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Sonríe, Dios te ama

Un neurocirujano norteamericano de vasto prestigio profesional estuvo en coma por siete años. En un libro cuenta su experiencia de haber conocido a Dios. 

Por Leticia Oraisón de Turpín

Orientadora Familiar

Un refrán por todos conocidos, tantas veces escrito, y que visualizamos casi indiferentemente y sin vibraciones emocionales. Está escrito en muchos lados y, sin embargo, por profuso, o por descreimiento u obviedad, no lo meditamos o consideramos debidamente.

Y sí, Dios nos ama, y ¡cómo nos ama! tanto, que se manifiesta constantemente en nuestras vidas y cada quién, tiene una o muchas experiencias en su vida, sólo que, muchos lo dejamos pasar.

El Dr. Eben Alexander, neurocirujano norteamericano de vasto prestigio profesional, escribió un libro sobre su experiencia extraordinaria de Dios en un “Encuentro Cercano a la Muerte” (ECM) y lo tituló La Prueba del Cielo (Editorial Planeta).

Aunque provenía de una familia cristiana, sus estudios y perfeccionamientos científicos lo obnubilaban totalmente de cualquier experiencia o cercanía al Dios Creador y Misericordioso que está presente y nos ama infinitamente.

Hasta que inesperadamente tuvo un derrame cerebral y cayó en un coma profundo durante siete días, y cuenta, él en primera persona, que allí vivió una experiencia increíble. Expresa textualmente: “Lo que vi no fue un túnel, aunque sí tuve la sensación de ascender por un valle estrecho y oscuro para llegar a otro con una luz espléndida y unos colores indescriptibles. El lugar en el que estuve es un sitio maravilloso, reconfortante y lleno de amor. No tengo miedo de morir porque ahora sé que no es el final”.

“Durante el coma, no es que mi cerebro funcionase de manera incorrecta... es que directamente no funcionaba. En mi caso, el neocórtex se había desconectado del todo. Entré en la realidad de un mundo de conciencia que era completamente ajeno a las limitaciones de mi cerebro físico”.

“Podría decirse que la mía fue la experiencia cercana a la muerte perfecta. Como neurocirujano con varias décadas de experiencia tanto en investigación como en cirugía, estaba en una posición privilegiada para juzgar, no solo la veracidad de lo que  me estaba sucediendo, sino también todas sus implicancias”.

“Eran unas implicaciones de una magnitud indescriptible. Lo que me reveló mi experiencia es que la muerte del cuerpo y el cerebro no supone el fin de la conciencia, que la experiencia humana continua más allá de la muerte. Y lo que es más importante, lo hace bajo la mirada de un Dios que nos ama a todos y hacia el que acaban confluyendo el universo y todos los seres que lo pueblan”.

“El lugar al que fui era real. Real hasta el punto que a su lado, la vida que llevamos en éste mundo y en éste tiempo parece un simple sueño”. 

“Un mundo de ensueño increíblemente hermoso”.

Cuenta también y en detalle, todo lo que vivió y experimentó en ese trance de su vida, Trance, no por difícil o penoso, sino por peculiar, extraño, no esperado, ni creído, por sorpresivo y contundente; por desarmar lo construido mental y científicamente en su cerebro durante tanto tiempo y con tanto esfuerzo.

Dice en su libro que después del coma, ya devuelta su salud y retomando su rutina habitual, en oportunidad de ir a la iglesia (donde antes lo hacía esporádicamente y solo para eventos especiales) fue donde entendió el sentido de la religión. Al menos el sentido que debería haber tenido, porque ahí se dio cuenta que él no solo creía en Dios, sino que ahora “conocía a Dios”.

Esta pequeña reseña de un libro hermoso para leer, tiene la intención de despertar en cada uno el deseo de meditar un poco más profundamente sobre nuestra religiosidad y sobre la respuesta que estamos dispuestos a dar a Dios. A ese Dios que nos ama y nos ama de verdad, tan intensamente como para buscarnos y asegurarnos la eternidad.

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