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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

El lugar del Viejo queda vacante para siempre

Por José Luis Zampa

Periodista

Ex secretario de Redacción de El Litoral

El Viejo, don Gelmi, ese gruñón entrañable y lleno de ternura, el abuelo postizo de mi hijo cada vez que nos veíamos para hablar de la vida en su despacho del diario El Litoral, muchos años después de que dejáramos de trabajar juntos. Un periodista con mayúsculas. Un inoxidable que resistió la jubilación para continuar al frente de su propia página en el diario cuya línea editorial supo conducir durante tantos años. Ese era Carlos Gelmi, a quien no podremos olvidar jamás.

El autodidacta que salió de su Esquina natal para llegar al pináculo de la prensa escrita como secretario general de Clarín en los tiempos de Roberto Noble, nada menos. El reportero que se las ingenió para cubrir el último duelo legal de la historia argentina, entre el diputado radical Agustín Rodríguez Araya y el general Rodolfo Larcher, con Alfredo Palacios de padrino. El mismo que brilló en la redacción del Miami Herald como un joven cronista capaz de entrelazar los hechos de la actualidad con una prosa impecable, tan florida como precisa, tan sabrosa como certera.

Gelmi nos dejó huérfanos un Día del Padre y de pronto el clima festivo de la fecha devino en nubes de melancolía cargadas de recuerdos. Imposible no sonreír en medio de tanto dolor al rememorar sus picantes intervenciones en medio de la redacción, con el vozarrón que usaba para mandar a su estilo, con la firmeza bondadosa del que sabe y no se ufana de saber. Con la pericia del experto que comparte sus secretos a medida que va marcando el camino a las generaciones que vienen.

Se fue un papá periodístico de muchos. Un referente cuya envergadura difícilmente pueda ser parangonada en Corrientes, donde el viejo se destacaba por haber mantenido una conducta sin máculas a pesar de las penurias que a veces afronta un trabajador de prensa de raza que, como él, decide vivir sin esponsoreos de baja estofa, a costa de un sueldo modesto y sin lujos, suficiente para criar a los hijos y orientarlos por el derrotero del bien, como supo hacerlo junto con su compañera de toda la vida.

Nada será igual a partir de ahora. La pluma del escriba más experimentado de la provincia y la región quedó guardada en el cajón de un escritorio sin dueño. Nadie hereda a Gelmi. Era demasiado bueno, demasiado grande, demasiado buen tipo como para que otro ose tomar su lugar. En su caso, como ocurre con las grandes estrellas del deporte, la camiseta del viejo queda vacante para siempre, honrada por los que tuvimos el honor de ser conducidos por su genio.

En estas horas la desolación paralizante provocada por la ausencia irremediable de Carlos Gelmi contrasta con el recuerdo luminoso de un caballero de las palabras, un custodio de la verdad, un cronista inimitable de la realidad. No me queda más que decir gracias por tanta ejemplaridad. Y un compromiso sellado a fuego: el día en que mis hijos necesiten un mojón orientador para ser dignos de respeto, les haré conocer tu legado viejo querido.

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