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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El alma que canta

Un amor que se baila y canta. Se expresa y marca un tiempo. Crea una atmósfera que se vive y se respira.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

O sea, como dice la poesía, alcanzar los dinteles del cielo. Y todo ello es posible de mano de un ritmo que tiene tanto que ver con Latinoamérica: el bolero. Claro, el título que trata explicar el estado especial, de cantar o bailar un bolero, menciona a la vez recordando una revista con la que los argentinos podían cantar toda la poesía de cada tango. “El alma que canta” ha sido una revista argentina que fomentaba las letras del tango, por entonces de moda, dado el advenimiento de la radio que permitía su efectiva difusión. Fue fundada en febrero de 1916 por el italiano Felipe Buccheri, instalándose en la ciudad de Buenos Aires en su lugar definitivo: Reconquista 375, llegando a un tiraje histórico de 150.000 ejemplares, solamente a diez centavos cada ejemplar. Convengamos, su fuerte era el tango, pero a veces reproducía los versos de algún cuplé español o la letra de algún bolero que arrasaba popularidad. Lo notable contaba con 64 páginas y una demanda que crecía; algunos decían que en la Argentina la gente aprendió a cantar gracias a “El alma que canta”.

Pero haciendo historia, vayamos en busca del bolero cubano, principio de todo. En 1883 en Santiago de Cuba, un juglar escribió el primer bolero del que se tenga memoria: “Tristezas”, cuya poesía apunta al destino común del bolero y el amor. “Tristezas me dan tus penas mujer,/profundo dolor; no dudes de mí./No hay prueba de amor que deje entrever/cuánto sufro y padezco por ti./La suerte es adversa conmigo,/no deja ensanchar mi pasión,/un beso me diste un día/lo guardo en el corazón.” 

El bolero comenzó con tríos de guitarras y percusión. Con el transcurrir del tiempo, más precisamente en el 30, se incorporaron orquestas tropicales con alcances musicales de Big-Band, para concluir felizmente con el marco apropiado del romanticismo: el sonido sinfónico que le dotaría de dulzura melosa y constante. Dice la crónica del curso tomando por el bolero, que en el año 1921 se instala y surge con notorios rasgos mexicanos en ese país de grandes autores y cantantes. El despegue lo proyecta el compositor Armando Villareal Lozano con el bolero “Morenita mía”, registrado como el primero de muchísimos sucesos a partir de allí. 

Algunos de los más importantes cantantes cubanos del bolero fueron Bienvenido Granda, Olga Guillot, Celia Cruz, Orlando Contreras, Elena Burke, el argentino Leo Marini, quien fue suceso en Cuba cantando para la Sonora Matancera; si bien también Carlos Argentino integró esa notable agrupación, en realidad su fuerte no fue el bolero sino los ritmos rápidos. Daniel Santos, Rita Montaner, Benny Moré, Omara Portuondo, Ignacio Villa “Bola de Nieve”, Ibrahim Ferrer, Rolando Laserie, Xiomara Alfaro, Vicentico Valdés, Fernando Albuerne forman parte de un tándem meritorio entre otros.

En México decíamos este género prendió, pero el ritmo era menos marcado que el bolero o feelling cubano. Figuras míticas mexicanas se afianzaron con el advenimiento de la radio y del cine, como Manuel Ponce, María Victoria, Tata Nacho, Luis Demetrio, Ricardo Palmerín, Pepe Domínguez, José Antonio Zorrilla Martínez, Ricardo López Méndez, Genaro Salinas, Augusto Alejandro “Guty” Cárdenas, el Trío Los Panchos, Agustín Lara, Juan Arvizu, Pedro Vargas, María Grever, Consuelo Velázquez, Lorenzo Barcelata, Elvira Ríos, “Toña” La Negra, Marco Antonio Muñiz, Alfonso Ortíz Tirado, Chavela Vargas, etc. En el bolero ranchero, eminentemente mexicanos, hubo claros triunfadores: Pedro Infante, Jorge Negrete, José Alfredo Giménez, Javier Solís, entre tantos otros. 

Ecuador tenía dos excelentes referentes de gran llegada continental, Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas. De Puerto Rico, un triunfador indiscutido, Tito Rodríguez, y el personalísimo Boby Capó, compositor y cantante. En Perú, Chabuca Granda. De Colombia, Nelson Pinedo. En Chile, Lucho Gatica, Antonio Prieto, Rosamel Araya. En Uruguay, un cantante que residió en la Argentina, Chito Galindo. De Bolivia, Raúl Shaw Moreno. Y en nuestro país, artistas de singular prestigio y notoriedad internacional: Daniel Riolobos, Roberto Yanés, Mario Clavel, Dany Martín, Daniel Adamo, Ricardo Yarque, Fernando Borges, “Chico” Novarro, Osvaldo Farrell, Marty Cosens, Leo Marini, Gregorio Barrios, Alberto Cortés, Siro San Román, Horacio Molina, María Marta Serra Lima, Hugo Romani, Polo Márquez, Fernando Torres, Rivero Enríque, etc.

Hay subgéneros que se desprenden del cauce madre que es el bolero, siempre sucede exactamente lo mismo; por ejemplo, nacen de este ritmo romántico, el bolero rítmico más marcado que logra el bolero feelling que es el procedente de Cuba. Bolero son el bolero mambo, el bolero moruno, como el bolero ranchero fusionado a ese género que tanto define a la ranchera mexicana.

“El alma que canta” no es original, sino que para identificar la revista se tomó una expresión del poeta guatemalteco Enríque Gómez Carrillo con que identificaba el cantar de la famosa cupletera Raquel Meller, exaltando la pasión y ternura que esta artista lograba transmitir al expresar su arte.

Lo que sí podemos decir, lo que solía referir el gran compositor y cantante argentino, Mario Clavell, que muchos argentinos tuvieron la oportunidad de conocer y consolidar su amor por “su media naranja”, merced a las letras apasionadas de la obra del “Chansonnier de América” con que se lo identificaba a Mario Clavell. Sus exitosas composiciones “Somos” y “Abrázame así” fueron grabadas en casi todos los idiomas, lo que habla certeramente de que el amor rige el mundo, como arma más aniquiladora de la soledad. Argentina con su gran creatividad y esa capacidad innovadora, supo regalar ídolos verdaderos que tomaron al bolero con gran profesionalidad. Todavía en México, cuando se pregunta si quien ha sido el mayor cantante de este ritmo singular, la mayoría responde: el argentino, Daniel Riolobos.

Es más, el tango copó buena parte del principio del bolero. Era el N° 1 en Latinoamérica en popularidad y ventas, hasta que un 24 de junio de 1934 muere en Medellín, Colombia, Carlos Gardel, lo cual dice la crónica que de alguna manera ello significó que pase a tomar la posta el bolero en toda su plenitud. En un reportaje a la cantante Chavela Vargas, preguntada radialmente por Bety Elizalde sobre Gardel, ella responde: “Carlos lo era todo. Buena voz. Buena presencia. Buena persona. Un exitoso. Un triunfador”. Es decir que una vez más reafirmamos nuestras capacidades para lograr el liderazgo que tanto nos define en las artes, pero muy especialmente como personas sensibles, enamoradas eternas del amor.

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