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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

“La literatura es una puerta que se abre y otra que se cierra”

Barraza es una de las referentes de la nueva generación de escritores regionales. Publicó un libro de cuentos en la editorial Ananga Ranga “La inmanente repetición” y en los últimos meses tuvo a su cargo la edición de un libro de Cacho González Vedoya.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Ornella es poeta y narradora, lee en inglés y francés a autores que dice la influyeron al momento de encarar su escritura. Es formoseña, vivió en Corrientes varios años y ahora regresó a su ciudad de nacimiento.

Llegó a Corrientes a leer sus poemas en el Festival de Poesía que lleva adelante la delegación de Extensión Universitaria de Corrientes.

Martín Alvarenga dice que “es capaz de retratar la vida tal cual es, en su ocultamiento, en lo que late y en lo que patentiza, en su esencia y en su presencia”.

Conversamos con ella sobre su obra, sus recorridos literarios y su vida.

—¿Sos narradora o poeta?

—Cuando yo hacía las construcciones de la pequeña “bio” que me pedían para ciertos eventos, siempre ponía que soy narradora con incursiones en la poesía.

—Yo pensé que era al revés. ¿Cómo comenzás a contar? ¿Por qué? 

—Creo que fue un desarrollo bastante natural desde chica. Desde el comienzo, en la época del colegio secundario; siempre me gustaron o estuve más inclinada a las materias que tenían que ver con el lenguaje, con el idioma, con la lengua y literatura. Empecé a ensayar, contar cuentos  y escribir  poemas; lo que se puede hacer siendo adolescente, un poco inocente pero, bueno, los primeros intentos.

—Algo de esos primeros intentos quedó en ese libro de cuentos que editó Ananga Ranga, ¿no?

—Sí, por ahí no tanto en la época del secundario, pero sí en mis 20-21-22 años cuando escribí el primer cuento, que digo “mostrable” al público, que se llama “Como Puck y Bara”. Es un cuento que está acá en el primer libro de relatos editado. Quedó como un registro también de esos primeros intentos y a mí, particularmente, me gusta mucho.

—Los cuentos que leí transitan un poco ese filo, ese borde entre la realidad y la ficción, entre un mundo onírico y la realidad. ¿Por qué ese borde, por qué esa elección? 

—Porque siempre tuve la idea, y por las cosas que he leído y que he visto -he visto mucho cine también- y eso me dio una forma de ver un poquito más allá, de no quedarme tanto en el realismo sino ir un poco más a la cuestión de lo fantástico, de las dimensiones paralelas, de los mundos paralelos, las diferentes realidades. 

Cada paso que damos es una puerta que se abre y otra que se cierra en un segundo, vamos decidiendo constantemente nuestro destino en cada segundo. Y creo que cada vez que abrimos una puerta, hay otra puerta que se pierde y que no sabemos qué puede contener. Partiendo de esa idea, me gusta jugar mucho con estas cuestiones. El libro se llama “La inmanente repetición”, y justamente se da esa cuestión de situaciones o de personajes o de elementos, dentro de los cuentos-relatos, que se van repitiendo. Es una búsqueda quizás de los protagonistas, de tratar de aprender algo siempre.

Se va repitiendo porque es algo que los protagonistas todavía no aprendieron y entonces se les presenta nuevamente hasta que ellos descubran y digan “bueno, tengo que aprender esto, tengo que atravesar esta situación o esta realidad”, y pasar a otra mejor o con un nivel más elevado de conciencia. Se da un poco eso, juega con la repetición de personajes, hay un cuento que trata de un doble.

—Un tópico literario.

—Exactamente.

—Pero es interesante esto del doble ¿Por qué te interesa el doble?

—Me interesa mucho la figura del doppelgänger. Es un término alemán, es el reflejo que siempre está pero no lo vemos. Entonces, es como medio fantasmagórico, como una especie de anunciación de que algo malo puede llegar a pasar si uno se encuentra con ese doble y creo que también es como mirarse a uno mismo,  buscarse o tratar de descubrir en uno mismo elementos que por ahí rechaza o que no acepta de sí mismo y que lo ve reflejado en el otro y dice “eso no soy yo”; pero quizás soy yo.

—Ese juego está logrado en ese cuento me decís y qué interesante esto de tu gusto por el cine, porque de algún modo esos personajes son cinematográficos, hay un recorrido y hay unas descripciones que son cinematográficas ¿Cómo creés que influyó el cine en tu literatura?

—Influyó en un porcentaje importante. El género que me gusta mucho es el thriller psicológico, el suspenso y también, obviamente, lo fantástico; pero en el caso del thriller psicológico es esa cuestión de ir jugando con los finales; es decir, ir adivinando, como que se van dando diferentes pistas y uno tiene que formar una hipótesis e ir viendo, quién era el malo, cuál era el asesino o ese revés que se da que uno piensa que se va por un lado el final y termina siendo algo totalmente sorpresivo. Por ahí ese juego me gusta…

—No hay crueldad en esos cuentos pero sí tensión entre lo real y lo fantástico, este límite de lo real y la ficción ¿Eso trabajás mucho o sale nomás?

—Creo que sale, yo no sé si podría; hasta ahora trato de manejarme con total fluidez, que vaya fluyendo y también que se refleje un poco, que creo que también es algo que pasa con cualquier escritor o persona que escribe, que es como que se refleja un poco la realidad interior en el momento, en la época, el proceso personal de cada uno. Entonces, eso dejo que fluya, porque si yo me pongo a cortar eso y forzar, por ahí decir “voy a escribir tal temática” o para tal público, no; me parece que tiene que fluir y la persona que le interese va a ser la que lo va a leer, y va a llegar a esa persona de alguna manera u otra.

—Hablás en inglés y francés ¿Eso influye en la escritura? ¿Influyeron en tus lecturas?

—Sí, muchísimo. Hay un cuento que se llama “Las hojas muertas”, que está en el libro “La inmanente repetición”, que se toma de un poema de Prévert -que justamente se llama “Las hojas muertas”- y se toma el epígrafe

—Tiene música y todo.

—Exacto, se toma el epígrafe y el cuento se va desarrollando tomando diferentes fragmentos. Los fragmentos del poema van marcando el ritmo del cuento hasta finalizar. Eso, por ejemplo, es una influencia que se nota mucho…

—Te dio la estructura.

—Sí, me dio la estructura pero fue también algo muy natural, se dio así y terminó saliendo, y creo que fue novedoso y me lo mencionaron también como algo novedoso.

—¿Y el inglés?

—Y el inglés creo que siempre estuvo. Me parece que también muy ligado al cine, a Hollywood, y a ver películas desde siempre; porque mi padre era y es, sigue siendo muy fanático del cine. Entonces, era ver todos los fines de semana películas y ya ir embebiéndome del inglés naturalmente. Aprender el inglés por inmersión o por contacto. Y creo que está como muy inmersa también la cuestión del lenguaje, que es como ejercitar ser otro. Porque al momento en que uno está hablando en otro idioma se forma con otros modismos, en otros tonos, en otras formas del cuerpo y de la voz, que aunque no parezca, cambia, y uno se va transformando en “otro”. Eso creo que tiene mucho que ver. 

En cuanto a la poesía -por ejemplo- al principio me influenciaba mucho el francés. Por ahí no me daba cuenta y metía alguna palabra y me decían “no, eso lo tenés que corregir porque no todos entienden lo que quisiste decir”. Entonces sí, me influyó muchísimo. En la lectura de poesía también.

—Sos formoseña y viviste muchos años en Corrientes. El lugar, la región, ¿es fuerte para vos o no? ¿Influye en lo que escribís? Creés que hay una literatura regional. ¿Te sentís parte de eso o no? 

—Esa fue una de las primeras cosas que me planteé cuando empecé a escribir y empecé a mostrarle mis relatos a Martín Alvarenga.

Le planteaba a Martín cuando nos encontrábamos cada tanto en un café y le mostraba los relatos. El siempre me alentó, fue uno de los primeros que me dijo “vos tenés que seguir escribiendo”. Le decía “pero yo siento que no tengo esa cosa de la literatura regional”, y me preocupaba esto de no encajar y él me dijo “pero no, eso no tiene que ser algo que se tenga en cuenta como para empezar a escribir o que sea determinante, es lo que uno tiene para ofrecer, lo que uno tiene para contar o lo que uno tiene para decir”;  me dijo “despreocupate”.

Obviamente en los cuentos  hay paisajes, hay palabras de la región pero quizás no está tan marcado, y es algo que tampoco puedo forzar. Y sí creo que hay una literatura regional, por supuesto.

—¿Y quiénes te interesan allí, en ese tono regional?

—Me gustaron mucho las novelas de José Gabriel Ceballos, Mariano Quirós y  también María Laura Riba. Y bueno, poetas, muchísimos. Hay una literatura muy rica en la región del Nordeste, para conocer. 

—¿Cómo llegás a la poesía, entonces? 

—Primeramente empecé agarrando las novelas de mi padre que leía mucho escritores norteamericanos como Stephen King, Robin Cook, obviamente, eran traducciones, ese fue como mi primer encuentro. Eran libros gordos, grandotes, yo los agarraba igual y los leía, me encantaba. Eso fue lo primero que encontré en el anaquel o en un mueble que ahí tenía mi padre. Y después, yo creo que el primer acercamiento con la poesía fue con el Profesorado en Francés, cuando tuve Literatura Francesa y que era una materia que yo disfrutaba muchísimo y bueno, fueron primero escritores franceses, por ejemplo Prévert, Rimbaud, Éluard, Apollinaire con los caligramas. Después si hablamos de Apollinaire, pensamos en Oliverio Girondo, porque también hacía caligramas…Pizarnik, Juarroz es otro que me parece superinteresante. Me parece que también fui amando la poesía gracias a los escritores regionales, porque yo empecé conociendo también o amando realmente ser lectora de poesía con los escritores de la región.

Trabajé un tiempo en la biblioteca de escritores regionales de la Unne, en Extensión Universitaria y ahí también me tocó hacer una catalogación y era como ir agarrando un libro, releyéndolo, conociéndolo. Realmente me enamoró la poesía de acá y la festejo y me gusta mucho que se difunda y que la gente conozca. Que todos puedan conocer.

—Tu poesía recorre ciertas cosas, detalles, prender un cigarrillo, el humo y, sin embargo, en todo eso que va contando en realidad lo más importante es otra cosa, la soledad, me parece.

—Creo que es uno de los temas. Me parece que yo trato de generar también una imagen, porque la poesía sin imagen no es poesía.

—Hay muchas imágenes, una tras otra.

—Pero el tema es qué hay detrás de eso, qué se oculta o qué es lo que no se ve a primera vista, detrás de un cigarrillo, detrás de un ritual común de todos los días.

—Es muy cotidiano.

—Exacto. Es, también, una búsqueda interna, un diálogo conmigo. Hubo una época como que estuve con muchas noches de insomnio y ahí se dio muchísimo el diálogo interior. Es como mostrar un poco lo que me dice el ser interior a la gente, que lo lee y dice “ah, mirá”.

—Pero en realidad lo que está detrás es otra vez la soledad.

— Sí, me parece que le diste en el clavo. 

—¿Cómo comenzás a escribir esto? ¿Cómo aparece la idea? ¿Son las noches de insomnio solamente o hay otros momentos?

—Las noches de insomnio dan para muchas cosas, una de ellas es escribir y creo que sí. Yo no tengo un horario que digo “bueno, me voy a levantar un sábado a las 7-8 de la mañana y me voy a poner a escribir”, por decirte cualquier horario, sino que creo que se da o baja en un momento de extrema sensibilidad, en el momento que algo o alguna situación o algún sentimiento, como que me quema o me duele, entonces yo necesito bajarlo de alguna manera y me sirve como un cable a tierra y me sirve también para conocerme un poco. 

Porque lo que leíste ahora es de un tiempo y quizás lo de un tiempo anterior cambia un poco la temática y bueno, así es como uno va transitando. A medida que transita la vida, transita la palabra, los sentidos y los significados.

—Hay una relación muy particular con la figura del padre en tu poesía, es un tema ¿Cómo llegás a escribir eso?

—Yo pensé mucho antes de enviarte eso, creo que fue la primera vez que decidí decir: “yo escribí eso” y sentí que era el momento de exorcizarlo un poco, sacarlo afuera y vi también lo bello detrás de toda esa carga que tiene el poema o ese grupo de poemas que te había enviado. Me pareció bello, me pareció muy sincero y creo que también es parte de lo que a uno lo marca, como pequeñas cicatrices que uno tiene -que yo tengo en este caso- y que llega un momento en que uno se tiene que despedir de esas cicatrices o trasladarlas o convertirlas o transformarlas en otra cosa, y en otra cosa que puede ser bella, por más que sea un poco triste, tal vez…

—Claro, que es duro.

—Pero también se puede encontrar la belleza detrás de la soledad o de la tristeza o de la ausencia, también hay belleza ahí; por qué no plasmarla y compartirla con la gente, con los que quieran, con los que se sienten...

—Hay una cicatriz ahí. Me parece que también hay que tener valentía para escribirlo, pero más valentía para mostrarlo.

—Exactamente, cojones.

—Y que no sea solamente una denuncia, sino que eso sea poesía.

—Que no sea solamente una queja, una catarsis o un reclamo.

Muestrario mínimo

I

Mi padre

Metro ochenta brillante  

líder estratega

Qué lindo te quedan los trajes 

papá 

Mi padre 

necio ciego mi verdugo / 

la letra con sangre entra 

Odio a los soberbios

No los soporto 

No los soporto

Es que antes los amaba.

II

Mi padre

era

un gigante

que miraba 

de costado

Su arrogancia

fue 

la gravedad

                   que

                       me 

                         devolvió

                                 al raso

cuando intenté

alcanzar

su vuelo

en un salto

trabajoso

Ahora

él es el niño

y yo

soy el gigante

No intenta

alzar la cabeza

para buscar

mis ojos

Él mira

mis rodillas

lastimadas 

del pasado

Se lamenta

y las mira.

III

Mi padre 

me duele 

en el costado izquierdo

que era el perfil

que lo miraba

desde mi lugar

en la mesa.

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