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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Israel, Rusia y la situación en Siria

La existencia de una relación estratégica entre Rusia e Israel es evidente desde hace tiempo. No se trata de una alianza per se, pero sí de una amistad de conveniencia. Si bien sus intereses no siempre coinciden, ambos estados actúan en sincronía, pues comprenden que sus objetivos ulteriores son inverosímiles sin la aquiescencia o visto bueno por parte del otro.

Esta interpretación da cuenta de frecuentes reuniones bilaterales de alto nivel entre líderes y funcionarios de ambos lados. Sin ir más lejos, luego de entrevistarse con Vladimir Putin, el premier israelí Benjamin Netanyahu afirmó el 3 de marzo que Jerusalén y Moscú trabajarían juntamente para examinar la retirada de tropas extranjeras de Siria. Teniendo en cuenta las intenciones de Estados Unidos de evacuar a sus soldados del conflicto, el anuncio hace referencia a la presencia de militares turcos e iraníes en suelo sirio, creando la impresión de que el Kremlin está perdiendo la paciencia con Ankara y Teherán.

En una nota en infobae.com, Federico Gaon dice que según diversas fuentes, teniendo en cuenta que la supervivencia del régimen damasceno ya no está en juego, los rusos están percatándose de que sus socios en la pacificación de Siria, bajo el encuadre de la cumbre de Astana, dinamitan más de lo que aportan. En contraste, Israel es el único actor que no objeta las ambiciones rusas en Medio Oriente, estando dispuesto a colaborar en la pax russica del posconflicto.

En público, Damasco solo puede ventilar su frustración mediante la propaganda y declaraciones envalentonadas contra el “enemigo sionista”. En privado, esta situación se traduce en presión para que Rusia interceda y modere el fuego israelí. A diferencia de Estados Unidos, Rusia es el único peso pesado que mantiene un trato cordial con todos los actores involucrados en la conflagración de Medio Oriente. Es decir, por fuerza de las circunstancias, constituye el único intermediador aceptado, suponiendo para Moscú una gran influencia que se condice con el deseo de Putin de devolverle a su país el carácter de superpotencia global.

Ahora bien, pese a la presión de su aliado, Rusia no desea conflictuar la seguridad israelí y ha demostrado que no actuará en función de cubrir los intereses de Irán. En agosto de 2018 los rusos formalizaron su demanda de que Hezbollah y las milicias iraníes mantuvieran una distancia de por lo menos 85 kilómetros de la frontera con el Golán israelí. Sin embargo, aunque los iraníes han acatado la orden, no hay indicios de que Teherán vaya a desconectarse del resto de Siria, ni garantías suficientes para prevenir que militantes chiitas retomen posiciones cerca de Israel.

Existe consenso entre los analistas de que Rusia no puede expulsar a Irán de Siria. Tampoco puede actuar contra el atrincheramiento de sus efectivos al largo plazo, algo que Israel no puede tolerar. En este sentido, solo el uso de la fuerza por parte de la aviación israelí puede demorar o complicar la situación de Irán. Asumiendo que Israel se cuide de no atentar desmesuradamente contra las capacidades del régimen sirio, el debilitamiento de Irán podría llegar a ser de utilidad a los efectos de estabilizar Siria bajo los auspicios rusos.

Según marca el sitio especializado Debkafile, durante el reciente encuentro entre Putin y Netanyahu en Moscú, el líder ruso aseguró que en este punto los intereses de Jerusalén y Moscú convergen, en esencia, regresar Siria a lo que era antes de la guerra civil. Este acuerdo signa la desconfianza hacia los planes iraníes y podría adelantar mayores presiones para que el gobierno de Assad se desligue de sus benefactores persas. 

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