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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Lecciones de un periodista de la vieja escuela

Por Hernán Molina

De la Redacción de El Litoral

Hace una semana nos enterábamos del fallecimiento de Carlos Gelmi. Para mí y para muchos “Don Gelmi”. El periodista de intachable trayectoria que estuvo al frente del decano de la prensa correntina desde mediados de los 70, y con quien tuvimos el privilegio de compartir la Redacción hasta hace pocos días. Un analista político y principalmente social, con un estilo inconfundible. Un apasionado cronista de las desventuras de la aldea global y local, desde su particular visión, que nos deja un invaluable legado para la nueva generación de trabajadores de prensa.

Las páginas dedicadas al director periodístico del diario El Litoral subrayaron días atrás que se fue un maestro, un padre del periodismo, paradójicamente en el Día del Padre. Nosotros le dijimos adiós y hasta siempre, a aquel que veíamos llegar a paso pausado y silencioso, y deambular por el diario en busca de un cómplice a quien comentar, casi siempre con ironía, sobre las declaraciones “poco felices” de un político, el resultado de un partido de fútbol o inclusive alguna novedad de la farándula vernácula.

Quienes lo conocieron como amigo o maestro, destacan su carácter gruñón, cascarrabias, como una coraza que supo mantener, pero que decía poco de sus características más nobles. Una de ellas, sin duda, fue la humildad. Nunca en mis más de 10 años en el diario lo escuché “chapear” la carrera que supo lograr en uno de los medios más importantes del país, ni imponerse a los gritos, ni utilizar términos rebuscados para decir lo que tenía que decir, en sus páginas de los domingos. Una humildad que adquiere un valor mayor cuando observamos cada vez más que el ego se ha convertido en uno de los principales defectos de tantos periodistas nacionales y locales que deciden hablar desde el púlpito, como inexorables dueños de la verdad.

Varias veces lo escuché señalar esta contradicción. El periodista se ha ubicado como protagonista de la noticia, tergiversando su rol de representante de “gente a la que no vemos, pero sabemos que está del otro lado”. Así dijo en una entrevista radial hace un par de años. Una noción clara de para quiénes trabajamos, que dio forma a su modo de escribir sencillo y cercano al lector.

Sin ir más lejos, en su última nota publicada a principios de mes “Confusiones de un machirulo”, está presente esa manera singular de dar cuenta de la realidad, a través de una descripción crítica del presente argentino, donde se mezcla la economía nacional “…o recurramos al FMI, que esa milonga ya la conocemos”, y la fiebre mundialista “…hoy abrimos un engorroso capítulo de la historia de nuestras pasiones capaz de superar todas las diferencias, aún las del bolsillo, y ponerle el pecho a cualquier contingencia aunque cueste un crédito y la mitad de otro”, poniendo el acento en que “sólo el argentino de a pie, sigue en la misma: tambaleando y tirando para llegar a fin de mes como un auténtico machirulo, confundido en un debate que ya escuchó muchas veces…”.

Podemos decir que enseñó desde la coherencia, la seriedad y la pasión por su trabajo. Sin pretensiones de notoriedad, más que las ganadas por el camino recorrido, este periodista de la vieja escuela nos demostró que siempre es mejor plantear preguntas que respuestas. Que él “no se” también vale, y no por eso se nos van a caer los anillos. Y que los silencios son preferibles, a las habladurías infundadas y peligrosamente dañinas.

Para esta última parte, me permito reproducir el primer párrafo de lo escrito por Claudio Gelmi, a pocas horas de la muerte de su padre. “La muerte nos permite, muchas veces, replantearnos las prioridades y las urgencias. Darnos cuenta de lo equivocados que andamos tantas veces perdiendo oportunidades y energías en esfuerzos y disputas que nos distraen de la principal tarea que debiera ocupar la mayor parte de nuestro tiempo, ese irrecuperable e invalorable tiempo que se nos escapa de las manos y que nos negamos a darnos cuenta de que al perderlo no lo recuperamos más. Tiempo perdido, oportunidad perdida”. Quizás una enseñanza más que a través de su legado, nos deja Don Gelmi. 

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