Miércoles 24de Abril de 2024CORRIENTES22°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

Miércoles 24de Abril de 2024CORRIENTES22°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Franklin Rúveda: el jangadero del tiempo

Nació en la ciudad de Corrientes en 1914 y falleció en la misma ciudad en 1982. Poeta y escritor. Ejerció el periodismo. Fue fundador de la Asociación de Periodistas de Corrientes y co-fundador de la Sade filial Corrientes. Colaboró en La tribuna y Rosario de Rosario; El Territorio y Norte de Resistencia; La Provincia y El Litoral de Corrientes; El Territorio de Posadas. Algunos de sus poemarios publicados son: Pausa (1952), Regreso a Corrientes (1952 y 1971), Contorno correntino (1972) y Corrientes, mapa de latidos (1975).

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Basta con remitirse a varios de los títulos con que Franklin Rúveda dio a conocer parte de su obra para comprender cuál fue la temática que sustentó y atravesó su poética: Regreso a Corrientes, Contorno correntino, Corrientes, mapa de latidos, entre otros. 

Quizá el afán por definir y exaltar el sentir correntino, la afirmación constante de un temple identitario nació o se fortaleció con el hecho de que el poeta emigrara a la ciudad de Rosario para cursar estudios superiores. 

En la ciudad donde Belgrano creó la bandera, el poeta correntino publicó sus dos primeros libros: La piedra y el musgo y Pausa en los que inicia la búsqueda de una voz propia sobre todo en el segundo, cargado de lirismo contemplativo. Su trastierro aparece aquí no como evocación sino como un “darse cuenta” de que son otras las vivencias a las que se enfrenta vivir una ciudad más grande y cosmopolita a diferencia de Corrientes: “Vamos a mirar los barcos/que pasan por el río,/y a suponer los viajes/que nunca supusimos” (…) “Vamos a mirar los barcos/y a soltarnos de amarra por el río”. 

Hay algo de iniciático en este poema titulado Están pasando los barcos y no porque por su ciudad natal no pasaran barcos, sino porque es otro el hombre que ahora se enfrenta al mundo, de pronto sucede una anagnórisis aunque no definitiva, lo vivido se abre a la exploración y la palabra es parte de esa agnición:…”Tú, harás que un día brote del abismo,/con una clara vibración más alta/y una hondura surgiendo de mí mismo,/esa palabra que aún me falta”.

De regreso a Corrientes a finales de los 50, Rúveda se embarca en una poesía con marcado acento correntino que no desdeña lo folclórico. 

Empieza a componer letras de chamamé que muy pronto cobran notoriedad a través de grandes compositores como Sosa Cordero o Tarragó  Ros. Algunas de los temas son: El cosechero, Al sapo, Cambá bolsa, entre otros. Cobra gran popularidad entre los músicos el poema El sapucay o Juan de la Cruz, el cantor.

Acerca de la obra de Rúveda, el gran crítico y poeta goyano señala en Historia de una pasión correntina: …“quince o veinte versiones de su tema único, que pertenecen ya al patrimonio cultural, cívico y moral del pueblo que las posibilitó y él supo darle forma y contenido, precisamente porque volvió su vida sobre un solo poema continuado: la historia de su pasión correntina”.

Muestrario minimo

Esa palabra

No fue nombrada aún, 

[si bien la espero.

Tras la primera letra desvaída

y el germen leve del decir primero,

está aguardando su futura vida.

Así el polen aguarda que la abeja

hacia el fruto lo lleve proseguido,

y el ave espera, sin la pluma vieja,

que el ala extienda al vuelo retenido.

Tú harás que un día 

[brote del abismo,

con una clara vibración más alta

y una hondura surgiendo 

[de mí mismo,

esa palabra que aún me falta.

Monólogo 

Es que, ¿valen los versos? 

[¿De qué te sirven? 

Yo los necesito, 

pues no me alcanza el 

[lenguaje cotidiano 

para expresar el hallazgo 

[en que me agito. 

Son lámparas descubriendo 

[mis rincones, 

todo aquello de más íntimo 

[y de propio: 

esas mis razones, 

ese mi camino 

por donde a solas me suelto 

[en ocasiones, 

a cerciorar lo que resta del destino.

Es que con el verso 

me adueño de un bien 

[ganado por la mano,

y al sopesarlo, me siento 

[su artesano. 

De una pertenencia 

[adquiero certidumbre 

y entonces pesa, 

[el zurrón del despojado: 

porque el verso es lumbre, 

y es riqueza cierta del afán logrado. 

Y aunque mis dineros 

sean sonidos livianos en un viento 

que no vaga mucho, 

basta con saberme 

[dueño del recuento 

que en silencio escucho.

Verdad del agua

Mira la sal: 

carne seca del mar. 

Mira el polvo: 

desmenuzada carne de la sierra. 

Mira el agua,

suelto plasma de la vida. 

Mira la lenta muerte de tu carne: 

pésala de polvo y sal 

y canta.

Canta sin dolerte 

de que lleves 

lo salobre y polvoriento. 

Canta con la sal 

espumada en la marea.

Canta en la gota

Que vuelve tierra al polvo humedecido.

Canta la vivida amalgama 

de tu sal, 

de tu polvo 

y de tu agua. 

Feliz de que en ti mismo

esté la muerte

y las hondas raíces de lo eterno.

Feliz de llevar dentro 

al mismo mar, sereno y hondo, 

a cada ola, 

y a la fuerza callada de las lluvias.

Juan de la Cruz, el cantor 

Vengo de andar por la vida

y me traigo lo que es mío,

aquello que me llevara hecho ley de mis designios

mi libertad sin medidas

y mi sentir correntino.

Nada más que lo llevado 

[es lo que traigo conmigo,

a nadie pedí lo ajeno

ni su dinero al más rico,

ni su saber al más sabio

ni su horizonte al camino.

Que es mejor que cada cual

no cambie lo de uno mismo.

Yo para ser como anduve

siempre conté con lo mío

y entre fuertes fui un soberbio,

un rebelde entre caudillos

y un cantar entre mujeres

sólo ante Dios...

sólo ante Dios fui mendigo.

Me vuelvo con lo que traigo:

alma, canción y designio

y por tranquila riqueza

lo que me queda y se ha ido.

Aquello que a mí me dieron

sin que llegara a pedirlo

eso, que di porque quise

y que lo traigo vivido.

Nadie puede reclamarme 

lo que yo nunca he cedido

y lo que resta por dar

hasta cumplir mi destino

hecho canto de nostalgias,

hecho amor de mi albedrío

a mi tierra le devuelvo

como un bien restituido

en la existencia vivida

y en la esperanza que abrigo

¡ancha vida y muerte libre

sobre mi suelo querido!

El sapucay

Grito largo..., inconfundible, 

a veces reto y soberbia, 

a veces más que alborozo; 

alarido de la tierra 

que sube de sus entrañas 

y en la sangre forcejea. 

Voz total del correntino, 

pendón, resabio y violencia, 

aliento entre la picada 

si el cachapé ya se queda 

y son puntal del esfuerzo 

cuando el pantano supera. 

Pregón de sostén y alarde, 

gozo domando a la bestia, 

provocación insolente 

invitando a la pendencia 

cuando la caña se inflama 

en odios..., en odios y borracheras. 

Arabesco gutural 

al chamamé y su cadencia, 

y aplauso ingenuo y rendido 

al mozo..., al mozo que zapatea 

y una lección al caudillo 

que va explotando miserias. 

Voz de atavismo y de clima 

que desahoga latencias, 

rudo y bárbaro incentivo 

que enardece y que libera. 

la sangre así sacudida 

corre mejor por las venas.

 

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error

Comentarios