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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Fracaso innegable

Por Julio Bárbaro

Nota publicada en infobae.com

El error es de amplio espectro, abarca ideas y actividades de las personas. Los equivocados no tienen limitaciones, ni morales ni de principios. El mundo conoce infinitas versiones del fracaso y nosotros las vamos probando todas, ahora encarnamos en el Gobierno un liberalismo de barrio cerrado, una visión del mundo según la gente elegante que se cree superior.

Veníamos del estatismo provinciano con acompañamiento universitario, ya que tenían sus aportes intelectuales; estos también los tienen, entonces vamos de “Carta Abierta” a “Barrio Cerrado”. Los anteriores tenían mayor formación filosófica y sociológica, estos de ahora son más economicistas, con algún literato enojado y no mucho más. Los anteriores eran más pragmáticos, unos soñaban mientras otros manoteaban lo que podían; los actuales pecan de una inocencia un poco perversa, imaginan que la concentración de la riqueza va a producir un derrame. Aclaro que lo del derrame es aristocrático, se la reparten los ricos, toda, y luego, si no se les cae nada, es un error de cálculo, pero ya se quedaron con todo.

El Presidente dice “setenta años”, todos ellos repiten ese mantra, quiere decir que desde que los pobres comen mucho el país se hunde. Pero hace cuarenta años la pobreza era del 5%, la deuda de seis mil millones y no había inseguridad, ni rejas, ni barrios cerrados. Ni tomábamos el café en vasos de cartón, ni los ricos y los bancos se quedaban con todo el comercio minorista. 

Tenemos conflictos con los números, en los derechos humanos el que dice “treinta mil” es revolucionario, y el que dice “diez mil” es fascista. Yo digo que venimos cayendo hace 40 años, desde la Dictadura para aquí, si quieren lo iniciamos con Celestino Rodrigo, la culpa peronista, luego Martínez de Hoz, culpa liberal y luego Menem-Cavallo, culpa compartida. Ahora viene este “liberalismo de enamorados de Miami”, gente que imagina gobernar para eliminar las regulaciones que les impiden quedarse con todo.

Mauricio Macri piensa así, no cree en la pequeña empresa ni en la defensa del trabajo nacional y se propone apoyar la concentración. Los otros robaban, estos tienen las empresas y los bancos, se pueden quedar con todo por la vía legal. Para el ciudadano es peor, estos lo someten a una mayor miseria, algo de culpa tuvieron los anteriores, pero robaban y no nos endeudaban; estos dicen que no roban pero nos endeudan para varias generaciones. 

Tenían un dólar para importar mucho y destruir el sistema productivo, el mercado lo puso en su lugar, ellos aprovecharon para endeudarnos tratando de impedirlo.

El estatismo de los Kirchner era tramposo, apoyaron la privatización de YPF , duplicaron el juego en manos privadas, se enfrentaban con los medios de comunicación solo porque odiaban que los criticaran, se asociaban a los grandes grupos mientras los participaban en los negocios. El estatismo y la izquierda eran un disfraz, aun cuando para muchos ocupaba el lugar de la esperanza. Terminaron heredando la demencia de marxistas y violentos atacados por la esclerosis. Ahora también hay convencidos fanatizados, cada vez menos, tienen más deserciones que los Kirchner y esto es grave -muy-; los dejan mientras gobiernan, más democrático, pero más patético.

Los Kirchner mantuvieron el poder hasta perder las elecciones, sólo ahí surgieron los desertores y los arrepentidos; estos son más incompetentes, ni estando en el Gobierno logran mantener sus seguidores.

El Fondo nos puede financiar la demencia, pero nunca sirvió para recuperar la cordura.

Las ideologías son como los deportes o las artes, se pueden recorrer con talento o sufrir en manos de aficionados. Hubo liberales brillantes, los de ahora son una camada fallida. El problema no es la ideología, ya Menem destruyó el peronismo y el libre mercado a la vez; estos son más especializados, sólo dejan mal parado para siempre a los mercados. Creían que la riqueza fluía de sólo quitar las regulaciones a los ricos y que luego les tocaba a los pobres. Hijos de padres esforzados suelen salir así, un poco desubicados, sin encontrar su “lugar en el mundo”.

Nos sobran ejemplos de liberales talentosos: Federico Pinedo puso en marcha la regulación del Estado para enfrentar una crisis, Raúl Prébisch sentó las bases teóricas del desarrollo por la industrialización y Adalbert Krieger Vasena usó las retenciones pro industria y la política de ingresos para estabilizar y reactivar la economía.

Los tres fueron firmes creyentes en las bondades del mercado y se confesaban liberales pero, como Carlos Pellegrini, sabían que “sin industria no hay nación”. Liberales argentinos y cultos. Los que hoy gobiernan no saben qué es el patriotismo, al dinero propio lo guardan afuera. Es notorio que cultos no son y es evidente que no saben qué significa ser liberal aquí y ahora.

Con Cristina se acabaron para siempre los setentistas y con Mauricio Macri se agotan los del otro bando, los enamorados del parasitismo bancario. Quedamos como después de una guerra, cruenta, obligados a asumir el camino de la cordura. Lo que no encarnamos por lucidez termina imponiéndose por obligación. No hay otra salida. Ya volverá la política.

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