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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Los movimientos de la política

Luego del sorpresivo anuncio de Cristina Kirchner sobre la elevación de Alberto Fernández a la candidatura presidencial de su sector con ella como compañera de fórmula, muchos se han preguntado si el macrismo debía festejar esa decisión o preocuparse.

Es cierto que desde el gobierno nacional no se ocultó el deseo de enfrentar a una Cristina Kirchner lo suficientemente fuerte como para bloquear y demorar la renovación del Partido Justicialista y lo suficientemente débil como para ganar un balotaje presidencial. Sin embargo, el rápido respaldo que logró el binomio Fernández-Fernández entre un número no menor de gobernadores peronistas que hasta la semana pasada mantenían una actitud cautelosa y expectante confirmó el esperado ensanchamiento de la base de apoyos al kirchnerismo, en desmedro de la Alternativa Federal, escribió ayer Fernando Labora en La Nación.

La virtual confirmación de la división de la oposición peronista en dos o en tres partes (si Roberto Lavagna, finalmente, es candidato al margen de la Alternativa Federal) era un escenario que, en principio, parecía convenirle a Mauricio Macri, porque en efecto acentuará la polarización entre la coalición oficialista Cambiemos y el kirchnerismo. Pero aparecería también un nuevo factor de riesgo para Macri: que la debilidad de un eventual peronismo no kirchnerista fraccionado en dos consolide el voto antimacrista alrededor de la particular fórmula ideada por Cristina Kirchner -más aún si llegara a producirse el retorno de Sergio Massa a las filas de este sector- y que una postulación de Lavagna apoyada por los socialistas, el GEN de Margarita Stolbizer y algunos radicales díscolos termine quitándole algo de intención de voto a Macri. Ese hipotético escenario, con el que se ilusiona el kirchnerismo, podría llevar a Alberto Fernández a superar el 40% y aventajar a Macri por 10 puntos en primera vuelta, lo cual le daría la victoria al kirchnerismo.

Por ahora, no hay ninguna encuesta seria que dé cuenta de ese escenario, pero la hipótesis no deja de preocupar a ciertos dirigentes del oficialismo, empezando por representantes del radicalismo.

En la otra vereda, hay hombres del Gobierno que se entusiasman con los primeros pasos de Fernández, cuyas primeras declaraciones públicas lo hicieron aparecer casi como un abogado defensor de la ex presidenta antes que como un candidato presidencial con aspiraciones a imponer una agenda propia. Sus reiterados ataques a determinados jueces y camaristas vinculados con las investigaciones sobre los presuntos delitos de Cristina Kirchner en la función pública, y su sorprendente afirmación de que, si su fuerza política llega al poder, tendrán que revisarse algunas sentencias judiciales alegraron el corazón de los estrategos de la Casa Rosada.

Ese exabrupto de Fernández le sirvió al oficialismo para entusiasmarse con la idea de que el miedo al pasado sea mayor que el desencanto con el presente y de que la continuidad de Cambiemos en el poder pueda ser vista como la única garantía para que la Justicia siga investigando los hechos de corrupción de la era kirchnerista.

Más allá de los efectos que en el electorado provocará la irrupción de la nueva fórmula kirchnerista y del incierto futuro que en estas horas exhibe la Alternativa Federal, las grandes incógnitas electorales seguirán pasando por los siguientes ítems:

El destino del voto de una porción de la clase media/media baja que fue clave en la victoria de Macri en el balotaje de 2015 frente a Daniel Scioli y que hoy exhibe desencanto con la gestión del gobierno nacional. El probable crecimiento del voto en blanco.

La evolución y el impacto que tendrán en el electorado independiente las causas judiciales contra Cristina Kirchner.

Los eventuales cambios en las inquietudes de la opinión pública hacia octubre y, en particular, el lugar que ocuparía la preocupación por la corrupción frente a la situación económica. 

El grado de dispersión de la oposición peronista.

El nivel de dispersión del potencial voto para Cambiemos en una primera vuelta, a partir de una imagen negativa de Macri que, según las consultoras Isonomía y D’Alessio Irol-Berensztein, alcanzó a fines de abril un récord del 62 por ciento, aunque habría experimentado una recuperación de unos cuatro a cinco puntos en las últimas semanas. Veremos.

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