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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La gestión Macri y la oposición peronista

Cuando parecía que el peronismo se encaminaba a ser un movimiento político interesado en encauzarse hacia la institucionalidad democrática y la racionalidad, acompañando al Gobierno en su gobernabilidad, de pronto, al encontrarse este en medio del río embravecido de las dificultades económicas que lo expusieron a zozobrar, arrollado por una situación internacional que le imponía aumento de tasas, absorción de dólares, barreras y disputas comerciales, y una propensión del argentino a atesorar dólares ante el menor peligro de devaluación, encarando, además, la reconstrucción de un país devastado por el pillaje, ese peronismo volvió a exhibir su naturaleza: la supervivencia a través de la detentación del poder.

Como el escorpión, pareció que se encaminaba a atravesar ese río embravecido pacíficamente. Pero, aunque decidió acallar su voz, y así se mostraron sigilosas las figuras de Cristina y quienes la acompañaron, ante el temor de la ciudadanía de volver a un pasado de autoritarismo y saqueo, revelado en las encuestas de opinión, no pudo resistirse a su naturaleza, y ahora, viendo acercarse la ocasión de intentar encaramarse otra vez al poder para sobrevivir, ante la proximidad de la contienda electoral, y una sangría en la popularidad del gobierno, decidió clavar el aguijón en el cuerpo magullado y comenzó a anunciar el “fracaso” del Gobierno. 

Y como la consigna es que no hablen quienes son convictos de lesa honorabilidad ante la opinión pública, han salido quienes conservan dentro del peronismo alguna reputación de seriedad, para tratar de convencerla del “fracaso” del Gobierno, que consagran como la verdad absoluta y sin remedio.

En una nota en infobae.com, Martín Barba sostiene que uno de ellos, uno de los pocos peronistas auténticos que aún quedan, Julio Bárbaro, además de prestigioso analista político, no solo parece describir ese fracaso, sino intentar promoverlo, cuando afirma “el fracaso ya está asegurado” y habla del fanatismo de los “iluminados”, que “desprecia la opinión ajena”, transfiriendo un fanatismo y una egolatría que eran atributo de un gobierno surgido del peronismo que no solo no admitía otra opinión, sino tampoco el error propio. 

Y para acentuar el desprestigio que convalide el supuesto fracaso, se le atribuye al Gobierno mediocridad, “por el sueño de ser lo nuevo”, es decir, una especie de alucinación de los “iluminados”. 

El ciudadano, desmoralizado, acobardado, por haberse hartado de ver caer a la Argentina en una decadencia moral, social y cultural tanto o más grave que el penoso quebranto económico, engendro de una desgarradora miseria que atenaza a millones de compatriotas, se resiste, por un lado, a perder la confianza en el propósito expuesto por el Presidente de producir un cambio sustancial en la forma de conducir el país, para recuperar el esplendor que supo disfrutar.

Pero, por otro, lo acosa la impaciencia, ante una situación en la que se le exigen sacrificios que se le revelan como injustos, ante la imposición de sostener a una multitud que goza de ingresos sin trabajar y sin avizorar un desenlace feliz más o menos próximo. Sobre esta impaciencia ejecuta la oposición peronista su solapada urdimbre electoral.

Pero el ciudadano ya no es fácil de engañar. Y opina: ¿Palos en la rueda del peronismo no fueron acaso la ley que imponía una agudización catastrófica del déficit al impedir el aumento de las tarifas, o la batalla campal planeada y desplegada frente al Congreso para impedir la aprobación de otra ley, mientras adentro se acosaba violentamente al propio presidente de la Cámara?

Tampoco puede dejar de inquietar al ciudadano que el tiempo transcurre y, entretanto, no puede comprobar un mejoramiento de su situación personal.

Pero cuando el peronismo se le presenta como la alternativa y se viste de “peronismo racional”, se da cuenta de que lo que está haciendo es ejercitar el instinto de supervivencia.

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