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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Problemas para la reelección

A la suba del dólar, la inflación muy alta y el freno de la economía, el presidente Mauricio Macri le sumó hace meses el debate por la ley de despenalización del aborto. Justamente él fue quien lanzó la discusión en el Congreso para contrarrestar las complicaciones económicas. Pero si la ley para interrumpir el embarazo sin consecuencias legales iba a abrir una grieta en el peronismo, lo que sucedió finalmente es que la grieta resulta mucho más profunda en Cambiemos. Y es la figura amenazante del Papa Francisco la que agita el viento en medio de la tormenta que atraviesa el oficialismo.

Todo parecía bajo control para Macri hasta que apareció una foto que lo hizo tambalear. La selfie en la que se mostró María Eugenia Vidal junto a un militante antiabortista en la Catedral de La Plata el pasado 9 de julio. La sonrisa gana votos de la gobernadora al lado de un pañuelo celeste conmovió la estructura habitualmente sísmica del Frente Cambiemos. Si el viaje de Vidal a El Vaticano, junto con la ministra macrista Carolina Stanley, ya había alterado algunos ánimos en la Casa Rosada, la foto difundida rápidamente y viralizada en las redes sociales por los sectores antiabortistas cayó como una bomba en el triángulo del poder que conforman Macri, el jefe de gabinete Marcos Peña y el influyente consultor ecuatoriano, Jaime Durán Barba.

Fernando González dice, en el diario Clarín, que la hipótesis en ese territorio está clarísima. Para ellos, el Papa puso en marcha una ofensiva cuyo objetivo final es perjudicar a Macri, a quien Bergoglio considera el primer motor inmóvil de la movida abortista en la Argentina. El Presidente ha dicho en varias ocasiones que está en contra del aborto, pero fue él quien impulsó la discusión del proyecto que ya tiene media sanción en Diputados. Y sus últimas expresiones confirman ese camino. 

Hace unos días, el periodista Ignacio Miri publicó en Clarín algo que nadie podrá desmentir. “Esto es una discusión sobre los derechos de las mujeres a decidir y no sólo sobre una cuestión de salud” es la frase que Macri repite en estas horas. El tema está saldado. No habrá veto si el aborto se convierte en ley el próximo 8 de agosto en el Senado.

La sanción parlamentaria de la despenalización del aborto golpeará como un terremoto en la política argentina y, sobre todo, en el corazón de la coalición oficialista. Por eso crece la tensión por el tratamiento del debate en el Senado y el Gobierno sigue de cerca el proyecto alternativo de tres legisladores cordobeses que proponen una ley de aborto con algunas modificaciones. Un resultado consensuado podría atenuar al menos el grado de confrontación entre los sectores más radicalizados a favor y en contra de la legalización. 

La vicepresidenta Gabriela Michetti y Federico Pinedo, ambos contrarios a la despenalización, siguen de cerca la evolución de la iniciativa cordobesa. Lo mismo le sucede al peronista Miguel Pichetto, ahora a favor de la ley tras 12 años de silencio antiabortista abrazado a los Kirchner. Y también a los diputados que ya la dieron media sanción en la Cámara baja. Todos temen el día después, en el que deberán volver a convivir aquellos que estuvieron a un lado y a otro de la grieta.

Es que la discusión por la ley del aborto transita momentos de violencia inusitada, aun entre quienes se conocen de toda la vida y comparten visiones políticas e ideológicas salvo en este punto sensible.

Más allá de estos problemas, que son verdaderos, preocupantes y por ahora no tienen solución, Macri está de nuevo en campaña electoral. En cuarenta y ocho horas dio una conferencia de prensa, un discurso en la Bolsa de Comercio y jugó 22 minutos al contacto virtual en Instagram.

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