Cabildo ordena al capitán Nicolás González realizar una matriculación y censo de los pobladores, el que se vio interrumpido por un levantamiento popular que sucedió el 15 de julio conocido como “grito comunero” por parte de 300 saladinos que llegaron a la ciudad de Corrientes exigiendo la expulsión de los jesuitas. Fue este el primer grito de libertad que se escuchó en nuestro suelo americano, conocido como “la rebelión de los comuneros”, 78 años antes que llegara la Revolución de Mayo. A raíz de estos hechos, José Francisco de Casajuz, quien adhirió a los comuneros, fue juzgado y castigado severamente, lo que llevó a los pobladores a venerar a San José, como un testimonio al heroico comunero. 

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