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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Hallaron un avión perdido hace 58 años

Entre las montañas. Los restos del avión encontrado por los andinistas chilenos.

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

A veces las casualidades aparecen cuando menos se las espera, y eso fue lo que pasó en la primera semana de febrero de 2015, cuando un grupo de escaladores chilenos hizo historia al encontrar en la Cordillera de los Andes los restos de un avión que se había estrellado hace hoy 58 años y que transportaba a parte del equipo chileno de Green Cross, que tenía como gran figura al argentino Eliseo Mouriño, uno de los grandes caudillos del fútbol argentino.

El 3 de abril de 1961, el aparato Douglas DC-3 de la aerolínea LAN procedente de Osorno en el Sur, y con destino a Santiago de Chile, desapareció misteriosamente en una zona de altas montañas y sus restos nunca fueron encontrados, convirtiéndose en uno de los mayores enigmas de esa época, hasta que décadas después un grupo de escaladores chilenos halló restos del  avión y el gran misterio quedó develado. En la aeronave viajaban 24 personas, entre ellas ocho jugadores integrantes del primer equipo del Green Cross, así como el entrenador, Arnaldo Vásquez y el masajista Manuel González. El equipo volvía de jugar un partido por la Copa Chile y se dividió en dos grupos, en vuelos distintos. Uno nunca llegó a destino en una de las peores tragedias del fútbol chileno y mundial, que conmocionó a todos. Tan grande fue el impacto que años después, en 1965, el club se disolvió y se mudó a Temuco.

La búsqueda de los restos del avión duró dos semanas y resultó infructuosa, dándoselo por perdido finalmente.

Los funerales del equipo fueron multitudinarios y simbólicos porque no se hallaron los cuerpos, incluso circularon versiones de que los ataúdes fueron rellenados con piedras, lo que nunca fue confirmado ni desmentido. Hasta que en la primera semana de febrero de 2015, un grupo de andinistas chilenos encontró a 3.200 metros de altura, en la cordillera de Linares, unos 360 kilómetros al Sur de Santiago, los restos completos  del avión, lo que por casualidad desentrañó uno de los misterios más antiguos entre los lugareños. Varias expediciones habían tratado en vano de encontrar el avión. Leonardo Albornoz, uno de los más experimentados  miembros de la expedición que realizó el hallazgo, relató que “fue un momento muy sobrecogedor y se sentían sensaciones de todo tipo, se podía sentir la energía del lugar, se podía respirar y percibir el dolor que allí había. Descubrimos la hélice, que estaba semienterrada por allí cerca, pero sin duda tiene que haber muchas historias dolorosas debajo de esas piedras”.

El grupo descubrió, sin necesidad de desenterrar, buena parte del fuselaje, mucho material esparcido en la zona, incluso restos óseos de numerosos cadáveres allí diseminados, y de lo cual se puede inferir, según los peritos que investigaron, que muchos lograron salir del avión, muriendo en las adyacencias. Este hallazgo inesperado sirvió para rescribir la historia, puesto que los restos del avión fueron hallados en un lugar diferente al indicado por las publicaciones oficiales de esa época.

No obstante, la expedición no reveló nunca el lugar exacto del hallazgo, por respeto a los familiares de las víctimas. Se sabe que estos lugares, donde ocurrieron tragedias, muchas veces son profanados por personas que quieren llevarse del lugar como recuerdo, como un trofeo, cosas que encuentran allí. Como muestra basta un botón: cuando Carlos Monzón tuvo el accidente automovilístico fatal que le costó la vida, en Santa Fe en 1995, llevaba puesta una cadena de oro y un reloj Rolex, que en un descuido alguien se llevó de “recuerdo”, y a pesar de los pedidos que hicieron los familiares, nunca aparecieron.

También para evitar que el lugar se convierta en un punto turístico, ya que con buen criterio, las autoridades decidieron no traer nada, dejar todo como estaba durante tantos años, como un entierro masivo, se depositaron los huesos hallados, en una fosa común, un santuario y recordatorio de esta tragedia, que en su momento impactó a todo el mundo.

Idolo del fútbol argentino

Una de las víctimas de este accidente aéreo fue el destacado jugador argentino Eliseo Mouriño, un caudillo del medio campo del fútbol argentino, figura en las décadas del 40 y el 50, un técnico dentro del campo de juego, un gran jugador que fue ídolo en los clubes que jugó,  fue amado por los hinchas de Banfield, donde surgió y triunfó. Una de las tribunas del actual estadio Florencio Sola, lleva merecidamente su nombre. Boca  Juniors lo buscó insistentemente sin suerte, hasta que en 1953, dio el sí y pasó a formar parte de un gran medio campo boquense junto con Pescia y Lombardo. 

Fue ídolo indiscutido en Boca hasta 1960, en que ya cansado y con las rodillas que no le respondían totalmente, decidió estirar su carrera en Chile, en el Green Cross, a los 34 años, sin imaginarse que su fin se acercaba aceleradamente. Detrás de él, un joven y promisorio Antonio Ubaldo Rattín, luego también ídolo de Boca, estaba pidiendo pista para reemplazarlo. El Gallego, como le decían, brilló en la selección argentina, donde jugó 25 partidos, fue bicampeón de la Copa América, en los años 1955 y 1959. Luego de su transferencia al fútbol chileno, apenas jugó un solo partido en su nuevo club, el Green Cross, ese maldito partido contra Osorno, del que nunca pudo volver. Hoy sus restos descansan en algún lugar de la Cordillera de Linares, en territorio chileno.

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