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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Imaginar es ver anticipadamente

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Vislumbrar. Intuir. Captar y construir todo lo que la visión del alma proclama. Ver es materializar de antemano, ladrillo por ladrillo, una idea, una razón. Y, para eso, la escritura se aventura a plasmar para necesidades y urgencias.

Caben perfectos los dichos que por concisos, claros y frontales se convierten en sloganes, elaborados por el decir popular con el acento de llegada que asegura una rápida comprensión. Es a propósito y justo, el decir de la escritora canadiense Margaret Atwood cuando sella un pensamiento inobjetable: “escribir es un acto de esperanza.” Es la convicción más firme por alcanzar con las palabras a cuesta, el esperanzado legado de las causas y cosas que habitarán por igual, en un himno apasionado, todas las historias.

Imaginé cuando chico que por esta época, ya se habría terminado la demagogia del poder. Que ya habría concluido la filosofía del “reinado eterno” de no permitir así que subsista otro color ajeno al legado “monárquico”, sino que otra propuesta renovada y mucho más tranquila haría posible otra política diferente, mucho más racional, más tranquila y educada, menos ruidosa y empedernida generada por el  desasosiego, contribuyendo a la tradicional ruptura para que el traspaso sea mucho antes de tiempo, como desprolijamente han dejado su impronta en la historia, como lo hicieran con el protocolo incumplido de la entrega de banda y bastón, porque la bronca que reinen otros los minimiza, los sacan de quicio. Tratando de ignorar así que todo argentino tiene el derecho con el aval del voto universal, producir la alternancia que habilita la Constitución Nacional.

Coincido que escribir es un permanente acto esperanzado, porque anida casi siempre el deseo ferviente de ser honestos. Imaginar tiempos mejores. Pero, lamentablemente siempre se nota la desesperación de políticos de otros momentos que vuelven buscando afanosamente, un espacio, y si es posible acomodar a toda la familia y al novio de la “nena”, mucho mejor. Nadie quiere perder un nuevo “conchabo”, aunque para ello no forme parte de nada, ni haya elaborado una plataforma que justifique de alguna forma su retorno, la vuelta al ruedo de la eterna política argentina, ilimitada y tan generosa con los arribistas siempre de regreso y dispuestos a “sacrificarse por la causa.”

Siempre lo tengo presente al tango como manifestación popular, pero mucho más que nada por sus letras que son sentencias y que se prestan dignas y elocuentemente a la realidad del ser argentino. Siempre en actitud de apariencia, tratando de sacarla fácil, como los punteros que se valen del poder para quedarse con el vuelto de sus semejantes, como se valen de él quienes detentan el poder.

En el tango, Homero Expósito fue la bisagra vanguardista que pegó un giro notable en la poesía, se valió de metáforas que daban a cambio un paisaje filosófico de poder cubrir dos paisajes para un sólo objetivo. Era un hombre de gran formación literaria y filosófica, en que las imágenes que denotaba eran la prueba elocuente de su crítica o exaltación. Es el autor de grandes éxitos, como “Pequeña”, “Trenzas”, “Naranjo en flor”, “Qué me van a hablar de amor”, “Flor de lino”, “Chau, no va más”, pero hay dos temas que denotan esa capacidad argentina de la apariencia y del montaje de ser quienes no somos en realidad. “Maquillaje” desnuda en carne propia la realidad desteñida del fracaso disfrazado a brochazos de colores: “No…/ ni es cielo ni es azul, / ni al fin tu juventud. / Tú compras el carmín / y el pote de rubor / que tiembla en tus mejillas, / y ojeras con verdín / para llenar de amor / tu máscara de arcilla.” /  Y algo que define aún mejor la hipocresía, aspecto adoptado por urgencias y conveniencias, como lo expresa el tango “Afiches”: “Cruel en el cartel, / la propaganda manda cruel en el cartel, / y en el fetiche de un afiche de papel / se vende la ilusión, / se rifa el corazón…/ ¿Pero qué..? / si están tus cosas pero tú no estás, / porque eres algo para todos, / como un desnudo de vidriera…”/ Todo indica en la escritura más allá de las críticas saludables, los ejemplos y la exaltación del amor que “escribir es un acto de esperanza”, porque a veces tengo la esperanza de que los saludables ejemplos que la prosa y la poesía imprimen, sirvan para mejorarnos, en principio como ciudadanos y luego como país. Atahualpa Yupanqui que siempre fue un poeta, pero más que nada la sincera demostración de que los valores no son comerciables, porque engrandecen a las personas, le preguntaron si en cada viaje que emprendía de su estancia prolongada con domicilio fijo en París hacia la Argentina, cuál era su máximo deseo. El, respondió con claridad eterna: “Que desea encontrarse con un país más cabal, es decir, más certero, dueño de sus actos. Dejarnos de mentirillas que dejan y alejan un país siempre por hacer”. Es que la mentira como las apariencias son una misma cosa, las dos son pretextos siempre a mano para justificar lo injustificable. Y lo injustificable como lo es el poco afecto a la República por encima de los partidos políticos, guardan, trascienden, denotan los desamorados que somos pero extremadamente ambiciosos por el peculio en desmesura, no importa cómo se vengan, el asunto es el bolsillo y la bendición política de turno. Siempre apelo a las poesías porque contienen todavía algo valioso de la vida, el amor de sus sentimientos. Pero más que nada, la elocuencia que ojalá nos haga ver cuán equivocados vamos. Paremos con los discursos, con las marchas, con las consignas, con las contradicciones que en vez de unir cada vez nos separa más y más.

Alberto Cortéz que en la distancia, Madrid, España, recordaba su noble cuna de Rancúl, La Pampa, Argentina, compuso muchos temas con nostalgia, paisajes y personajes que animaron su vida primera. Pero hay una que bien vale, cantarla toda, “Canción de amor para mi Patria”: ¿Será por me dueles? / ¿Será porque te quiero...?/¿Será porque estoy seguro que puedes / llenarme de palomas el cielo..? / ¿Será porque quisiera que vueles / que sigues siendo tuyo mi vuelo..? / ¿Será que estás en celo / velando la alborada, / o acaso acumulando desvelos / por dudas largamente acunadas? / Tan sólo se levanta del suelo / el que del todo extiende sus alas. /¿ Será que ya no quieres / sufrir más desengaños / que vives levantando paredes / por miedo a que la luz te haga daño..? / Si ya no vienen llenas tus redes, / tampoco hay mal que dure cien años. / Quizás en apariencias / te alejes o me alejo, / el caso es que sufrimos de ausencia / con un dolor ambiguo y parejo. / Amor no significa querencia, / también se puede amar desde lejos. / Amada mía, querida mía, / Ay, Patria mía. / De tumbo en tumbo, / se pierde el rumbo de la alegría. / ¡Vamos arriba! / Que no se diga que estás llorando, / que tus heridas / mal avenidas se irán curando. / Defiende tu derecho a la vida / y juntos seguiremos andando.” / Sin duda, tiene razón la escritora Margaret Atwood: “escribir es un acto de esperanza.” Pero que verdaderamente se cumpla.

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