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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Los migrantes y la política de disuasión

La ONU ha hecho sonar la alarma: 850 migrantes han muerto en solo dos meses (junio y julio) en el Mediterráneo, un 28% más que en el mismo periodo de 2017. Esta ola de muertes -los ahogados este año suman 1.500- ha coincidido con la intensificación de la política de disuasión emprendida por los gobiernos europeos. Acnur y las ONG señalan, además, que la cifra es especialmente preocupante porque muchos menos migrantes emprenden ahora la travesía.

Con la Italia del xenófobo Matteo Salvini -ministro del Interior- al frente, la Unión Europea ha delegado sistemáticamente en los guardacostas libios los rescates, aunque ni los Veintiocho ni Acnur lo consideran un país seguro, y ha multiplicado las trabas a las ONG, que insisten en salvar a quienes intentan alcanzar Europa.

Llegar a Europa es ahora mucho más peligroso. Una de cada 31 personas que han intentado el salto a la UE desde enero murió o desapareció cuando a lo largo de 2017 fue uno de cada 49, según Acnur. Amnistía Internacional acusa directamente a los gobiernos europeos de este incremento: “Las políticas europeas han capacitado a la Guardia Costera libia para interceptar a personas en el mar, han restado prioridad a los rescates y han obstaculizado el trabajo vital de las ONG de salvamento. El reciente aumento del número de muertes en el mar no es sólo una tragedia; es una vergüenza”, dijo el investigador de la ONG Matteo de Bellis al presentar días atrás el informe “Between the devil and the deep blue sea” (Entre el diablo y el profundo mar azul).

El Mediterráneo es el mayor cementerio de inmigrantes y refugiados del mundo, pero no es igual de peligroso en una zona que en otras. El 3,2% de quienes intentaron cruzar a Italia por el Mediterráneo central en 2018 murió, frente al 1,1% en la ruta oeste que llega a España (que en mayo fue la más letal del mundo), según las estimaciones de Missing Migrants, que documenta para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) las muertes a lo largo del planeta.

Nunca en los últimos años fueron menos los migrantes que lograron llegar a Europa por mar (63.000 personas en 2018, tres veces menos que en un solo mes de 2015). El descenso obedece a que las salidas desde Libia han caído en picada. La estrategia de la UE de reforzar a la Guardia Costera Libia -e intentar apartar a las ONG- ya ha surtido efecto. Este julio solo el 22% de los que emprendieron la travesía desde la orilla libia logró pisar Europa, cuando en julio de 2017 fue más del 90%, según los cálculos de Matteo Villa, investigador del Ispi (Instituto per gli Studi di Politica Internazionale), basados en cifras oficiales.

Desde que Salvini anunció al mundo a través de Twitter que cerraba los puertos a las ONG, se han multiplicado los cambios en el Mediterráneo: una sucesión de naufragios, un espectacular aumento de las llegadas a España, un fuerte incremento de los migrantes que con embarcaciones y formación financiadas por la UE son devueltos a Libia y las crecientes dificultades que los barcos han tenido para llevar a tierra firme a los migrantes rescatados. Los datos recopilados por Missing Migrants sobre quién rescata en el Mediterráneo Central indican que, a medida que los libios han ido asumiendo un papel más activo en aguas internacionales, el rol de la Guardia Costera italiana y el resto de buques militares europeos que vigilan la frontera externa de la UE ha disminuido.

Human Rights Watch aseguraba en uno de sus recientes informes -“Las disputas sobre los rescates ponen vidas en riesgo”- que “en vez de desalentar los rescates por parte de los barcos de las ONG, mercantes o incluso militares, los Estados y las instituciones de la UE deberían asegurarse de que las personas rescatadas puedan ser llevadas a puertos seguros donde se puedan garantizar sus necesidades de protección”. 

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