Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES22°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES22°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Intolerancia, violencia: problemas culturales

Por Claudio Romero 

El autor es legislador porteño por Vamos 

Juntos. Nota publicada en infobae.com

La sociedad argentina está enferma de intolerancia y violencia. El resentimiento está creando una bomba de tiempo. A qué punto se ha llegado que ni siquiera podemos presenciar un partido de fútbol, cada uno hace en la calle lo que se le da la gana, se ha perdido el respeto a las instituciones y a la autoridad. No hay orden que valga.

Estamos enfrentando un severo retroceso en cuanto a la pérdida de aceptación y cumplimiento de normas elementales de convivencia. 

Se ve a diario cómo grupos de enmascarados apedrean a la Policía por cualquier motivo, otros a cara descubierta -borrachos y drogados- atacan a futbolistas dentro de un micro, taxistas destruyen y persiguen a los Uber, piqueteros obligan a los patrulleros a retroceder, un diputado se trepa a un camión hidrante para impedir que avance contra quienes cometen desmanes, otro usa una fotografía falsa para inculpar falazmente al gobierno de las agresiones.

La falta de respeto hacia la autoridad, encarne esta en las instituciones o en personas dotadas democráticamente para ejercerla, está llevando a los argentinos a un estado límite de anomia, de degradación de las reglas sociales dentro de la comunidad.

No es la carencia de leyes la que provoca esa anomia. Sobran leyes en la Argentina. No es la ausencia de normas la que habilita las conductas antisociales. Hay suficientes códigos de convivencia legislados. Esto ya es un problema cultural.

Los hijos desconocen la autoridad del padre y de la madre desde la adolescencia, alumnos atentan contra la autoridad de maestros y profesores por exigencias normales, trabajadores protestan más allá de sus propios derechos, piqueteros obstruyen arterias de la ciudad contra otros trabajadores, las protestas callejeras expresan una agresividad inexplicable contra la Policía.

En muchos de esos casos se producen violaciones contravencionales, pero no a las leyes. Sin embargo, en decenas de hechos televisados los argentinos ven cómo también se producen delitos flagrantes que merecen castigo. Son apresados, demorados, y la Justicia los libera en el mismo día con argumentos garantistas sin sustento.

La vida de los argentinos es un caos. Todos pensamos qué mundo legaremos a nuestros hijos y a nuestros nietos si persiste esta anomia, frente a la que los representantes políticos tenemos una enorme responsabilidad.

La Argentina arrastra una historia de violencia tras la cual cualquier reacción gubernamental o de las fuerzas de seguridad frente al vandalismo se constituye en “represión”. Han pasado 35 años desde que los militares dejaron de reprimirnos. Hoy existe libertad de expresión oral, de circulación y protesta, pero daría la impresión de que mientras la sociedad goza de mayores libertades, algunos grupos, falsamente populares, añoran correr los límites hasta lo indecible.

Los mecanismos de control se han vuelto insuficientes en este proceso de revertir tal alienación. Las técnicas de diálogo y negociación son infructuosas para devolver una calma saludable a la sociedad. La asociación entre medios y fines se está debilitando y la sociedad argentina se encamina hacia el quiebre de su propio entramado.

El inmejorable paréntesis de la reunión del G20 dio un respiro y generó una expectativa acerca de la formas de retornar a la normalidad.

El sociólogo Emile Durkheim señala que cuando un grupo, o una sociedad, está unido, desarrolla una cantidad determinada de normas para regular el comportamiento y mantener el orden dentro de él, estableciéndose así límites para las aspiraciones, los logros y las acciones individuales para darle una cierta seguridad al conjunto.

El hombre que más estudió la anomia dice que es imposible pensar en la acción social de una forma absolutamente libre, porque sin normas no pueden existir los convenios para la armonía social, ni guías que contribuyan con una conducta lineal que resulte favorable para la comunidad. Es a través de las expectativas del grupo o la sociedad que pueden actualizarse las relaciones y compartirse un entorno cultural común.

La grieta ideológica en la Argentina puede ser una de las razones del quiebre social, pero también la insatisfacción por la falta de límites a los desbordes expone a un enorme sector de la sociedad -impotente frente a la violencia- a nuevas desilusiones. Desean íntimamente leyes y Justicia más duras que restablezcan el orden.

No es normal lo que vivimos, la naturalización de la violencia es un error que puede conducir a los pueblos a caminos sin retorno. Actuar en consecuencia es imprescindible.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error