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La década perdida del Mercosur

Por Ramiro Castiñeira

Publicado en infobae.com

La economía argentina cumple 8 años sin crecer, plazo que cubre dos presidencias enteras. Ni el cepo de Cristina Fernández de Kirchner, ni el gradualismo de Mauricio Macri lograron sacar a la Argentina del estancamiento económico que llegó cuando se fue la soja de USD 600 la tonelada y desnudó la realidad: un gasto público imposible de financiar que ahoga al sector privado.

Vale destacar que en ese mismo período, el mundo experimentó un crecimiento ininterrumpido, acumulando una expansión del PBI mundial del 31% desde 2011, donde los países desarrollados crecieron 16% y emergentes 44% en igual período.

En estos 8 años, China e India crecieron más del 70%, mientras que en el otro extremo, el Mercosur se lleva los peores indicadores: estancamiento económico para Argentina y Brasil, y un colapso económico para el caso de Venezuela por apostar a ideas que sólo se encuentran entre los escombros del muro de Berlín. El mundo crece gracias a los nuevos negocios que se generan en Asia que sale galopando de la pobreza. Pero el Mercosur, que con facilidad podría sumarse y exportar alimentos a la flamante clase media de Asia, ni siquiera aumentó las exportaciones en igual período. Se asfixia en esta suerte de proteccionismo ampliado, mientras se envalentonan entre ellos al grito de ALCArajo.

Duplicar el tamaño del Estado en la era K (o en la era PT en Brasil), pero sin tener la menor idea de cómo financiarlo, es la base del estancamiento económico del Mercosur. Cuando culminó el boom de los precios de las materias primas bajó la soja, el mineral de cobre y el petroleo, pero no el gasto público.

La era K terminó con un déficit fiscal del 7/8% del PBI, El PT en Brasil con un déficit del 10% del PBI, Venezuela con un rojo fiscal del 16% del PBI previo a la hiper y recientemente Evo en Bolivia se despide con un déficit fiscal del 8% del PBI.

Desdoblar el mercado de cambios, regular el comercio exterior, control de precios o tomar deuda, es la clásica Argentina para atacar los síntomas, intentar contener la inflación elevada y buscar crecimiento por donde no hay.

El Estado no logra financiarse ni con una presión impositiva récord, y termina bien apelando al impuesto inflacionario que castiga a los más pobres, y/o bien apelando al default que castiga a los que ahorraron. Todos pierden.

Los números, según el FMI

En octubre el FMI publicó el monitor fiscal, donde estima la salud de las finanzas públicas de los países miembros, entre ellos Argentina, y concluyó que el sector público consolidado de Argentina terminará el 2019 con un déficit fiscal del 4,0% del PBI (incluye intereses), desde casi 7% del PBI en 2015 (estimaciones privadas llegan al 8% del PBI).

El ajuste fiscal fue del 2,7% del PBI entre 2015-2019, pero la contracción del gasto público fue de casi el 4%, dado que también se bajaron impuestos en el período. Pero financiar el déficit fiscal con deuda terminó agotando el cupo de la tarjeta en sólo 2 años y los otros dos salió al rescate el FMI.

Países europeos que comparten el Euro, tienen como límite un déficit fiscal del 3% del PBI. Los países nórdicos en particular, tienen como objetivo no tener déficit fiscal y ostentan superávit fiscal al igual que Alemania. Los países de la región que le ganaron a la inflación ni toman deuda externa como Chile o Colombia, tienen un déficit fiscal del 2% del PBI.

En definitiva, la Argentina vive con eternos déficits fiscales, que financia con inflación o deuda, alternando de crisis en crisis. Argentina le ganará la batalla a la inflación y dejará de renegociar con acreedores sólo cuando equilibre sus cuentas públicas, única garantía de que no prenderá la maquinita ni saldrá a tomar deuda.

Pero la tradición populista de gastar lo que no hay, sumado a la viveza criolla de creer que se puede cubrir emitiendo, hasta ahora sólo nos condenó a vivir 75 años con elevada inflación.

El desafío del próximo gobierno es el mismo que enfrentó Cambiemos: domar el gasto público para poder domar la inflación y la deuda, tal como hace el resto del mundo, al menos el que crece.

(*) El autor es Economista Jefe de la consultora Econométrica

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