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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Poesía y vuelo que salva: guacamayo rojo

Por Paulo Ferreyra

Colaboración: Alejandra Boloqui, Abel Fleita, Fabián Yauzas. 

Especial para El Litoral

Iniciamos este mes el desafío de combinar las aves y la poesía, acaso como la forma de avanzar al calor de los textos. Estos días se inician gélidos en el Litoral. En la búsqueda de libros, autores y letras, se nos presentó un autor del norte de Corrientes que cabalmente representa “al suelo del sol y el misterio, de esteros y del chamamé”, como dice una canción popular que nombra a aquella región. Nos referimos al ituzaingueño Franco Rivero. 

La poesía de esta primera entrega gira en torno al gua’a pytá, guacamayo rojo, una especie carismática que está siendo reintroducida en los Esteros del Iberá, justamente en el norte de Ituzaingó. Hacia allí fuimos a contactar a nuevos colaboradores en este andar de las aves. Fue así que días atrás llegamos a los humedales de Don Luis, una reserva que por recibe a esta especie que desapareció de Corrientes y hoy se readapta ayudada por la ciencia, los agentes de conservación y la comunidad, recordaba Alejandra Boloqui, quien realizó los registros fotográficos que hoy nos acompañan. 

Sobrevolaremos con la poesía e intentaremos posarnos en las ramas de los timbó, de los ambay y de los lapachos que aún están mimetizados en el monte. 

“Soy un militante del amor. En el sentido de la amabilidad. A mí me ocupa mucho tratar al otro con amabilidad, con amor, me preocupa y me ocupo. Creo que es lo más humano que tenemos”, manifestó en una entrevista Franco Rivero. Nació en Ituzaingó, después de mucha insistencia de sus amigos y lectores publicó su primer libro de poesía en el 2010, bajo la editorial Ananga Ranga, bajo el título de Situación desbridamiento. Desde entonces continúa escribiendo y publicando. “Vos ahora voz”, La plaqueta Nudo de agua en el viento”, “Ud. no viaja asegurado”, segundo premio en poesía del Concurso del Fondo Nacional de las Artes y “Disminuya la velocidad”, primer premio en poesía del Concurso del Fondo Nacional de las Artes.

“La primera vez que un poema me permitió llorar sentí que sería indisociable de mi vida. Ojo. Llorar bien. Es decir, llorar con esa ironía que tiene el llanto es un desahogo, pero al mismo tiempo te falta el aire. Estas sensaciones fueron muy felices”, así desliza Franco sobre su vida como poeta.

Hubo un click y no fue click del taper de la cocina. Fue un clic en la vida. La poesía le dio la posibilidad de resolver cosas de la vida. “La poesía me trajo amigos -advierte- la poesía me trajo amigas, la poesía contribuyó a que mejore mi relación con mi familia, con mis hermanos y como si fuera poco cada vez que tuve problemas concretos -de otro orden- la gente que me terminó ayudando fue gente que conocí gracias a que escribo”, cuenta.  

“Estoy convencido de que la poesía como cualquier arte en el mundo te ayuda a ocupar un espacio”, dice y ahora la voz se vuelve más pausada. Sin querer o con la intención de subrayar palabras vuelve: “Estoy convencido de que la poesía como cualquier arte en el mundo te ayuda a ocupar un espacio. No sé ocupar espacios de otra forma que no sea a través de la poesía”. En una charla con Carlos Lezcano, el poeta le manifestó: “Concibo el espacio de la escritura de un poema como una zona netamente heurística, para mí sirve para el conocimiento. Escribo para poder pensar. Descubro y conozco las cosas a través de la poesía. En la vida hay poemas claves. Todos los momentos claves en la vida son poéticos”, advierte. “El nacimiento de un hijo, la muerte de alguien cercano, la primera vez que te enamoraste, la forma en que vivís tu trabajo, la mirada a los ojos. Creo que todos esos momentos son poéticos. La poesía cambia la vida de uno y puede ser un alimento”, desliza y soltamos otra pausa.

En los libros de Franco, el silencio es tan importante como la palabra, esa traslación también se hace carne en la conversación. Silencio. Cuando hacemos entrevista telefónica quiero preguntar si está del otro lado o se ha ido. Guardo el mismo silencio. Aguardo. Vuelve. Ese silencio también se hace vida en el vuelo, en la mirada de las aves.

Guacamayo rojo

Este domingo tomamos al guacamayo rojo, en su tamaño puede llegar a medir entre unos 73 centímetros y 96 centímetros de longitud total. Su peso puede rondar entre los 1,300 gramos y 1,700 gramos, siendo muy raro cuando un animal de estos llega a alcanzar los 2 kilogramos de peso corporal. Si el macho y la hembra se comparan en físico y apariencia general, no hay distinción alguna entre ambos. El peso que presentan las hembras es menor que el de los machos en la mayoría de los casos, al igual que las longitudes en hembras suelen ser mucho menores. Los machos tienen rasgos más fuertes que las hembras, principalmente el pico, el cual tiene una fuerza superior al de las hembras. El ojo de estos animales presenta un gran contraste con el cuerpo, puesto que también tiene diversidad de colores, el propio iris del ojo presenta una tonalidad marfil. El pico es general presenta un color negro contrastándose con una mandíbula. Los guacamayos rojos se aparean en temporadas, por lo cual durante ese período de apareamiento esta ave suele regresar a los mismos territorios todos los años. Dependiendo del área en donde se encuentre es que preparan el nido estas aves, en las zonas selváticas los nidos se realizan en los huecos que tienen los árboles. Su alimentación varía según la región en la cual se encuentran ubicadas y la abundancia y facilidad de adquisición de los alimentos, de manera general a estas aves les gusta consumir semillas grandes, pipas de girasol, variedades de nueces, avellanas, trigo, maíz, avena y muchas variedades de frutas, información del portal “hablemos de aves.com”.

 

 

Cambyretá

Cuando chamigo 

me habla del miedo

lo hace en salvaje.

Usa el instinto 

de ejemplo.

Dice que para sobrevivir 

enseñarles a tener miedo

funciona 

en cambyretá

con los gua’a pytá

criados en cautiverio. 

El asunto 

es que el pájaro no vuela 

no aprendió a volar 

también le enseñan eso

dice.

Se salva porque vuela

le repito

pero no siempre vuela por temor.

El miedo no salva

es cautiverio 

no instinto.

Una jaula 

de consuelo 

para humanos.

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