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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

En el nombre del padre, los hijos y la droga

Perseguidos por la Justicia Federal de la provincia de Buenos Aires, en 2016, en operativos distintos cayeron dos padres con sus hijos cargados de ladrillos de cannabis. La ruta de la droga en Corrientes se convirtió para ellos en tierra de pesadillas, pero un mismo abogado, con oficinas en varios países, intenta aliviar sus situaciones ante los jueces.

Por Juan Manuel Laprovitta

@juanmalapro

De la Redacción

La osteomielitis no lo dejaba en paz en la cárcel de Devoto a Ignacio Principatto. Su abogado encontró en los dolores de hueso de su defendido la excusa perfecta para pedirles a los jueces que le abrieran el pabellón y lo dejaran ir a la casa de su mamá.

Sin embargo, a las secuelas del severo accidente que sufrió en 2015, con el calor del hogar sobrevino, evidentemente, el éxtasis.

Salidas a escondidas en el auto de la dueña de casa, visitas desacostumbradas, consumo de drogas y hasta un berretín por conseguir plata que dejó a su madre sin cocina porque se la vendió. La señora se hartó, admitió que le tenía miedo y el joven del tatuaje en el cuello en marzo tuvo que dejar su casa de Don Torcuato y volver a la sombra con un papel firmado por tres jueces y un fiscal de Corrientes.

Junto con su pareja comenzó a dibujar palotes en los muros, pero de Facebook, donde el 11 de mayo pasado Ignacio Salvador publicó una fotografía con un sobreimpreso exhausto: “¡Restan tres días! ¡Solo tres!”

Los días hábiles que le siguieron a su suplicio fueron los de un juicio que comparte con su papá Edgardo, en Corrientes, y con más de una tonelada de marihuana en el medio como piedra para su discordia con la ley.

Un camionero, que cayó en las fauces de Gendarmería el 18 de noviembre de 2016 en Santo Tomé, no supo explicar por qué los palets de madera que llevaba en el acoplado estaban ahuecados para esconder 1604 ladrillos de cannabis prensados, metidos en bolsas embadurnadas con grasa industrial, por si algún perro entrenado metía el hocico y lo delataba.

No era con la nariz, sino con los oídos que los encontraron. Los venían siguiendo desde la Justicia Federal de Campana, que ordenó que, al mismo tiempo que detenían a Marcelo Damota con las manos en el volante de ese camión, agarren en un Citroen C5 a papá e hijo Principatto, porque en los teléfonos de los tres estaban las huellas que no pudieron tapar con grasa ni con respuestas inverosímiles durante las indagatorias.

Se desencontraron en sus versiones al declarar ante la Justicia y terminaron con prisión preventiva. Los bonaerenses iban delante de la carga como campanas para avisar a Damota si había controles en la Ruta 14, que tomaron para viajar desde Misiones hasta su provincia con el contrabando. Pero fallaron.

Para Ignacio, dicen, no era su primera tonelada. En la provincia de Santa Fe todavía mascullan su nombre cuando se acuerdan del Fiat Iveco que en 2014 apareció abandonado en un basural de la localidad de Arroyo Leyes con más de 1.660 kilos de marihuana.

Por entonces tenía 26 años y fue como un fantasma para los investigadores. Solo encontraron su apellido en papeles que estaban adentro del camión, al que los sabuesos santafesinos le siguieron los rastros que fue dejando hasta llegar al dato de que era robado, al igual que el enorme container rojo de Hamburg Sud que tenía enganchado.

El contenedor, el vehículo y el acoplado que transportaba Principatto hijo estaban denunciados desde 2013 y antes de llegar a sus manos pasaron por las de un artesano que les adulteró las patentes, números de motor y chasis.

Esa logística sí se pudo ver: el muchacho que por estos días está a merced de los magistrados del Tribunal Federal de Corrientes abandonó el camión y no lo encontraron sino hasta septiembre de 2015, cuando apareció en Posadas y un juez lo sentó delante de su escritorio para que le explique qué tenía que ver con ese montón de droga.

En la trama de la marihuana aparecida en el basural de Arroyo Leyes cayó un elenco de 10 policías que quisieron hacer negocios con la carga, sin tener en cuenta que, además, dos narcotraficantes se estaban quedando sin su porción de la torta.

Están todos condenados desde junio de 2017.

El defensor de los Principatto en el debate que tendrá sentencia el 3 de junio en Corrientes se llama Darío Norlis Rodriguez Busso y es socio en una firma con abogados en cuatro ciudades de España, tres de Portugal y en Buenos Aires, con atención multifuero. No hay que dar muchas vueltas para saber que el prestigio se refleja en honorarios a la hora de contratar un asesor para las leyes.

La capacidad para organizar el tráfico de semejante cantidad de marihuana y la contradicción que supone tener en el banquillo a un traficante que le vendió la cocina a la madre para contar algunos billetes, pero con abogado de gran cartel, huele a estructura criminal en los tribunales federales.

El hedor llegó incluso de otro expediente que se está desglosando en la misma sala en la que juzgan a los Principatto y tiene como hilo conductor la coincidencia en el abogado, que defiende a otro narco.

Se trata de Javier Radaelli. Al igual que los bonaerenses, este cayó en desgracia junto con el padre, quien, vaya coincidencia, también se llamaba Edgardo.

El 29 de julio de 2016, estos parientes recibieron al teléfono de Javier un par de mensajes del “Gordo Choy” –un muchacho llamado Wenceslao Ojeda que está prófugo– y sin armar mucho lío, agarraron todos los papeles que pudieron, bolsos de mano y dejaron su habitación del hotel “Del parque” que está en la Ruta 12 cerca de la rotonda de acceso a Corrientes. Se fueron en procesión hacia el monumento a la virgen.

Dejaron estacionado en el alojamiento un camión Mercedes Benz que tenía ensartados más de 2.600 kilos de marihuana, pero no pudieron disimular nada y policías federales que los seguían desde la provincia de Buenos Aires los saludaron en plena calle con una orden de detención para cada uno.

Una propiedad en Talar de Pacheco, otra en la calle Groussac del barrio 17 de Agosto, el camión, y una serie de bienes que rodeaban a Javier Radaelli le hablan a los fiscales de la enorme capacidad económica de este clan y conforma otra arista que encaja en la ingeniería de los grandes planes del narcotráfico.

La suerte de Radaelli en estos días depende de antenas y cables. Y los viajes de su abogado a Corrientes, también.

Ocurre que el martes 21 de mayo debió comenzar el juicio en su contra pero, como está encerrado en Marcos Paz, la audiencia inaugural debía realizarse videoconferencia de por medio. No hubo señal suficiente y la falla técnica postergó 24 horas el debut de Radaelli ante los tribunales.

Al día siguiente aparecía su cara en el monitor de la sala del Tribunal, pero no se lo escuchaba.

Los jueces en acuerdo con las partes dispusieron que no haya cámaras en el medio y lo trasladen el 25 de junio, cuando retorne a la tierra de sus pesadillas.

En el proceso se hablará no solo del estupefaciente y sus protagonistas, sino también de dinero y patrimonio.

En principio, comenzarán a trazarse los caminos que conduzcan al “Gordo Choy”, porque en forma silenciosa se hizo de una fama escrita en las transcripciones de llamadas telefónicas con el camionero y posibilidades salidas de las pesquisas, pero de su pellejo, ni noticias.

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