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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

“Corrientes toda nos ha dado grandes poetas”

Del viernes 31 de agosto al domingo 2 de septiembre se realizará la 5ª Feria del Libro de Caá Catí. Dentro de la programación el primer día estará el periodista y escritor Miguel Angel Molfino presentando su más reciente novela, Pampa del Infierno. En la mesa lo acompañará Flavia Pittella. 

Por Paulo Ferreyra

Especial para El Litoral

“En Caá Catí somos todos amigos. Hace muchos años que voy al pueblo y a la Feria. Recuerdo que iba cuando aún la biblioteca Popular no tenía edificio. Cuando a uno le gusta un lugar, una ciudad, un pueblo, uno siempre vuelve. Caá Catí tiene un encanto enorme”, subraya el escritor ensanchado en su sillón.

Miguel Angel Molfino es periodista y escritor, colabora aún en un diario de Resistencia. Sus textos también se pueden encontrar en diarios y revistas nacionales. Ganó muchos premios y distinciones. Ha publicado los libros “Nueve cuentos nuevos”,  “El mismo viejo ruido”, “Prosas escogidas”, “Un libro raro”, “La mágica aldea del crepúsculo”, “Monstruos perfectos” y ahora la novela “Pampa del Infierno”.

“Tengo anécdotas”, desliza al tiempo que sonríe mientras continúa exponiendo sus pensamientos.  “Caá Catí genera una gran empatía, el pueblo, la gente. Por ejemplo cuando comento en charlas o reuniones de amigos pongo el ejemplo de Caá Catí que no tiene cine, no tiene teatro, no tiene un café, el dueño del hotel te prepara el café, aun así con estas carencias tiene algo que es seductor: caminar por sus calles de pueblo del interior de Corrientes, paredes blancas, la laguna. Me gusta cuando vienen los chicos de la escuela, gente de los barrios, de todos lados, la gente se sienta a escuchar, es un ‘show anual literario’”. Además está el chamamé que riega todo.

Muchas veces me dicen   ‘bueno ¿y qué más tiene Caá Catí? Bueno, tiene Caá Catí, le respondo, tiene Caá Catí. Creo que es un gran misterio.  Me complace mucho poder llegar ahora con una novela nueva.

—Pampa del Infierno es un título muy potente, ¿cómo surgió este libro?

—Te cuento, me sirvieron dos cosas, por un lado encuentro por azar en el sur un diario donde hablaban de un sheriff que andaba por la Patagonia en las primeras décadas del Siglo XX. El tipo viajó desde Estados Unidos para cazar dos bandidos. Ellos ya habían partido hacia Bolivia y el sheriff se queda anclado en el sur de nuestro país.

Esta historia me interesó mucho porque era una cosa extraña, un tejano, viviendo en el sur bajo esa especie de fiebre del oro por el cual habían llegado muchos norteamericanos. Así comencé a tejer la historia que en principio es un western, algo que siempre quise escribir, entonces surge la posibilidad de crear un personaje que no es el verdadero.

El libro es una ficción total. Lo saqué al sheriff del sur y lo traje al Chaco. Lo traje en una época tremenda en este territorio después de la Campaña del Desierto. Entonces armé la historia donde él tenía que huir de allá con un amigo, otro yanqui, y se establecen en una zona imaginaria que no tiene nombre.  Invento que había un gobierno sobre estas tierras irredentas que estaban bajo el gobierno de Formosa, bajo el gobierno de Ignacio Fotheringham. Este personaje sí existió, era un inglés que peleo en la India, estuvo en la guerra de la Triple Alianza. Hay una calle en la ciudad de Resistencia que lleva su nombre, general Fotheringham. Por aquellos años la tierra está dominada por indios que andan cabreros, solos, sin tribus y en malones, por otro lado la amenaza permanente de los maca, unos indios emparentados con los guaraníes, todo eso sucede en ese territorio sin ley, dominado por el personaje que él termina llamando Pampa del Infierno, porque era un infierno vivir ahí.

Pampa del Infierno me sirvió para que se llame así la novela y para que dijera, expresara, un poco el clima de la novela.

—Volviendo a Caá Catí, pero haciendo foco en los poetas y su trabajo con las palabras, ¿cuánto ha influenciado en tu proceso creativo la poesía?

—Empecé a escribir porque mi papá era poeta, José Adán Molfino Vénere. Fue un poeta muy conocido y murió muy joven. Heredé de él los libros, la literatura, leo mucha poesía pero le tengo un respeto tan enorme que por eso no soy poeta, soy narrador. Tal vez también por una cuestión psicoanalítica me dediqué a la narrativa y no a la poesía, quizás para no ser un parricidio con mi padre. Además era una sombra enorme, su poesía me congelaba la mano. Sin embargo, leo mucha poesía porque efectivamente como decís vos la poesía trabaja en un laboratorio del lenguaje muy importante, las metáforas, las imágenes.

— El poder de síntesis que caracteriza al género.

—Totalmente. Tengo escrito un libro de haiku. Ese fue fruto de 25 años de trabajo, que lo terminé una noche en México, una noche comencé a escribir y ahí me salieron todos juntos. Después hubo un apagón y no volví a escribir.

—Tenés una construcción de personajes y escenas muy logradas. ¿Cuál es la búsqueda en ese proceso creativo?

—Desde mi lugar busco, lo que denomina, tecnología literaria. Hay escritores que producen tecnología literaria como Borges, con su trabajo en cada palabra y en las metáforas, en la forma de adjetivar. Por ejemplo, cuando dice “en la unánime noche”. Ese unánime te muestra la noche cerrada y basta. Un horizonte de noche dicho así me pone la piel de gallina. Hay escritores que son productores de tecnología literaria y los grandes poetas también, esos me mueven a escribir.  Utilizo y reviso cómo los poetas construyen los climas, sin ser poeta. Tengo material como para libros de poesía, pero insisto con este respeto que le tengo a la poesía y me parece algo muy grande.

— De los poetas de Caá Catí, ¿recordás alguno?

—Bueno: Cancho Gordiola Niella lo alcancé a conocer, yo era el amigo chiquitito de Berty, Zamudio, entre otros poetas correntinos. Hay un pintor que recuerdo también, Soto, quien era amigo de papá y mío. Llegamos a juntarnos en la casa de Guillermo Parodi, ahí la conocí a Teresa Parodi. Nacieron muchos poetas ahí, es una cuna de poetas, pero si miramos y extendemos la mirada, Corrientes como fenómeno literario ha dado más poetas que narradores. Incluyendo en esto a los grandes letristas de chamamé. Además de los que ya te nombré están Marily Morales Segovia, Marta Quiles, entre tantos. Entonces evidentemente la provincia es una tierra donde da muchas poetas pero Caá Catí sacó ventaja y concentró a grandes poetas. Por algo la llaman la cuna de la poesía correntina.

—Es inevitable no preguntar entonces por tu provincia, ¿cómo ves al Chaco en cuanto a la producción literaria?

—Aquí creo que es más heterogéneo. Pero por ahí hay más narrativa. Ha trascendido más la narrativa. Hay una generación joven como Mariano Quirós, Pablo Black, Alfredo Germignani, me estoy olvidando de otros, Juan Basterra, por más que empezó recién. Pero los jóvenes van a dar un salto muy grande a la literatura local, algunos casos ya trascendiendo la frontera.

—De estos autores jóvenes sos un referente, ¿cómo se siente en ese lugar de faro en el que lo han puesto?

—Lo primero que hay que decir es que no los conocía a ellos cuando volví al Chaco en el 2007. Ellos a partir de mi libro “El mismo viejo ruido” se plantaron en que ese libro marcaba una nueva narrativa. Lo primero que hacen es querer conocerme, ellos querían ser mis amigos, me da y me daba un poco de vergüenza. Pero lo acepto porque los tengo como amigos. Hasta hace poco nos juntábamos una vez a la semana y charlábamos de libros y literatura. Pero la admiración con ellos es mutua, porque son lectores impresionantes. De hecho la colección Mulita de Pablo y Mariano es excelente. Es admirable lo que leen. Además organizan el festival Mulita, donde vienen figuras muy importantes de la literatura al Chaco.

— Algo en común que tiene usted con estos jóvenes es el hecho de participar de distintos concursos con sus producciones, ¿qué significan o qué representa para el escritor estos premios?

—Por ejemplo, yo participé de un concurso de poesía cuando tenía 17 o 18 años. Lo gané y después no participé más. Con los años por ahí participaba de algún concurso o certamen donde no sacaba ni siquiera una mención. Pero por ejemplo Monstruos perfectos, mi primera novela, ganó un premio en la semana negra y yo no lo había presentado. Ahora pasó lo mismo en cuanto la distinción que recibió la novela Pampa del Infierno.

Los premios son importantes en la medida en que son seleccionados por grandes escritores. Son un incentivo, no podría decir otra cosa, porque de otro modo estaría mintiendo. Pero en mi caso es menos importante y no pesa tanto como se supone. Me interesa más escribir que foguearme por un premio.

—Ahí también quería llegar, en el proceso de la publicación del libro, ¿dónde reside el placer?

—En cada etapa hay placer y dolor. Placer en tener una idea, una historia, en ir logrando escribir cada párrafo, cada capítulo y la publicación, son muchas cosas. Pero en cada etapa hay placer y angustia. Cuando encontrás el tema, la trama, la escribís y vas anotando todo.  Tengo muchos cuadernos con anotaciones de ideas que hace años voy escribiendo. Son libretas donde voy anotando todo el tiempo.

Después hay un estado de angustia al ir escribiendo y postergar la escritura para que la misma historia vaya sedimentando. Porque a veces tenés la cabeza, pero puede faltarte el cuerpo para sostener esa cabeza. Pero sí hay placer de escribir, de construir la frase, de toquetear el texto, yo voy corrigiendo poco a medida que voy escribiendo. No regreso al principio hasta que termino. Cuando termino me siento feliz, porque voy a comenzar a corregir desde el principio. Cuando terminás te queda un vacío medio feo, te sentís intranquilo, vuelve una especie de angustia.

— ¿Vas compartiendo durante ese proceso creativo lo que estás haciendo?

—No. Esto lo dijo Hemingway: “No hay que contar lo que estás escribiendo. Porque si contás cuando la vas a escribir parece que ya la hiciste y las ganas de seguir no aparecen. No comento lo que estoy haciendo, no cuento personajes, problemas que tiene la novela, no cuento nada. No soy chismoso.

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