Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES20°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES20°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Lo importante no es la pregunta, es la respuesta

Lo importante no es la pregunta, es la respuesta
Oriana Fallaci

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

En la radio o la televisión, medios que registran por su propia naturaleza la inmediatez, es el tiempo de una realidad valiosa porque lo dicho, dicho está. No hay marcha atrás. Pero lo malo por encima de todo ello es cuando el político se siente acorralado por no hablar con la verdad, y mucho peor cuando en su defensa agrede al periodista -creyéndose perseguido- que simplemente está cumpliendo con su deber que establece el mettier.

Es un mal pretexto argüir una guerra dialéctica que desnaturaliza la realidad cuando no existe ni anima a quienes verdaderamente ejercen su rol.

Me gusta brindar homenaje a quienes lograron trascender profesiones, a la vez de actuar con toda la didáctica de la simplicidad, porque sus dichos son enseñanzas que trasciende los tiempos, se hacen fuertes, se graban, se expresan con toda la voz, se transforman en dichos populares que aleccionan y esclarecen con el brillo preclaro de la inteligencia. Por ejemplo, me remito a  algunas de las frases pronunciadas o escritas por Oriana Fallaci, recordadas algunas por el periodista Jorge Ramos de Univisión.

Oriana Fallaci, la gran periodista, escritora y activista italiana que le tocó desempeñarse en todos los frentes de guerra como entrevistar a figuras descollantes del mundo, decía: “…a los gobernantes y poderosos había que arrancársela la verdad a preguntas”. “Mis preguntas son brutales porque la búsqueda de la verdad es como una cirugía. Y las cirugías duelen”. Es toda una ceremonia que algunos no captan, se escrutan amablemente periodistas y reporteados buscando la pregunta que provoque una revelación, es decir con certeza como forma de manejo sincero. Lejos de imaginar que se tratan de enemigos. Decía entre tantas cosas la Fallaci: “Para mí ser periodista significa, y por supuesto esto en sentido figurado, denotando el filo de la pregunta, ser desobediente”. Y, finalmente esto de cierto, la entrega del periodismo en una mirada íntima, en que se juega su acierto o no para que la verdad florezca sin dolores como en un feliz parto: “El periodista tiene que involucrarse, embarrarse y enlodarse en el lugar y en el tiempo”. Desde el principio tiene todo en su contra ante el entrevistado político, por ejemplo, no permitirle que se “ponga” el cassette de decir muchas cosas sin decir absolutamente nada. Sino por el contrario, obtener la respuesta necesaria, verdadera, llamando a las cosas por sus nombres, porque lo más importante no es la pregunta sino la respuesta porque constituye la búsqueda vital. Por qué eso, simplemente porque generalmente políticos, funcionarios, clase dirigente, derivan la verdad hacia otro lado minimizando la gravedad y el peligro de mantenerla y no decirla. Simplemente pelea con quien pregunta invirtiendo los roles, es decir, ante una pregunta peliaguda responde con otra pregunta desnivelando el equilibrio y alterando el orden del reportaje que solamente pretende la búsqueda de la certeza que permita conocer a la gente, al ciudadano común.

El periodista no pide una confesión personal. Sino simplemente que la amenidad no sea mentirosa, porque la mentira tiene patas cortas, y poder así transformar una charla en trascendente logrando reveladora transparencia de cómo están las cosas en esos ámbitos no cotidianos, que la mayoría ignoramos. Porque el cariz ante la investidura cambia, y todo, con la argumentación en evasiva constante, generalmente se torna irrespirable porque la sinrazón de la cosa sin importancia devalúa intenciones y respuestas, opacando la nota pero más que nada la poca seriedad del entrevistado en cuestión.

Jorge Luis Borges, ameno con buen humor también se ponía serio y decía a propósito: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”. Pero remataba la idea con una verdad muy grande y elocuente: “El que miente en un reportaje, pierde”.

El colombiano Premio Nobel, Gabriel García Márquez, periodista antes que nada, refresca la memoria: “La primera función del periodismo es la verdad, porque vivimos en un mundo lleno de mentiras”. No sólo revelaba la verdad sino la mentira que prima como pretexto cotidiano, o bien salir al cruce con el enojo que la situación lo ha llevado al entrevistado ubicándolo entre la espada y la pared.

Creo que son muchas las armas elogiosas del buen periodismo, la utilización de palabras simples pero esclarecedoras, frontales, directas, manteniendo el respeto que debe ser mutuo, sin alteraciones que modifiquen el clima y derive en direcciones ajenas al interés, más que nada al propio sentido común, que construyan y aclaren, develen y sitúen. Pero también es cierto que quien dirime manejando el clima es el periodista que tiene en sus manos un arma lícita que es la repregunta. Es la que reitera enfática. La que remata. Pone fin para que la respuesta aflore. Breve, pero concluyente para que la respuesta no se haga esperar más. Creo y confío en la repregunta, porque ella tiene el impacto del arma más letal que da el tiro de gracia en el momento justo cuando ya se creía todo perdido, resuelto con evasiones y enojillos.

En este país, esto sucede a menudo. Volver a vivir. Volver a repetirlo, porque no llegar a la respuesta real y certera, es idéntica a la ironía que planteaba el personaje de uno de sus libros, Oriana Fallaci: “La guerra no sirve para nada. No resuelve nada. Tan pronto como termina (una guerra), te das cuenta que las razones por las que se peleó no han desaparecido o que hay nuevas razones que han reemplazado los viejos argumentos”. La mentira o la evasión de la verdad siempre ha sido el desencuentro de las personas, de un país. El periodismo tiene la misión de exigir a develarla, tiene conocimiento y alcanzan las palabras de un propio y hermoso idioma para hacer del reportaje la obra más perfecta de dialéctica, convicción, seriedad, amenidad. La elocuencia con certeza es creíble. Es respetada por responsabilidad.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error

Comentarios