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Guiños reveladores

Siempre me parecieron abrumadores los hechos que con guiños me revelaron cosas, que me permitieron ponerlas en práctica para lograr el gran sueño de comunicar.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Son señales que a todos se nos dan adelantándose a los acontecimientos. Muchas veces son la suma de ademanes, actitudes, que logran transmitirnos algo que nos será de gran ayuda mañana. Dependen de dónde caigan y a quién, porque no todos somos muchas veces consecuentes por seguirlos de cerca y ver en qué pueden contribuir.

Yo tuve la curiosidad para tomarlos un poco en serio. Tratando de no perderles pisadas a ese “vehículo” repleto de ideas, que me sirvieron de verdad para acondicionar mi vida en pos de ellas.

De niño, tuve la inquietud por descifrar objetos, sombras, a ver qué me decían a medida que se me aparecían espontáneamente, sin proponérmelo porque no existía un tiempo, un lugar donde asirlos. Sí, que los iba apilando en la mente, para luego ir armándolos hasta componer algo homogéneo que me brindara una imagen definida.

Siempre los hechos se fueron sucediendo de la mano de lo estético, el dibujo, el cine, la radio, las historietas, la publicidad, todos disparadores de la imaginación, y por supuesto la música y la locución.

Muy temprano, mis padres generosos, tal vez tenía 5 años e imitaba a un cantor que la rompía en radio: Alberto Castillo. Mi padre me dijo en el Rawson Tenis Club, hoy Club San Martín, junto con mi madre, “enseguida va  cantar un señor al que lo imitás”. Era justamente él, Alberto Castillo con la Orquesta de Enrique Allesio después de haber dejado a Ricardo Tanturi con la Orquesta ”Los Indios”. Lo artístico me superaba, ese mundo creativo donde la interpretación permitía un vuelo por un paisaje de sueños a descifrarlo.

Era asiduo lector por mi madre a las revistas especializadas del ambiente, en que cada figura hablaba de su mettier profesional y no de la vida íntima que pretende la prensa amarilla de hoy. Así que conocía a cada uno en su trabajo profesional, llámense cantores, locutores, sonidistas, artistas nacionales como internacionales que las revistas, la radio y el cine nos acercaban.

Más tarde, más precisamente estando en la escuela primaria N°3 del Centenario, un día de agosto de 1953, nos llevaron a la explanada del puerto local, porque ese día llegaba a bordo del Yate  Presidencial “Tecuara”, el Presidente Perón que iba rumbo al Paraguay a devolver los trofeos capturados por Argentina en la guerra de la Triple Alianza. No era político ni lo soy, pero tenía un gran interés no por el Presidente, sino por el locutor de Radio Nacional que había viajado al efecto y que era el encargado de presentar las clásicas y tediosas Cadenas Nacionales; era mi pasión el mundo fantástico de la radio. Estar formados y ver que ya en el palco estaba instalado y lucía el inconfundible micrófono de LRA, me hacía muy feliz. El Presidente fue presentado siguiendo el protocolo, pero cuando iba a hablar alguien del fondo, un hombre mayor de apellido Moreno empezó a gritarlo recordándole un mal procedimiento que el Gobierno nacional había tenido para con su padre propietario de un tambo, por lo tanto Perón pegó media vuelta sin pronunciar ninguna palabra y abordó de nuevo el yate “Tecuara” rumbo al Paraguay, sin poder disimular su indignación. Si bien la recepción abortó por el incidente, yo estaba feliz por haber estado tan cerca del micrófono de LRA Radio Nacional y haberlo podido conocer al locutor oficial, de voz grave y gran dicción, clara, sonora, que solía escucharlo por radio.

Mi madre me había bautizado Adalberto y no Alberto, en homenaje a un locutor, actor de radioteatro y autor de libretos, Adalberto Campos que militó en las grandes emisoras capitalinas de entonces. Todo me sirvió, la locución, el gran aprecio e interés por lo artístico, la música toda, casi casi como una voluntad superior uniendo esas misteriosas señales que marcaban mi vida con “guiños reveladores” que me sirvieron para construir un destino. 

Cuando me inscribí mandando un material producido a Radio Mitre, porque se abría el Gran Premio Néstor Ibarra segunda edición, instituido en homenaje al querido periodista y locutor que había militado como conductor de programas de radio y televisión hasta su popular “Hoy por hoy”, la vida me tenía reservada una gran sorpresa. Lo remití pero como siempre me sucede no me enloquezco porque descreo en “la tómbola de la suerte”, más bien creo en la capacidad de todos y las posibilidades de muchos.

Grande fue mi sorpresa cuando una mañana andando por la calle, haciendo mi actividad de Productor Publicitario, me llaman por el celular y la voz que se escucha es de otro ídolo, Lalo Mir. Me dice: “Hola, Adalberto… has ganado el concurso y te esperamos en la radio este próximo lunes”. Toda la charla fue desarrollada saliendo al aire por Radio Mitre de Buenos Aires. Bueno, para ese entonces, yo no cabía en mí sin poder creerlo que había sido el afortunado. 

Ese lunes alojado en un hotel céntrico por los anfitriones, fui conducido hasta la sede misma de la emisora, Mansilla 2668. Allí, no podía creerlo, me encontré con gente muy conocida que estaban para la ceremonia, con quienes departí amablemente y con una sencillez muy poco peculiar. Desde Magdalena Ruíz Guiñazú hasta Ernesto Tenenbaum, Sergio Hendler, Contepomi, Zlotogwiazda, Fanny Maldenbaun a quien había conocido en la “plaza de la dignidad”, ella cubriendo para Telefé y yo para Canal 13 de Corrientes, estaban los hijos de Néstor Ibarra, María Eugenia y Sebastián, público en general cubriendo el Teatro Auditorio de la emisora, y por supuesto el propio Lalo Mir, conductor del programa, así como el Directorio de la casa. Me había hecho merecedor al premio “Néstor Ibarra” por una charla con el poeta “Cacho” González Vedoya. A propósito Magdalena Ruíz Guiñazú, Presidenta del Jurado me dijo, “flaco yo te elegí, porque nos pareció novedoso y tremendamente original el hecho que parsimoniosamente y en calma hablen de la vida, el misterio de sus vicisitudes, cuando aquí en Buenos Aires corremos de lunes a viernes.”

Es increíble cómo las señales se fueron dando en mi vida, que siempre me inspiraron a enriquecer lo aprendido, permitiéndome trazar una línea de sucesos diversos pero con una raíz identificable: la palabra como cometido, el intercambio de opinión, la escritura como vía de expresión, que tiene por objetivo al ser humano como protagonista central.

Es una tarea para mí de grandes dotes, donde la investigación ayuda a aprender, teniendo muy cerca al oyente y al lector. Con muchísimos amigos. Generalmente soñadores, diría idealistas porque creemos en un mundo mejor donde el respeto dispensa, consolida y reafirma las convicciones, el sentido común. Es decir, construyendo el criterio propio.

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