Alejandro Mauriño, o las oraciones ateas
Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
No hay más que remitirse a su bibliografía para constatar que Alejandro Mauriño es un autor prolífico: 31 libros publicados acreditan esta afirmación. Aunque su búsqueda mayor, su “manía casi fisiológica” (diría Cancho Gordiola) es la poesía, ha cultivado con igual pasión el cuento, la novela y el ensayo.
Además de los cargos oficiales que ha ejercido como difusor de la cultura de Corrientes, señalamos el haber llevado adelante el Ateneo Omar Khayam, cuya andadura se basó en las lecturas a viva voz de poetas de diferentes generaciones. Asimismo recordamos la elaboración junto a Yani Zimerman de la “Primera antología de la poesía de Corrientes”; y al traer este libro de los años 80 del siglo pasado, resulta poco alentador que posteriormente solo hayan aparecido “Corrientes-poesía” a instancias de Marily Morales Segovia (Sade) y “Poesía de Corrientes” de David Martínez.
Su poesía se mueve en amplios registros tanto en la forma como en el fondo. En cuanto a la forma, utiliza las propias de la tradición española. Con soltura salta del octosílabo al endecasílabo o alejandrino; en cuartetos, tercetos o pareados. Su solvencia en la métrica no anula su manejo del verso libre, que en ningún momento pierde musicalidad. El fondo de su poesía está sustentado por algunos tópicos como el amor; la evocación de la infancia; el paso del tiempo; el paisaje correntino; el ser humano actual y sus conflictos. Este último tópico despliega en muchos de sus libros; Mauriño asume que el poeta no vive en una torre de marfil:
“Un poeta escribe y la mano le es ajena:/ cinco dedos suplantan el dolor que los tiempos/ le agregan a esa gota con tono de pena;/con el otoño las hojas dan la forma del viento”. En muchos de los poemas la voz del poeta asume su orfandad ante el mundo, se aleja de lo “trascendente” pero no como simple descreimiento sino como amplitud de posibilidades de construcción de la libertad: “Soy el hombre libre./ Soy el ateo”. No faltan en su voz: ironía: (…) “Seré constante, hasta la risa./ Una hormiga y un ratón inmortal./ La cueva del oso, la raíz de la encina./ La cauta espera.”(…) “Y hasta la mosca que olisquea/ la nariz de tu cadáver”. Culturalismo: “Fui astrólogo maya, osado fenicio del Mediterráneo, discípulo de Confucio en una lejana China heroica. Si mujer, Corina, Safo, Hipatia y una bruja en la hoguera”. Erotismo: “Con su espada de estrellas/ cortará tu menarquía y un hijo/ -mitológico-/ crecerá en tu íntima fragua”.
Es sabido que Alejandro Mauriño es un gran admirador de Borges y no pocas veces la voz del autor de “Ficciones” llega decantada y particular a los poemas del poeta correntino, sobre todo en las “enumeraciones y yuxtaposiciones” o en los textos de carácter culturalista. También es sabida la afición de Alejandro por el ajedrez y su preferencia por el poeta persa Omar Khayam; veamos pues aquí estas fantásticas coordenadas que dibuja el maestro Borges en el poema Ajedrez: …“También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de Omar) de otro tablero/ de negras noches y de blancos días./ Dios mueve al jugador, y éste, la pieza./ ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonía?”.
Muestrario mInimo
Tormenta
Se moja el río con la lluvia
[y la tierra absorbe
violenta el alma de las nubes.
Largas centellas deforman con
[neuroluz el horizonte,
y una falsa noche asusta
[al mediodía.
Los truenos son del ruido
[toda referencia,
y la incomprensión mata
[a las aves
[de este lapso nocturno.
El gris y el viento, reyes son
[del día inconcluso.
Allá abajo, los peces imploran
[a sus dioses envueltos
en aire, imaginados y temidos
[desde siempre.
Sobre yunques de árboles y
[torres inciertas, el rayo
marca el rumbo de la danza
[frenética.
Nada es paz. Vive el todo revuelto [en espirales
de bruma y hojarasca, en cortinas
[de agua oscurecida.
Algún techo se confunde y vuela,
[emparentado de cielo.
Una casa solitaria se expresa,
[por la batida ventana
entreabierta. Las calles no son
[calles:
[parecieran lagunas
de cemento, desiertas.
Con la lluvia un aire frío
[viene desde el sur
y las hojas de los árboles
[mixturan su horror
con derrotadas mariposas.
Algunos hombres miran,
[absortos, tal belleza.
Otros hombres-peces
[sólo tiemblan, y rezan.
Con pasados remotos sueñan
[las ancianas hembras.
Y gozan con el caos
[los ínclitos poetas.
No es el fin.
Sólo es la muestra.
(De “La soledad avanza”, 1991).
Seré
Como un alba para ciegos sordos,
aquellos a los que
ni el alboroto de los
[pájaros matinales
alteran.
Tierra, incógnita planta vista
en la anónima banquina,
pez que rompe la superficie
[chata de la laguna.
Ello seré.
Alcurnia de serpientes, llaga.
Queso y cebolla
[atornillados a la pizza
del hambre venidero.
Lluvia sobre la mar.
[Río que horada
la pampa del ñandú y la ceniza.
Un viento como de la memoria.
Seré más que lo que
[tu imaginación
te dicte. Más que el rayo, más
que los espasmos locos de la vida,
más que el pan y el vino, más
aunque no exista.
Una imagen micronésima
[en un recuerdo.
Un aroma. Un plato harto
[de comida caliente.
Una copa con agua. Una miga.
Seré constante, hasta la risa.
Una hormiga y un ratón inmortal.
La cueva del oso,
[la raíz de la encina.
La cauta espera.
Y hasta la mosca que olisquea
la nariz de tu cadáver.
Responso
Estarán ya los hábiles gusanos
comiéndote los ojos, boca y nariz.
En un mar de podredumbre,
[tus manos,
tu cabellera, tu inmácula matriz.
Arriba, como siempre,
[el verde cielo,
abajo, en sucia caja, el gran festín.
Y en ambas oquedades,
[los anhelos
que acompañan los rituales
[del morir.
Los reptantes son hombres
[que te aman
sin cesar, que no duermen
[ni desmayan,
y tus carnes digieren hasta el fin.
En el lecho final ya no estás sola:
Los vermes que te cubren,
[como olas,
como enjambres de la gula,
[son cien mil.
(de “Extranjero del mar”, 2012).
Al hijo
Andá. Corré.
Sé viento y amapola,
sé flor.
Tené en tus ojos el sol.
Bebé el tiempo,
ganate el alba,
matá el dolor.
Sé vos, sé vos
de alegría. Canción.
Andá; mirá; soñá.
Volvé algún día.
(De “Giralunas”, 1996).
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