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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Yo soy parte de mi pueblo

Era un éxito vivir nuestras cosas, al descubrir en un reportaje ser como somos. Tal cual, con vivencias jamás calladas, porque la memoria y la charla espontánea nos devuelven nuestra forma de ser.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Este estribillo (el del título) recitado en el arranque de su inicio, forma parte de una obra escrita especialmente por el autor Carlos A. Petit para que en 1946, Alberto Castillo lo grabara y fuera incluida en la película “Adiós pampa mía”, con música de Rodolfo Schiamarella. Esa apertura era la antesala de un vals titulado “Los cien barrios porteños” que arrancaba con los versos dichos, no cantados, hasta que después de él, “ponía motor” con toda la fuerza la orquesta porque las estrofas iniciales resonara en los oídos marcando nuestra idiosincrasia, nuestra propia forma de ser:

“Yo soy parte de mi pueblo /y le debo lo que soy; /hablo con su mismo verbo /y canto con su misma voz.” /

Era un éxito seguro hacer vivir nuestras cosas, al descubrir en un reportaje ser como somos. Tal cual con vivencias jamás calladas porque la memoria y la charla espontánea nos devuelven nuestra forma de ser. Rescatar esas historias pasadas porque vivieron e hicieron camino al andar, me permitió conocer a figuras diversas a quienes algunas de las tantas tuve la oportunidad de conocerlas en la intimidad de su gran personalidad, y descubrir la sencillez y naturalidad que la vida cotidiana impone.

Muchos pasaron por mis entrevistas, y a la mayoría les recuerdo con especial cariño y admiración, estableciendo que el decir del pueblo no traiciona ni se modifica cuando la nobleza es parte fundamental de sus singulares personalidades.

Sucede que siempre andaba con grabador en mano. Un día me llama el mozo del ex bar de la confitería del Hotel Orly. Y me dice guiñándome, arriba está el cantor Jorge Sobral. Había cantado con orquestas especiales dado su tono poco común de barítono bajo, Horacio Salgán, Mariano Mores, Astor Piazzolla, más que nada solista y no dependiente de cuál o qué agrupación. Me contó cálidamente, el feliz encuentro con su amigo Astor en pleno centro de Buenos Aires, cuando este lo invitó a que le cantara, un tema suyo, inédito, para participar en el “Primer Festival Latinoamericano de la Danza y la Canción”que se realizó en el Luna Park en 1969. Pero Jorge Sobral ya había sido apalabrado por los autores Ahumada y Camilloni para su composición compuesta para el evento. Le dijo su compromiso concertado mucho antes, entonces Astor muy enojado y como de costumbre lo mandó bien lejos, “a freír pescado”. El problema mayor vino después, porque el tango que cantó Sobral “Hasta el último tren” salió primero, mientras que Astor entro segundo con “Balada para un loco”, cantada por Amelita Baltar. El mecanismo del festival era igual al de San Remo, Italia, se premiaban las canciones inéditas. Mientras tomábamos un buen café, me dijo: “…quédate tranquilo, después nuestra amistad recuperó su afecto: Astor y yo fuimos un sólo corazón en amistad y admiración.”

Mi gran amistad con amigos judíos integrantes del “Beni Bright”, club internacional de arte y cultura, me permitió ser especialmente invitado para acceder a los té culturales, que muy pocas personas, no más de 5, en el Hotel Guaraní, en su previa a las charlas masivas llevadas a cabo en el Auditorium de la Facultad de Derecho, me permitían el lujo de departir con ellos en un tradicional té informal, cálido, sincero, abierto y muy personal. Hecho justamente en la intimidad para poder grabarlo. Así desfilaron, Osvaldo Quiroga, periodista y crítico cultural; Nelson Castro, reconocido periodista  y  “Pepe” Eliaschev, brillante periodista de radio, televisión, y periodismo gráfico en Diario y Revista Perfil. Eliaschev, pegó el grito en el cielo cuando exprofeso lo nombré a un famoso filósofo, pensador postmarxista y activista italiano, “Toni” Negri, siendo notorio su libro, “Imperio” editado en el año 2000. Dice la crónica, que el 7 de abril de 1979 con 46 años de edad “Toni” Negri fue arrestado y acusado de ser el autor intelectual del asesinato del Primer Ministro italiano, Aldo Moro. La respuesta más linda de “Pepe” Eliaschev, fue cuando le pregunté si como hacía para tener una relevancia uniforme en la jerarquía de sus invitados de radio a través de su programa “Esto que pasa”, difundido por LR1 de Buenos Aires, y me respondió: “Que más que nada era intuición personal porque algo le decía que esas personas invitadas eran únicas y se merecían poder departir con ellos. Pero más que nada tenerlos fuere como fuere.”

Uno siempre aprende mucho de ellos. Sus observaciones. Sus conclusiones. Y a la vez descubre que son formidables personas, humildes y sinceras.

Una vez estando exponiendo en Corrientes, más precisamente en “El Mariscal” de calle Salta y Carlos Pellegrini, le pregunté al gran dibujante y periodista Hermenegildo “Menchi” Sabat, si la serie de dibujos sobre Menem que venía publicando Diario Clarín donde era exclusivo, quería transmitir la sed compulsiva del primer mandatario por la reelección, porque lo ubicaba a Menem insertado en el sillón presidencial, formando casi parte de su cuerpo. Y con toda inteligencia y fina ironía ya que su humor era mudo, es decir sin texto, me dijo: “…Bueno, eso es lo usted se imagina.” En broma, agregó: “No me haga quedar mal, mire que estoy comprometido porque soy uruguayo, hijo de padre periodista uruguayo y de madre argentina. Y, por lo tanto, respeto el país que me aloja. No vaya a ser que me “espianten.” “Menchi,” ha sido un gran dibujante, más que nada muy inteligente y de una vasta cultura, pero muy sencillo, y de fino humor.

Con “Pancho” Figueroa el chaqueño de Los Chalchaleros, un amigo productor de espectáculos Luis Salinas, me llama saliendo del Diario Epoca, en compañía de él, con la intención de presentármelo. Y, como es mi costumbre, a “boca de jarro”, tomándolos por sorpresa, le propino un “tiro certero” especialmente a Figueroa, “Pancho, ¿cómo andan “The Gipsys?” En un segundo lo retrotraje a los famosos bailes del Hotel Buenos Aires de las décadas del 50 y el 60, y agrego enfático y contundente: “cómo anda tu clarinete.” Más aún quedó desconcertado. Y allí, para sorpresa de Salinas el “tercero en discordia”, dice Pancho: “…si es cierto, yo tocaba el clarinete y hacíamos jazz siendo muy jóvenes con la orquesta “Los Gitanos” (The Gipsys), “yo me venía todos los fines de semana a Corrientes.” Como se ve, las sorpresas se dan cuando las palabras crecen. Un reportaje permite el conocimiento, y abreva distancias estableciendo una cierta amistad que solo hurgando en los recuerdos, surgen como entonces. Pero es justamente hablando son esa voz de pueblo, de conocimientos aprendidos en él, vividos en él. 

Quiero ese pasado que felizmente nos formó, estudiamos, aprendimos un oficio que permite conocer a la gente que hace un barrio, un país. Justamente el tango interpretado por Jorge Sobral que es quien le gana a Astor Piazzolla con el tango “Hasta el último tren”, que habla ese idioma natural y profundo donde en metáfora nos hace recordar las “nervaduras” de acero que surcaron las vías el país, antes que “Carlitos” Menem se le ocurriera levantarlas antes de repararla. Tirándose contra el pueblo que siempre debe tener la última palabra, privándole de un medio barato y  capaz.

“Amo los andenes de la espera, / las señales de la noche / y tus alas de viajera... / Celo cuando pienso que otro anhelo / te desvíe de mi rumbo / y te lleve hacia otro cielo. / Lloro de pensar que otro verano / un andén abandonado / me verá esperando en vano…/ y el dolor se hará presente / cuando inexorablemente / ya no tenga que esperar.”

 

Un reportaje desnuda, y si tenemos “muñeca”, se vuelve coloquial. No caben imposturas tan sólo sinceridad.

 

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