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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

“Para mí la crítica es un compromiso”

Julio Sánchez tiene una formación en Historia del Arte, un posgrado en Gestión Cultural, su actividad profesional va de la docencia universitaria a la crítica de arte, de la curaduría a jurado de distintos premios, entre ellos el Premio Unne, escribe notas para diarios y revistas nacionales y realiza visitas guiadas en muestras de museos y salas de la ciudad de Buenos Aires. Es profesor en la Unne.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral.

Julio Sánchez viene a Corrientes desde mediados de los años noventa cuando llegó a dar charlas sobre arte contemporáneo al Museo de Bellas Artes Juan Ramón Vidal. Trajo muestras y artistas a Corrientes y Resistencia y mantiene un contacto permanente y afectuoso con la provincia desde entonces.

Julio es un riguroso  trabajador, cuidadoso de lo que dice y escribe y a la vez es dueño de un humor sutil y punzante, siempre respetuoso del otro.

“Si te pregunto: ¿qué sos?”, qué me dirías, disparé en la primera pregunta. “Y te diría como Kung fu, una persona en busca de su destino”, dijo.

Así comenzó esta entrevista en la radio de la Unne donde Julio Sánchez nos explica y analiza qué es un curador, qué significa ser crítico de arte contemporáneo y de los espacios que ocupan en la actualidad. Temas de gran importancia en nuestro medio, que intenta profesionalizar estas actividades.

—¿Qué es ser un curador de arte?

—La palabra viene del italiano, cuando en los museos había un encargado que estaba al cuidado, “a cura”, dicen los italianos, de fulanito y sultanito.

La persona que estaba encargada de una colección era el curador, eso era en museos tradicionales. Alrededor de los 80-90 surge una figura en el arte contemporáneo, que es el que propone una idea a través de la selección y montaje de obras. Eso es un curador para mí, proponer una hipótesis de trabajo, eligiendo obras y disponiéndolas en espacio determinado.

—¿Cuál es el grado de profesionalización que tiene el curador de arte contemporáneo?

—Ultimamente han surgido carreras específicas de curaduría de Gestión Cultural. Hablando con Federico Veiravé, el decano de Fadyc me dijo que se está integrando una red de universidades nacionales donde tienen esta carrera de Gestión Cultural; o sea que se está profesionalizando.

El momento en el que yo empecé a trabajar no había esa carrera. Eramos todos historiadores del arte o personas que vienen de carreras humanísticas como ser la filosofía, las letras, sobre todo la práctica.

—¿Necesitás un conocimiento teórico transversal, en principio? ¿no?

—Sería lo más loable. Yo en un momento, en un reportaje en un libro que salió el año pasado sobre qué es indispensable para el arte contemporáneo, hablé sobre este tema y destacaron eso que dije “hoy en día, cualquiera que cuelga un cuadro se cree curador”. Que es real, cualquier persona, por ejemplo, un galerista que cuelga una obra en su galería ya se autodenomina curador. No es curador, es un galerista que está montando su obra, cualquier decorador/a que esté ubicando cuadros ya dicen “es un curador”. No es así, es un abuso, una banalización de la palabra.

—¿Cómo son las prácticas curatoriales en Argentina?

—Son muy buenas. Puedo dar por ejemplo los casos del Museo Nacional de Bellas Artes, el Malba, el Museo de Arte Moderno de la calle San Juan tienen un equipo curatorial de primerísima línea, porque se ha tomado conciencia de la importancia didáctica de la curaduría. Lo importante es que las personas que entran a un museo salgan con un mínimo conocimiento de lo que es el arte contemporáneo, del artista contemporáneo.

—¿Como se trabaja un texto curatorial?

—Depende de la muestra, porque uno puede hacer una curaduría monográfica, puede hacer una curaduría de Xul Solar por ejemplo. Uno tiene que hacer ese texto, tomando un aspecto particular, una faceta particular para que no sea una biografía general. Eso es básicamente un texto curatorial, explorar un aspecto poco conocido o de un artista o de un género, de una idea. Porque si no lo que hacemos es una biografía de Xul Solar que vamos a la Wikipedia y ya está.

—Tu otro trabajo es de crítico de arte contemporáneo. ¿En qué consiste ese trabajo? 

—Es una mirada, como dice la palabra, crítica, analítica, sobre una manifestación de arte contemporáneo, vamos a hacer la salvedad de que cada vez hay menos crítica, hay menos espacio para la crítica en los medios, hay muchos cronistas culturales que no son lo mismo que críticos. Un cronista cultural es alguien que intenta hacer una descripción objetiva de una situación sin compromiso. Un crítico sí se compromete y toma partido. Opina. Opina no desde la doxa; opinar, opinamos todos.

—¿Las herramientas para opinar son teóricas?

—Claro, exactamente. Moria Casán opina sobre economía, cualquiera opina sobre cualquier cosa. Todos opinamos sobre cualquiera, pero cuando estamos hablando sobre crítica del arte, no es doxático, sino digamos que es respaldada por cierto saber, un conocimiento académico. 

—Una opinión crítica no es sólo un parecer, entonces.

—Una opinión que tiene un respaldo y desde una perspectiva particular. O sea, para la “objetividad” están los cronistas. Pienso en colegas que se especializan en diferentes perspectivas historiográficas y donde van a abordar el fenómeno artístico desde esa perspectiva. Para mí la crítica es un compromiso.

Por supuesto que, parte de la crítica es la descripción de cierta obra o de cierto movimiento que es insalvable, pero a la vez tampoco es ingenua no por el momento que uno está describiendo está haciendo figura y fondo; está haciendo foco sobre algo y fondo sobre otras cosas.

—Se da en un contexto, que supongo que se tiene en cuenta.

—Depende la perspectiva. Cuando uno analiza a Antonio Berni, por ejemplo, suele analizar desde el contexto socioeconómico, conocemos los personajes, Juanito Laguna, su mirada sobre ciertos aspectos sociales.

Digo esto, porque en un momento hice un trabajo sobre Berni, pero hablé de los arquetipos de cómo permanecen los arquetipos en su obra. Los arquetipos son independientes del contexto social, geográfico o histórico. Obviamente, un historiador cuando su perspectiva es más sociológica no va a ignorar el ámbito político, cultural y económico en la producción de Berni.

A mí me interesan mucho los arquetipos, no los puedo ignorar; porque el arquetipo trasciende el espacio y el tiempo. Entonces, cada crítico va a tener una mirada distinta.

—O sea, el crítico bucea la obra. La obra le habla, y uno bucea allí. Una obra es un universo enorme.

—Esa, por ejemplo, es una postura que se denomina técnicamente “operocéntrica”, porque uno parte de la obra y analiza la obra. Y hay otros, una cantidad de filósofos que acomodan la obra ahí adentro. Es una práctica válida, pero bueno, son todas perspectivas distintas. Lo que estás diciendo: “la obra me habla” es una metodología “operocéntrica”, parto de la obra.

—La crítica de arte en general y específicamente lo contemporáneo, tiene cada vez menos espacios en los diarios llámese de papel o  digitales y en los medios. ¿Cómo ves eso hoy? 

—Lo veo catastrófico, muy desalentador. Clarín tiene un suplemento cultural que se llama “Ñ”, que se vende independientemente del diario. O sea, puedo ir al kiosco y comprar el suplemento “Ñ”, donde hay bastantes páginas dedicadas a las artes visuales y por supuesto la literatura, la música, temas especiales, temas de tapa, etcétera.

Vivo en Buenos Aires en Barracas y me mudé hace diez años; cuando me mudé, lo primero que hice es ir al kiosquero y le dije mandame el suplemento “Ñ” y Clarín. Cuando yo me mudé el diariero recibía cincuenta revistas “Ñ” y las vendía. El año pasado recibía cuatro y por suscripción.

—¡Qué increíble!

—No se vende ni se lee. El diario “La Nación” (escribo hace 16-17 años allí), en un momento tenía un suplemento que se llamaba ADN. Era un suplemento muy dinámico, luego desaparece ese suplemento y aparece otro que estaba incluido en el diario, no se vendía de forma independiente. En ese momento la línea editorial de “La Nación” era que la cultura era parte de su diario. Luego, se baja el suplemento ADN y se inventa un suplemento que se llamaba Ideas, donde tal como lo dice su nombre, la propuesta era profundizar, hacer nota profundas, muy críticas sobre aspectos determinados. 

Escribí varias notas ahí y me daban una página entera para desarrollar ideas. De repente, hace más o menos dos años, Ideas desaparece del diario.

—Hay solo una sección de cultura.

—Si que está en el cuerpo del diario, que como sabes “La Nación” antes era sábana y ahora es un formato más reducido. Sí, una o dos notas por semana, y a veces pasan algunas notas a la revista del domingo. Son notas que no buscan profundizar el tema, son más bien informativas. Ahí tenés, por ejemplo, cómo se está anulando el espacio de la crítica en los medios de comunicación masiva.

—¿Sigue siendo necesaria para vos esta mediación? ¿Vos lees a colegas?

—Sí, por supuesto. No solamente leo, sino que yo tengo una materia en la Unne donde tengo un seminario que se llama “Crítica del arte” y analizo textos de todo tipo, los que traigo yo y los que traen mis alumnos. Leo y los analizo, porque es mi profesión docente. Cada vez hay menos críticos formados y más cronistas formados en el periodismo.

—Este trabajo de crítica sigue siendo escrita ¿no? allí hay una mayor profundidad ¿o no?

—Cuando uno utiliza el lenguaje, ahora lenguaje hablado, permite ciertos giros coloquiales, pero uno es más cuidadoso en el texto escrito. Una de las actividades que hice recientemente en la fundación Proa fue una visita guiada…

—De la muestra de minimalismo.

—Exactamente, acompañado de un artista sonoro y visual chaqueño que es Juan Sorrentino. La propuesta era no hablar solamente de minimalismo, como una expresión plástica, sino como una estética que atraviesa la música. Hablamos de una cantidad de músicos atravesados por la estética minimalista, hablamos del budismo zen, que es un antecedente importante en la austeridad, de arquitectura, diseño y de moda. Ahí hicimos una visita crítica a un espacio que no quedo registrado por escrito. 

—Allí hubo un contenido complejo para enunciarlo y comprenderlo.

—Sí, teníamos un promedio de entre 25 y 30 personas. Esa también es una actividad crítica, quizás no escrita, sí oral.

—¿Hay un recorte del tema no?

—Exactamente. Un recorte de los artistas que me interesan a mí y eso ya es una mirada crítica. Cuando uno omite, está haciendo un recorte crítico.

—Tu otro trabajo es ser jurado de premios. Acaba de suceder el Premio Unne de las Artes Visuales. ¿Cuál es la importancia de ese premio? 

—Son pocas las universidades y mucho menos las universidades nacionales que hacen un premio de Artes Visuales con proyección nacional. Me parece importantísimo; e importante subrayar todo esfuerzo, el presupuesto, la logística, el catálogo, todo lo que ha hecho la Unne, sus autoridades, el personal, las directoras de los centros culturales para llevar esto adelante.

La Unne hizo este primer regional y ahora esto tiene una proyección nacional, lo que sería esperable es que tenga una continuidad. 

—Las obras van a formar parte de una colección. Ahí hay otro valor ¿no? 

—En Estados Unidos, en muchísimos países europeos, las  universidades tienen colecciones importantísimas, incluso universidades muy pequeñas. La Universidad de Tubinga en Alemania, cerca de la región del Dusseldorf, por ejemplo, tiene el acta de nacimiento del pop inglés, que es un pequeño collage hizo Richard Hamilton que se llama “Que hace a los hogares modernos tan atrayentes, tan diferentes”. Eso es propiedad de una universidad.

Todos los que damos Historia del Arte Contemporáneo, si tenemos que hablar de pop y pop europeo, mostramos ese collage, y repito, con el acta fundacional del pop inglés es parte de una universidad entonces, a mí me parece importantísimo.

—¿Cuál fue el criterio del jurado en los premios Unne?

—En un momento los salones o los premios están divididos en categorías, tema pintura, escultura. En los últimos años asistimos a una disolución de géneros. Hay cuadros que son cuadros objetos, hay esculturas que no son ni madera, ni mármol, ni bronce. Hay “videoarte”, hay “videodanza”,  performance, “fotoperformance”. Es muy difícil ignorar esta disolución de los géneros. Hace varios años los premios no tienen categoría, no tienen géneros. 

Lo que se premia no es tanto el género, lo que se premia es una idea, una propuesta, independientemente de que sea pintura, escultura o bordado. 

De hecho una de las cosas que estuvimos discutiendo con el jurado fue porque había una obra que a nosotros nos gustaba mucho, estaba bordada; entonces, la pregunta era “¿qué diferencia hay si esto hubiera estado dibujado en vez de bordado?”. Es cierto que el bordado se ha puesto de moda últimamente, valorizado desde una perspectiva género… yo estoy fascinado con las cosas que están haciendo con el bordado, con el tejido ya hace bastantes años. Pero la pregunta es, bueno ¿estamos haciendo bordado porque todo el mundo hace bordado o porque el bordado justifica lo que yo quiero transmitir?

—¿Ves crítica regional de arte? 

—Muy poco. En realidad la pregunta la tendrías que contestar vos mismo.

—No, yo creo que no. Siempre lo digo. Yo hago una reseña o una entrevista pero no tengo las herramientas teóricas para poder analizar una obra desde el punto de vista crítico, específico. Puedo opinar, pero no es una opinión crítica específicamente hablando.

—Vengo a dar clases acá hace cinco años y sigo algunos diarios por la web, no estoy tan al pie del cañón de lo que se produce críticamente acá. Lo poco que he visto, no es crítica. Incluso la materia que yo dictó en la Unne, que se llama “Evaluación, análisis y crítica de arte”, yo les propongo a los chicos a hacer crítica, hacer un ejercicio crítico, precisamente para formar. Les cuesta muchísimo escribir, pero yo creo que al que le cuesta escribir es porque le cuesta leer.

Sabemos que las generaciones jóvenes, vamos a honrar las excepciones, pero que no son grandes lectores y la verdad es que cuando corrijo trabajos, hay que corregir bastante. Ultimamente doy opción A) hacer una crítica; opción B) cualquier otro trabajo, y la mayor parte los chicos optan opción B). O sea, no les gusta mucho escribir, no le gusta o no lo se sienten capacitados, o no se sienten con las herramientas, o lo que sea. Quiere decir que si desde un lugar formativo como es la universidad, falla eso y no sé, lo que no quita que pueda haber una persona acá.  En Corrientes Marcelo Fernández, Gabriel Romero, son académicos, tuvieron una muy buena formación. Si bien, bueno, Gabriel Romero viene del campo de la arquitectura pertenece a la Academia Nacional de Bellas Artes, Marcelo Fernández también es un gran escritor. 

Hay grandes escritores que pueden abordar el fenómeno artístico y sobre todo Corrientes que se destaca por ser una provincia con hombres y mujeres de mucha sensibilidad, no solamente a la música, sino también a la naturaleza de las artes visuales. Pensemos que nosotros estamos hablando de la formación académica, pero también es necesario tener una sensibilidad.

De qué me sirve leerme todos los libros de arte contemporáneo, si no tengo sensibilidad ante la obra. Entonces la sensibilidad es un paso importante; o sea, qué me pasa frente a la obra y después me siento a escribir, a contextualizar lo que me pasa, lo que propone la obra, etcétera. Repito, que no haya no quiere decir que no puede haber.

 

Cada vez hay menos crítica, hay menos espacio para la crítica en los medios, hay muchos cronistas culturales que no son lo mismo que críticos. Un cronista cultural es alguien que intenta hacer una descripción objetiva de una situación sin compromiso. Un crítico sí se compromete y toma partido.

Corrientes que se destaca por ser una provincia con hombres y mujeres de mucha sensibilidad, no solamente a la música, sino también a la naturaleza de las 

artes visuales.

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