“Cacho” González Vedoya: el ladrillero del silencio
En alguna vieja entrevista “Cacho” González Vedoya decía algo así como “yo no podría vivir en una ciudad que no tuviera río”. Esta afirmación que sin duda señala una declaración de principio y por qué no de “fin” es también la clara definición de una poética que lleva décadas revelándonos un modo de ser y sentir del hombre correntino en relación con el paisaje, pero no desde los condimentos folclóricos sino desde el despliegue de las potencias íntimas capaces de trascender toda medianía “comarcal”.
La agudeza poética de González Vedoya radica en aquello que propone Paul Valéry: “En los poemas más claros es lo oscuro lo que actúa”, es decir, esa sencillez con que se manifiesta la palabra del poeta itateño deviene de unos mecanismos complejos de emociones, reflexiones, e intuiciones que llegan a nosotros como si se nombrara el mundo por primera vez.
Hace unos años, celebrando la esperada aparición de su poesía reunida bajo el título de El ángel del baldío señalábamos lo siguiente: “La poesía de González Vedoya pasa igual que una hueste silenciosa y en ese pasar va dejando una estela que se expande en un universo pequeño (que cabe en la palma de la mano) y a la vez inconmensurable donde perpetuamente está rozando el “allá ité”, donde la finitud del hombre invoca a Dios: un niño de barro que juega a amar al río disgregándose en sus orillas. Ese hálito que todo lo impregna, ese ponchito tejido con hebras de rocío se agita, pasa, se detiene, y, en ese movimiento, se va convirtiendo casi en un susurro, una canción para ser oída como quien se despide del mundo o quien es un recién llegado porque: “Muy pronto todo será verdad/Voy a nacer hacia abajo./Desde la oscuridad/desde el amor con avidez de olvido”.
Cual un poeta “alfarero”, González Vedoya modela con paciencia su palabra que acaso le permite re-conocer el mundo vivido y soñado a la vez. Habrá que elegir el barro, habrá que entender qué dice este cuando cae la tarde o los grillos reclaman su ración de amor; habrá que insuflarlo de un aliento de los altos aires o de las raicillas más brillantes que pronto alumbrarán el palmar que se recuesta sobre el río. Habrá que reconocerse alfarero, pero antes ser el barro más humilde (humus); “¿De dónde sale la muerte?” se pregunta el poeta. “¿Del tiempo?/¿Del olvido?/¿Habrá que esperar hasta caer de arrugas?/¿O hay que sacarse la muerte de adentro/todos los días/cicatriz por cicatriz?”.
El poeta alfarero, el poeta demiurgo, el que maneja los hilos de la “pandorga” que siempre está volando, que siempre está remontando las manos invisibles del viento y que alimenta la sustancia de su creación con un juego dialéctico tan sencillo como profundo: raíz que sabe cantar y que pronto será altura: “… el cielo era un tejido/por donde se entreveía la claridad de Dios” (…) “salgo a conquistarte/memoria por memoria/aunque mi única arma sea el canto”.
Muestrario minimo
Dispuesto a nacer
Desde este extraño lugar comenzará la vida
puedo escuchar pasos que producen
[cataclismos a mi alrededor
Hay campiñas intactas que me esperan hay ríos y
[mares formándose del otro lado del silencio
No es un espejismo el cielo ni las arenas de las playas [ni las flores, ni el viento que las rodea
La tierra no ha sido aún pisoteada ni salivada
Con un pequeño espacio más el universo
Con un pequeño espacio menos el átomo
Muy pronto todo será verdad
Voy a nacer hacia abajo
Desde la oscuridad
[desde el amor con avidez de olvido
Hay un hombre que está triste
Hay un hombre que está triste
y el óxido del vino le relumbra en los ojos
Por encima del sombrero
se le oculta el domingo
Está como guardado en la taberna
Despojado de gestos y palabras y atizando el silencio
A veces conjuga su nombre hasta el cansancio
y lúcido de alcohol
le habla a la muerte en el oído
A mi madre, Juana Ramona
Mi madre cuando ponía la mesa
ponía la vida
y cuando partía el pan
de entre los dedos le salía el sol
y si sonreía todas las cosas entraban en equilibrio
Ahora, después de mucho tiempo
mi madre ya no está
y cuando yo pongo la mesa
siento que en silencio
viene la vida
y se pone
A mi padre, Juan Genaro
Mi padre tenía la voz oscura
y la palabra clara
le gustaba ponerse en cruz
bajo el dintel de la puerta
su andar por la tierra era pesado
pero era así como volaba
le bastaba una canción
para que se le alegre el mundo
mi padre era poeta
y por él un día comprendí
porqué el hombre comienza en el barro
y termina en las estrellas
Hizo Alá al caballo
Hizo Alá al caballo
de curvas encontradas lo fue haciendo
le dio también su furia
y después
de golpe lo soltó viento en el viento
Y desde allí los dos andamos los caminos
montando en pelo la sangre enardecida
No importa si la muerte va adelante
a un costado la siesta nos cobija
a plena luz en la mitad del día
el día se interpone entre nosotros
Yo vuelvo a ser de barro
y él de viento
pero los dos sabemos bien que en algún sitio
seremos nuevamente hombre y caballo
galopando hacia el río por sedientos
El caballo y el río
No por el camino
por el aire viene
Por el aire duro de la media siesta
por el aire blando que baja hacia el río
Con las crines sueltas
los huesos como alas
No por el camino
por el aire viene
El caballo queda parado en la costa
y el río galopa sobre su pelambre
A la media siesta el caballo sabe
que el río en el río
se mete en su cauce
Viene el caballo galopando
Viene el caballo galopando
del establo hacia el viento
y desde el viento hacia el río
por el declive de la tarde viene
con toda la sangre polvorienta
rozando las chicharras y los grillos
Seguro de sus crines y su olfato
como si Dios lo mirara complacido
viene el caballo galopando
Y el caballo parece un espejismo
un relincho curvado sobre el aire
es otro sol que baja retozando
a mirarse la cara en el remanso
Cuando el caballo levanta la cabeza
el río saciado se levanta
Después hacia el ocaso cuando vuelva
de arena y de relincho galopando
trayendo sobre el lomo todo el aire sudado
desde el río hacia el viento
y desde el viento al establo
por los ojos le vendrá continuando el agua
y prendido a sus crines el remanso
¿Te gustó la nota?
Ranking
Comentarios