Franklin Rúveda: el jangadero del tiempo
Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Basta con remitirse a varios de los títulos con que Franklin Rúveda dio a conocer parte de su obra para comprender cuál fue la temática que sustentó y atravesó su poética: Regreso a Corrientes, Contorno correntino, Corrientes, mapa de latidos, entre otros.
Quizá el afán por definir y exaltar el sentir correntino, la afirmación constante de un temple identitario nació o se fortaleció con el hecho de que el poeta emigrara a la ciudad de Rosario para cursar estudios superiores.
En la ciudad donde Belgrano creó la bandera, el poeta correntino publicó sus dos primeros libros: La piedra y el musgo y Pausa en los que inicia la búsqueda de una voz propia sobre todo en el segundo, cargado de lirismo contemplativo. Su trastierro aparece aquí no como evocación sino como un “darse cuenta” de que son otras las vivencias a las que se enfrenta vivir una ciudad más grande y cosmopolita a diferencia de Corrientes: “Vamos a mirar los barcos/que pasan por el río,/y a suponer los viajes/que nunca supusimos” (…) “Vamos a mirar los barcos/y a soltarnos de amarra por el río”.
Hay algo de iniciático en este poema titulado Están pasando los barcos y no porque por su ciudad natal no pasaran barcos, sino porque es otro el hombre que ahora se enfrenta al mundo, de pronto sucede una anagnórisis aunque no definitiva, lo vivido se abre a la exploración y la palabra es parte de esa agnición:…”Tú, harás que un día brote del abismo,/con una clara vibración más alta/y una hondura surgiendo de mí mismo,/esa palabra que aún me falta”.
De regreso a Corrientes a finales de los 50, Rúveda se embarca en una poesía con marcado acento correntino que no desdeña lo folclórico.
Empieza a componer letras de chamamé que muy pronto cobran notoriedad a través de grandes compositores como Sosa Cordero o Tarragó Ros. Algunas de los temas son: El cosechero, Al sapo, Cambá bolsa, entre otros. Cobra gran popularidad entre los músicos el poema El sapucay o Juan de la Cruz, el cantor.
Acerca de la obra de Rúveda, el gran crítico y poeta goyano señala en Historia de una pasión correntina: …“quince o veinte versiones de su tema único, que pertenecen ya al patrimonio cultural, cívico y moral del pueblo que las posibilitó y él supo darle forma y contenido, precisamente porque volvió su vida sobre un solo poema continuado: la historia de su pasión correntina”.
Muestrario minimo
Esa palabra
No fue nombrada aún,
[si bien la espero.
Tras la primera letra desvaída
y el germen leve del decir primero,
está aguardando su futura vida.
Así el polen aguarda que la abeja
hacia el fruto lo lleve proseguido,
y el ave espera, sin la pluma vieja,
que el ala extienda al vuelo retenido.
Tú harás que un día
[brote del abismo,
con una clara vibración más alta
y una hondura surgiendo
[de mí mismo,
esa palabra que aún me falta.
Monólogo
Es que, ¿valen los versos?
[¿De qué te sirven?
Yo los necesito,
pues no me alcanza el
[lenguaje cotidiano
para expresar el hallazgo
[en que me agito.
Son lámparas descubriendo
[mis rincones,
todo aquello de más íntimo
[y de propio:
esas mis razones,
ese mi camino
por donde a solas me suelto
[en ocasiones,
a cerciorar lo que resta del destino.
Es que con el verso
me adueño de un bien
[ganado por la mano,
y al sopesarlo, me siento
[su artesano.
De una pertenencia
[adquiero certidumbre
y entonces pesa,
[el zurrón del despojado:
porque el verso es lumbre,
y es riqueza cierta del afán logrado.
Y aunque mis dineros
sean sonidos livianos en un viento
que no vaga mucho,
basta con saberme
[dueño del recuento
que en silencio escucho.
Verdad del agua
Mira la sal:
carne seca del mar.
Mira el polvo:
desmenuzada carne de la sierra.
Mira el agua,
suelto plasma de la vida.
Mira la lenta muerte de tu carne:
pésala de polvo y sal
y canta.
Canta sin dolerte
de que lleves
lo salobre y polvoriento.
Canta con la sal
espumada en la marea.
Canta en la gota
Que vuelve tierra al polvo humedecido.
Canta la vivida amalgama
de tu sal,
de tu polvo
y de tu agua.
Feliz de que en ti mismo
esté la muerte
y las hondas raíces de lo eterno.
Feliz de llevar dentro
al mismo mar, sereno y hondo,
a cada ola,
y a la fuerza callada de las lluvias.
Juan de la Cruz, el cantor
Vengo de andar por la vida
y me traigo lo que es mío,
aquello que me llevara hecho ley de mis designios
mi libertad sin medidas
y mi sentir correntino.
Nada más que lo llevado
[es lo que traigo conmigo,
a nadie pedí lo ajeno
ni su dinero al más rico,
ni su saber al más sabio
ni su horizonte al camino.
Que es mejor que cada cual
no cambie lo de uno mismo.
Yo para ser como anduve
siempre conté con lo mío
y entre fuertes fui un soberbio,
un rebelde entre caudillos
y un cantar entre mujeres
sólo ante Dios...
sólo ante Dios fui mendigo.
Me vuelvo con lo que traigo:
alma, canción y designio
y por tranquila riqueza
lo que me queda y se ha ido.
Aquello que a mí me dieron
sin que llegara a pedirlo
eso, que di porque quise
y que lo traigo vivido.
Nadie puede reclamarme
lo que yo nunca he cedido
y lo que resta por dar
hasta cumplir mi destino
hecho canto de nostalgias,
hecho amor de mi albedrío
a mi tierra le devuelvo
como un bien restituido
en la existencia vivida
y en la esperanza que abrigo
¡ancha vida y muerte libre
sobre mi suelo querido!
El sapucay
Grito largo..., inconfundible,
a veces reto y soberbia,
a veces más que alborozo;
alarido de la tierra
que sube de sus entrañas
y en la sangre forcejea.
Voz total del correntino,
pendón, resabio y violencia,
aliento entre la picada
si el cachapé ya se queda
y son puntal del esfuerzo
cuando el pantano supera.
Pregón de sostén y alarde,
gozo domando a la bestia,
provocación insolente
invitando a la pendencia
cuando la caña se inflama
en odios..., en odios y borracheras.
Arabesco gutural
al chamamé y su cadencia,
y aplauso ingenuo y rendido
al mozo..., al mozo que zapatea
y una lección al caudillo
que va explotando miserias.
Voz de atavismo y de clima
que desahoga latencias,
rudo y bárbaro incentivo
que enardece y que libera.
la sangre así sacudida
corre mejor por las venas.
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