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Madurez femenina

Por José Ceschi

¡Buen día! Los que ya estamos transitando la dorada etapa del otoño de la vida, léase vejez para quien no entiende de poesía, sumar años a la vida es mucho más que una operación matemática. Se trata de aprender el arte de envejecer. Vale para los varones y, aunque tal vez les cueste más, también para las mujeres. 

A propósito, un viejo librito de Liliana Ferreirós (“Oraciones para el ama de casa”) publica una plegaria titulada “llegó la edad”. Aquí va: “Todos me dicen que estoy alterada, que me enojo al menor detalle, que no se me puede hacer una broma porque todo lo tomo a mal.

Mis hijos y mi marido me dicen y señalan que los agredo permanentemente, que me empeño en cosas en las que nunca antes me hubiera detenido...

Yo sé, Señor, que algo de razón tienen. Aunque frente a ellos me cuesta reconocerlo, me siento personalmente irritada, me deprimo con facilidad, pienso más que nunca en el paso del tiempo, en la muerte, en el pasado, en cuánto los quiero.

Soy consciente de entrar en el término de la juventud y en el punto culminante de la madurez. Me cuesta asumir el envejecimiento físico y muchas veces me rebelo contra la realidad.

Señor, Dios mío, te agradezco la vida que me diste, la oportunidad de los recuerdos y el amor y, sobre todo, este bien maravilloso de la edad adulta que nos lanza lentamente hacia la eternidad. Porque puedo ser camino para otros, te pido el don de la sabiduría. Porque puedo esclarecer esta edad con la misión específica que encierra: enseñar, compartir mis experiencias con los más jóvenes, disfrutar el bien, el equilibrio, la serenidad de la madurez, en tanto pongo mi vida en tus manos para que tú la proyectes hacia el infinito”. Como todo arte el envejecimiento necesita tiempo. Es bueno ir pensándolo mientras se está viviendo la etapa de madurez. 

La vida misma nos va adelantando las señales y debemos aprender todo los días a captarlas. Naturalmente. Como el día que, antes de la noche, nos muestra su atardecer.

¡Hasta mañana!

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