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All the King’s Men

Las comparaciones son ejemplares cuando la ficción marca la realidad del hombre desesperado por el poder. Sus consecuencias siempre son nefastas porque obtenerlo no tiene precio, ni moral.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

El hombre siempre se aferró al poder como forma de salvarse, reinar y mantener la autoridad del yo. Sabemos y comprendemos que en contra de ello es la democracia la que pone distancias, limita y concede la palabra en pro de la libre expresión, y evita y condena a aquellos ciudadanos con sed desmedida, que burlan practicando en complicidad la archiconocida costumbre de reelección indefinida, para “reinar” por buen tiempo como algunos que se animaron a dar el gran “salto”. Para convertirse en súper yo con la corte de obsecuentes siempre aplaudiendo.

La referencia en inglés que ostenta el título del artículo corresponde a reconocidas películas que, desde lo político, tocaron los desvíos de conductas que el poder o la ambición de él incidieron en los personajes de ficción que dieron vida, pero que se parecen tanto a la realidad de todos los días.

“All the King’s Men” o “Todos los hombres del rey”, sin duda fue el mejor trabajo de un actor inconmensurable que comenzó con cine de aventuras y se consolidó en trabajos dramáticos de gran fortaleza. Broderick Crawford, llevado de la mano por el director Robert Rossen, juntamente con otros de idéntica talla como John Ireland, Joanne Dru, Mercedes McCambridge y John Derek, en 1949 se encomendaron en una gran película que catapultó a todos con la producción de Columbia Pictures. Todo sucedió tan rápido como se origina en la vida, los que buscan por instinto natural el poder y los que, siendo honestos, se encuentran de pronto con él en la carrera política y descubren una ambición desmedida que estaba dormida, que no la sabían tan placentera, dando un giro de 180 grados, cambiando para siempre sus vidas y destinos.

Llegando a gobernador el personaje central, Willie Stark, descubre que en su acceso y para siempre en ese “oficio”, se trata de un juego sucio donde los principios no interesan. Siguiendo esa nueva disciplina para él, lo primero que hace es apoderarse de la prensa y la radio. La corrupción que lo mantendrá en el poder será la misma que lo eliminará en vida, casi como una venganza de la propia conciencia perdida. Una de las críticas afirmando la calidad y la dureza con que se trata el tema, corresponde a “Film Affinity”, que expresa: “La novela ganadora del Pulitzer ‘Todos los hombres del rey’ de Robert Penn Warren, fue trasladada magistralmente a la pantalla con gran éxito. Se llevó el Oscar a la mejor película y ha tenido varios remakes”.

La producción se hizo acreedora de 3 premios Oscar, como mejor película, mejor actor (Broderick Crawford), mejor actriz secundaria (Mercedes McCambridge), 5 Globos de Oro, como mejor película; como drama, 7 nominaciones, conferidos por el Círculo de Críticos de Nueva York, Sindicato de Directores y Sindicato de Guionistas. La película, desde la ficción, reveló y puso en carpeta un mal universal: cómo corrompe el poder desmedido cuando se pierden de vista los principios cívicos, en que todo se trastoca por bien de los bolsillos.

Tal vez quede flotando lo expresado por el crítico William Brogdon de la revista “Variety”: “Una película que impresiona de forma vívida. Un film que causará controversia”.

En todos los órdenes siempre es el poder que ejerce la fuerza necesaria para centralizar todas las equidistancias, y en política parece ser que todo pierde valor cuando las ambiciones pierden el estribo en detrimento del ciudadano común.

Primó la idea central de su título: “Citizen Kane”, “Ciudadano Kane”, por sobre el utilizado en Argentina y Uruguay: “El ciudadano”, no obstante que igualmente lo identifica, suena hasta como un reproche llamar “Ciudadano” a quien se aprovecha deshonestamente de sus atributos conferidos por quienes conforman la gran legión de ciudadanos.

“Ciudadano Kane” es muy anterior a “Todos los hombres del rey”, ya que se estrenó en 1941 bajo una producción de “RKO Pictures”, encabezando su guionista, productor, director y actor, Orson Welles. El personaje central de la historia es Charles Foster Kane, cuya crónica dice que fue basada en el magnate de la prensa norteamericana, William Randolph Hearts, tal es así que su cadena de diarios ignoró con prohibición de nombrarla. Se lo apunta al personaje de la ficción, Kane, como un hombre que trató de plasmar al principio de su inicio de veracidad, dando riendas sueltas a su gran vocación de idealismo al servicio social, pero que de a poco se afana implacable por lograr el poder fuere como fuere. Y es justamente con la técnica de la prensa amarilla que logra su vocación ya modificada en pro de poder y dinero. Su vida de pronto adquiere esa llave que abre cualquier puerta, posibilitando un cambio notorio: de lo austero y honesto, a la gran vida donde todo es comprable, hasta el propio poder.

Lo secunda en esta aventura fílmica -la primera de Orson Welles- un gran actor, Joseph Cotten. La trama comienza en el final de la vida de Kane, y a partir de allí al inicio, recordando que su última palabra fue “Rosebud”, y quien tiene la misión de desentrañarla es un periodista destinado a investigar la azarosa aventura en pos del poder desarrollada por Kane. Relevan cada acto de vida, conociendo cada escena que le tocó protagonizar, pero sin poder descifrar su última palabra: “Rosebud”. Y es en definitiva la moraleja de los valores reales e importantes que nos caben, respetando el libre disenso en pos de las cosas realmente importantes por las cuales vivir. El poder natural de cada persona conforme a su caudal moral, sus claros ejemplos y la certeza como norma. “Rosebud” era el nombre del trineo con que jugaba en invierno cuando era chico, como una clara metáfora de que solamente fue feliz siendo niño. Que todo lo demás fue un error porque llegó a tener poder, mintiendo, faltando a la verdad. El poder se adquiere, no se compra. Es la gente que nos otorga poder en cuanto a nuestros poderes de virtud. Es una meritoria calificación que solamente la democracia es la única en avalar, es el estado natural que enriquece a personas y pueblos. Que ennoblece y gratifica.

La ironía de que el poder lo es todo es mentira, cuando no existe objetividad ni la honestidad, el auténtico poder merecido no tiene razón de ser. En la vida real, “Citizen Kane” marcó una revolución cinematográfica en la forma de contar, estableciendo un antes y un después por el genio creativo de Welles, sin embargo, el Oscar que le correspondió no fue por mejor película sino por mejor guion, lo que fue una injusticia habida cuenta de que está considerada una obra maestra del cine. Como vemos, todo es relativo y mucho más aún cuando se pretende poder inmerecido para vivir sin ponernos colorados por “chapear” con atributos inmerecidos.

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