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Escribir o mentir

Escribir es una tarea maravillosa. Expresar es apuntalar la verdad. Contar es la mirada objetiva de una historia, un acontecer, una noticia.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

También se miente diciendo. La mentira es una broma brutal que en periodismo suele tener una sentencia que marca para siempre: se torna no creíble. No confiable. No tenido en cuenta.

Los norteamericanos bien nacidos que aman la democracia, en periodismo han bautizado esos dos estilos jamás unidos: watchdog (“perro guardián”) y lapdog (“perro faldero”). Comenzamos a vivir algo que ya lo conocemos, por ahora son ideas lanzadas al boleo, pero que de alguna manera certifican también la “grieta” en el periodismo. Los que quieren y desean una Conadep, para tenerlos a raya, y los que bregan por la estatura de la objetividad, equilibrada, lógica y concreta. Es decir que también tenemos las dos cosas que en el país del norte están bien identificados: “perro guardián” y “perro faldero”. 

Haciendo una retrospectiva con cualquier programa televisivo o radial de los 70, no existe punto de comparación con los que se acostumbran por estos días. Antes pensaban y producían ciclos, emisiones de increíble calidad y puesta, o diarios con rigor en que lo escrito era el mejor gracejo a la cultura, un aporte para que la confusión general allane baches de entendimiento y comprensión. Los que triunfan son aquellos que hablan de las minucias privadas de artistas, políticos, etc. Es más, existen comunicadores cuando a falta de tema, o tema que les toque muy de cerca, no tienen escrúpulos en hablar de su vida privada como si eso realmente interesa siendo conductores. Pero el empecinado gusto por lo ajeno ha construido audiencias de todos los niveles sociales interesadas en esas idioteces que confirman la gran mediocridad. Es decir a falta de calidad, profesionalismo, un poco de inteligencia, esa gran masa obliga a que todos los programas sean más de lo mismo. Están aturdidos, drogados por la facilidad destructora que todo lo corroe, constituyendo una gran masa de audiencia que alarma y avergüenza.

Decíamos están quienes desean quedar bien, pero por suerte están quienes creen correcto ser “perro guardián”, destinado a cuidar algo o todo de la democracia porque ella sí se lo merece. Es como dice el pensador español José Luis Sampedro: “Se busca el estrépito, lo aparatoso, los focos publicitarios; no el silencio, lo auténtico, ni el resplandor tranquilo de la lámpara… Los países de la periferia conservan, aun en su atraso técnico, más sabiduría y eso es una esperanza para todos, porque cada día es más urgente compensar el desajuste esencial de esta civilización: el de tener muchos medios sin saber ponerlos al servicio de la vida.” Como él lo sostiene: “Se nos ha enseñado a no pensar”. Es que la vida se nos va, porque escribir, decir, oír, forma parte de la verdad. Esa realidad callada, muchas veces humillada, y allí está el atisbo y el brillo de esa historia que queremos plasmar porque es perentorio cambiar mediocridad voluntaria por conocimiento crecido, para que las instituciones incorporen el equilibrio de la verdad. O, sea, el respeto por el destinatario, que es el hombre, la mujer y los jóvenes de a pie. El periodismo tiene mucho que ver en la construcción de un país, pero su lugar es desde la observación, la crítica respetuosa, y no desde la trinchera que muchos desean instalar donde putear, avasallar es igual que callar o censurar.

Siempre me inspiran pensadores que allanaron sus caminos merced al conocimiento, al andar sin ceder porque sería volver al camino desandado, o sea caminar para atrás como quien busca su sombra. Atahualpa Yupanqui ha sido brillante en sus reflexiones y esto tiene que ver con los poetas porque ellos desde sus sueños también hacen la senda, piensan, escriben y tratan de ser precisos, creíbles por la propia dignidad: “Los poetas no debieran tener una cruz sobre su tumba. Habría que plantar un árbol, porque algún día las aves harían nido y cada mañana con ellas saldría el espíritu del hombre, el alma, los silencios guardados, las vibraciones del hombre, a tomar sol y silbar por los campos. Y después volverían o se irían por esos caminos.”

No ver y callar, encontrar vías de descongestionamiento es la forma de liberar la buena palabra que el periodismo articula, es encontrar el camino. En alguno de mis artículos establecí esas vías que escapan al camino real: “Esa adopción de situación que les exime recorrer otras vías, acortando el planteo normal del arte especulativo, que todo argentino llevamos intacto como un chip de funciones a cumplir, para la mayoría inconsciente son ídolos ‘brillantes’ y ‘pujantes’. O, sea, el remedo burdo del ‘héroe nacional’. Es como el relato, la otra cara de la realidad que tanto ‘ayudó’ políticamente nuestros sistemas, pero que también sumó una ficción que aletargó las urgencias cambiando las cifras para que la realidad pareciera verdaderamente encomiable”. Las “fake news”, la falsedad total de las noticias como hoy se las conoce, han sido y son una triste realidad que muchos sacan ventajas.

Digo en el título: “Escribir o mentir”. Porque escribir es dar riendas sueltas a la honestidad desde el vamos por lo que se contrapone con “mentir”, que es la aberración que muchos adoptaron como vía de trascendencia. Tratamos de establecer la normalidad cotidiana de tomar un tema y desarrollarlo con la mejor de las actitudes, tratando de no ser un “perro faldero” que es la obsecuencia que siempre deforma. Altera. Rompe un estilo y se permite desligarse de la realidad para ampararse en la ficción como historia verdadera. Es hora de calmarnos, de no entorpecer una transición que tiene que ver felizmente con la alternancia de mandos, y no por ello instalar ideas demenciales. La especulación de imaginar ideas determinantes que en vez de normalizar alteran, no contribuyen. Las actitudes, las poses, la adopción de proyectos alterados como quien tira a la marchanta se plasman en tangos que cantan verdades que a simple vista a “ojo de buen cubero”, se vislumbran mostrándose a sí mismo, tal cual aunque aparenten lo contrario. En 1919, Celedonio Flores, periodista y poeta con dominio del lunfardo, decía en su tango Margot: “…porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada, / la manera de sentarte, de charlar o estar parada, / o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.” / Algunos, con solo mirar descubren, develan.

Quien le pone figura a este tipo de “lapdog” (perro faldero) que siempre pulula antes o después de los cambios. Hay quienes mirando saben, como el poeta uruguayo, Eduardo Galeano, bien vivido y firme en sus convicciones, inexorable en sus sentencias que son una realidad cantada: “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.” Las culpas siempre se vienen de golpe. Unos las cargan sin qué ni para qué. Otros, mirando para todos lados se alejan rapidito por la dudas. “Soldado que se salva de una guerra, sirve para otra guerra.” Decir, es un acto universal que se escribe de por sí.

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