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Vocación y comunidad

Por José Ceschi

¡Buen día! ¿Hablar de pudor, hoy? ¿En estos tiempos de destape? Precisamente, por eso, hoy más que nunca se lo necesita como se necesita más el agua cuanto mayor es el incendio.

Víctor Hugo definió el pudor como “la piel del alma”. Al igual que la epidermis corporal, el pudor protege el alma para que no la infecten los elementos nocivos que tienden a invadirla.

 Hace un tiempo el equipo de teología del Episcopado Argentino ha publicado un documento que se titula “El pudor, defensa de la intimidad humana”. Hay allí varias reflexiones interesantes. Quisiera acercarle algunas:

“El pudor entraña posibilidades pedagógicas y merece, por tanto, ser valorizado. Niños y jóvenes aprenderán así a respetar el propio cuerpo como don de Dios, miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo; aprenderán a resistir el mal que los rodea, a tener una mirada y una imaginación limpias y a buscar manifestar en el encuentro afectivo con los demás un amor verdaderamente humano con todos sus elementos espirituales.

“Exhortamos a los padres y educadores a esforzarse en presentar a los jóvenes, modelos concretos y atrayentes de virtud, a desarrollar el sentido estético, despertando el gusto por la belleza presente en la naturaleza, en el arte y en la vida moral. 

Es indispensable que se eduque a los jóvenes para asimilar un sistema de valores sensibles y espirituales en un despliegue desinteresado de fe y amor. Tales valores encuentran su expresión privilegiada en la amistad, que es el vértice de la maduración afectiva. La educación para la amistad puede llegar a ser factor de extraordinaria importancia para la construcción de la personalidad en su dimensión individual y social. Los vínculos de amistad que unen a los jóvenes de distinto sexo contribuyen a la comprensión y a la estima recíproca, siempre que se mantenga en los límites de normales expresiones afectivas”.

¡Hasta mañana! 

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