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/Ellitoral.com.ar/ Campo

Los antecedentes cercanos y el control en territorio

En la Argentina, el último episodio de fiebre aftosa detectado fue en Corrientes en 2006 y el anterior en 2003 en Tartagal –Salta–, que estuvo precedido por un brote grave de más de 2.000 focos entre 2000 y 2001, surgido un año después de la sanción de un decreto que ordenaba el cese de la vacunación obligatoria.

Por caso, la experiencia y los expertos coinciden en que la vacunación asegura el resguardo de los rodeos, apoyada en un manejo fiscalizado de la hacienda en el territorio. La formulación utilizada en el país contiene cuatro cepas, de las más comunes en el Cono Sur de América, y se suministra en un calendario específico según la zona en rodeos bovinos y bubalinos.

“Ante la denuncia de una sospecha, que puede hacerla el productor o alguien que observe animales con posibles síntomas, el Senasa interviene a través del veterinario local”, describió Rodolfo Bottini, jefe del Programa de Fiebre Aftosa del Senasa. El profesional puede descartar el caso clínico, que el diagnóstico le genere dudas y tome muestras para analizar en el laboratorio o que confirme la enfermedad.

“Si las pruebas confirman la enfermedad, se denuncia el caso ante la OIE y se monta un área de control”, observó Bottini. En principio, se bloquea el movimiento de hacienda en un radio de 13 kilómetros alrededor del establecimiento afectado y también se recomienda que las personas en contacto con la enfermedad eviten acercarse a otras poblaciones susceptibles, ya que, si bien el virus no afecta a humanos, una persona puede aspirarlo y luego excretarlo –puede permanecer vivo hasta una semana en el tracto respiratorio–.

Asimismo, se realiza una investigación epidemiológica para identificar todos los animales que hayan ingresado o egresado de la zona durante los 30 días previos al inicio del foco. En función de eso, se inspeccionan las unidades que registraron movimiento y se inhabilitan para el tránsito animal hasta corroborar que no tienen el virus.

Rápida reacción

Dada la capacidad evolutiva del virus y la velocidad con que se dispersa, la mejor estrategia es tardar el menor tiempo en diagnosticarlo. En este sentido, si la enfermedad se confirma, los estudios posteriores deben aislar –lo más pronto posible– el virus para identificar la cepa que atacó, determinar si la vacuna utilizada ofrece inmunidad contra la cepa de campo y prever estrategias de vacunación específicas para contener los focos.

Para corroborar si la inmunidad que confiere una vacuna produce protección frente a una cepa de campo –científicamente denominado protección cruzada–, el Inta junto con el Conicet puso a punto una serie de técnicas serológicas que, con buenos resultados en las experimentaciones argentinas, se transfirieron al Laboratorio Mundial de Referencia en Fiebre Aftosa para la OIE en Pirbright, Reino Unido.

Lo mismo se realizó con laboratorios de Sudáfrica y Australia, interesados en esta tecnología que mejora la capacidad predictiva de la serología y reemplaza pruebas costosas que debían realizarse sobre el animal vivo. En la Argentina, el laboratorio central del Senasa también es designado como Laboratorio de Referencia en Fiebre Aftosa para la OIE.

Alejandra Capozzo, investigadora del Conicet a cargo del Laboratorio de Inmunología Veterinaria Aplicada del Instituto de Virología del Inta, destacó la importancia de los acuerdos de transferencia, debido a que permiten validar el funcionamiento de las técnicas a partir de su empleo en ensayos de protección cruzada con muestras de todo el mundo.

De la articulación del Inta con el Conicet nacieron dos nuevas técnicas in vitro: un test Elisa para medir la avidez de los anticuerpos específicos y otro que identifica qué variantes de anticuerpos se unen al virus. “Combinadas, estas técnicas, ya validadas en la Argentina con resultados satisfactorios, proveen mucha más información que las técnicas clásicas en relación con la posibilidad de determinar si una cepa vacunal puede proteger contra una nueva variante del virus que surja en el campo”, valoró Capozzo.

“Si nuestras técnicas tienen buenos resultados, podrían ser incorporadas a los manuales de la OIE en el futuro, sobre todo porque son de sencilla aplicación y de utilidad para países con bajos recursos donde el virus es endémico”, señaló la especialista.

Desde el punto de vista de la investigación, Mariano Pérez Filgueira celebró la trayectoria y el trabajo articulado entre las instituciones nacionales que conforman el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, así como el reconocimiento que recibe la ciencia del Inta en los circuitos internacionales de investigación en fiebre aftosa.

El instituto forma parte de la Red Interinstitucional de Investigación y Desarrollo en Fiebre Aftosa (Riidfa), generada luego de la crisis de 2001 a partir de la unión de laboratorios del Inta con otros del Conicet, Senasa y Biogénesis Bagó SA, única empresa de manufactura de vacunas en pie en ese momento.

De igual modo, el Inta participa en la Alianza Internacional para la Investigación de Fiebre Aftosa (GFRA), que reúne a los laboratorios de investigación de todo el mundo y se dedica al seguimiento de los logros científicos vinculados con el control de la enfermedad.

“Nuestro país es un modelo de referencia en el control de la enfermedad con vacunación, el más importante en Latinoamérica y muy respetado a escala internacional”, apuntó Pérez Filgueira, quien agregó: “La fortaleza de nuestra estrategia contra la fiebre aftosa no sólo radica en el desarrollo técnico-científico, sino en toda la estructura de aplicación de las vacunas, que cuenta con un gran apoyo y compromiso de los productores, así como de los numerosísimos profesionales veterinarios que llevan adelante cada año las campañas de vacunación obligatorias organizadas por el Senasa”.

En este sentido, Alejandro Schudel, director de la Fundación para la Promoción de la Sanidad Animal y la Seguridad Alimentaria (Prosaia), también destacó los buenos resultados de la estructura sanitaria contra fiebre aftosa de la Argentina y la importancia de la articulación que incorpora, caracterizada por “un fuerte componente de interacción público/privada”.

“Esta estructura podría ser utilizada como base para la implementación efectiva de otros planes de control sanitario, sobre todo para lograr la certificación sanitaria de los establecimientos y adecuarlos a las exigencias actuales de la Seguridad Sanitaria de los alimentos, un aspecto fundamental para facilitar el acceso a nuevos mercados en forma transparente y segura”, explicó Schudel.

 

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