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Cine y libertad

Por José Ceschi

¡Buen día! “El juicio global de la Iglesia sobre esta forma de arte (el cine), al igual que sobre todo arte auténtico, es positivo y lleno de esperanza. Hemos visto que las obras de arte de la cinematografía, capaz de ocuparse de temas de gran significado e importancia desde el punto de vista ético y espiritual, pueden despertar el interés del espíritu humano. Pero, por desgracia, algunas producciones cinematográficas merecen críticas, incluso severas, y desaprobación. En el caso de las películas que distorsionan la verdad, oprimen la auténtica libertad, o muestran escenas de sexo y violencia que ofenden la dignidad humana. Los productores se engañan al hacer este tipo de películas en nombre de la libertad de expresión artística”. Estas palabras fueron pronunciadas por Juan Pablo II (17.3.95) ante la asamblea plenaria del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales. El tema de la libertad en el arte cinematográfico fue uno de los más subrayados:

“La libertad es un bien humano indivisible. No se la puede invocar para justificar el mal moral o para absolver un comportamiento degradante y, en especial, si se tiene presente la falta de espíritu crítico con que la mayoría de la gente acepta la fuerte influencia persuasiva del cine. La Iglesia, cuando alienta y aprueba las películas que fortalecen y elevan el espíritu humano, y desaprueba la producción y visión de películas que presentan y aceptan la depravación humana, no trata de limitar la creatividad, sino que más bien desea liberar los talentos creativos e impulsarlos a perseguir los ideales más elevados de esta forma de arte.

El arte auténtico se basa en la verdad, la bondad y la belleza. Su finalidad debe consistir en servir el bienestar integral y al desarrollo de aquellos a quienes se dirige. Recuerdo las palabras que los padres del Concilio Vaticano II dirigieron a los artistas en su sesión conclusiva: ‘Este mundo en que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es la que pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste ante la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comulgar en la admiración’...”.          

¡Hasta mañana! 

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