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Crisis generacional

La doctora  Chemes y el licenciado  Pérez Bahamonde  abordan aquí el mito de la crisis generacional: “adultez vs. adolescencia”. Recorren una interesante mirada de la comunicación con nuestros adolescentes y jóvenes. “Acompañémoslos, aprendiendo a confiar desde las más delicadas estrategias, en los modelos que pueden ayudar a moldear sus proyectos”.

Por Marta Chemes

Especial para El Litoral

Por José Pérez Bahamonde

Especial para El Litoral

Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos… Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”.   

“Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.”

“Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos.”

“Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura.”

La frase Nº 1 es de Sócrates (470-399 antes de Cristo).

La segunda es de Hesíodo (720 AC).

La tercera es de un sacerdote (2000 DC)

La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.

Señoras madres y señores padres de familia: Relájense… las cosas, desde muchos años atrás, han sido así.

Claro, siempre han sido así en nuestra cultura, porque lo cierto es que si una parte del inconsciente colectivo tiende a sacralizar, endurecer y volver estáticos determinados modelos de comunicación y valorización, también existe otra cultura que siempre intenta la reformulación y un desarrollo que optimice valores.

Cuestionarnos las formas de comunicación es el camino que elegimos en esta búsqueda de apostar por sacar de cada persona lo mejor.

Pepe: Está en la personalidad de cada uno -puede decir una madre- el que haya hijos que se comunican más que otros… Una madre dice: Yo tengo tres; a los tres los criamos igual, sin embargo, cada uno manifiesta una personalidad distinta. Y agrega: A mí me parece, que el más extrovertido de los tres es el más vulnerable. Hay uno que observa todo, y el otro es más metido para adentro. ¿Qué te sugiere esta reflexión?

Marta: Como dicen los antepasados griegos, eso sería la democracia. Democracia quiere decir, comprender definitivamente que el ser humano es único e irrepetible, por lo que todos debemos aprender a vivir en la más absoluta de las diversidades. Habla muy bien de esos padres, que los tres hijos tengan actitudes diferentes porque significa que no ejercieron el autoritarismo: crianza con escucha y respeto por la manifestación de cada uno.

Pepe: Resulta oportuno aclarar que la adolescencia es la etapa más inteligente de la vida. Esto es interesante porque nos abre la oportunidad de hablar sobre la globalización de las ciencias; el encuentro de las culturas y la oportunidad que significa en esta etapa de la vida toda situación de intercambio-enriquecimiento.

Quiero decir: dos cosas debemos ampliar para los adolescentes: la oferta y la escucha.

La oferta se refiere a oportunidades: científicas, lúdicas, deportivas; culturales; artísticas y/o sociales, en general. Y en la escucha enseñar (¡y aprender!) a discutir, haciendo del disenso y el acuerdo una enriquecedora forma de comunicación de la que siempre saldremos fortalecidos.

Marta: Bueno, bueno… Esta deliciosa oportunidad es el episodio a través del cual adolescentes y adultos nos otorgamos la oportunidad de “convivir la crisis de crecimiento” aprendiendo a equivocarnos mutuamente y a ayudarnos a desarrollar nuestra inteligencia emocional, comprendiendo que errar, equivocarse, es la más brillante y necesaria oportunidad para aprender.

Pepe: Es de suma importancia ayudar compasivamente a los padres que están aterrados, porque sienten que perdieron el lugar que, como tales, les corresponden y que descentraron completamente el eje de su propio rol. Cuando los padres recuperan su rol, inmediatamente aparece el alivio de los chicos.

Fortalecer la debilidad de los padres “contagia” en los hijos, la sensación de contención y solidez.

¡No importa que los mismos hijos critiquen o se enojen cuando de transmitir valores se trata! Entramos en el desarrollo de habilidades y estrategias que tienen que ver con la negociación y toda forma de creatividad que nos permita habilitar la actitud de asociación.

¡Claro que los padres atravesamos la adolescencia de nuestros hijos como volcán en intensa erupción!

Marta: Todo se nos cuestiona; todo nos tambalea… Transitar el pasaje de la infancia a la adultez, es ayudar a construir la identidad en una persona.

Aunque, mientras lo vivimos, nos cuesta creer… se atraviesa… y se sale fortalecidos…!

Uno de los rasgos de nuestra cultura nos lleva constantemente a vivir las situaciones conflictivas como “sismos”, cuando en realidad, son verdaderas oportunidades de crecimiento. Así, personas mayores y menores disponemos de una clara oportunidad de actualización de pautas para la convivencia.

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