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Vivir en plenitud

Mucho esperamos y celebramos este período de un nuevo año que comienza, aun cuando estemos atravesando dificultades. Pero cada momento en cada etapa de la vida, desde que nacemos hasta que envejecemos, tiene su propio encanto y debería vivirse en plenitud.  

Por Bernardo Stamateas

Colaboración Especial

Te invito a analizar a continuación la “rueda de la vida”, como se denomina a la vida evolutiva de un ser humano: 

La infancia (de 0 a 12 años)

Los niños pequeños necesitan el cuidado de sus padres, o de quienes cumplan ese rol en su ausencia. Tal vez la mejor forma de cuidar a nuestros hijos es estableciendo límites claros para ellos. Un límite es simplemente un “sí” o un “no”, cuando corresponde. Los adultos deberíamos decirle “sí” a lo bueno y “no” a lo malo y transmitirles ese mensaje a los chicos desde que nacen. Solo así podrán guardar esas dos palabras en su interior y sabrán cuándo aplicarlas cuando lleguen a la adultez. Un psicópata, por ejemplo, que hace lo que quiere sin culpa alguna, es alguien que carece de límites. 

La adolescencia 

(de 13 a 25 años)

Esta etapa se caracteriza por una enorme turbulencia y se ha extendido cada vez más. Los adolescentes habitan un “eterno presente”, para ellos el mañana no existe, y en la mayoría de los casos no reconocen su edad ni su cuerpo. El desorden en el que suelen vivir afuera refleja el estado de su mente. 

La juventud (de 25 a 50 años)

Como padres de jóvenes, período que también se ha ido extendiendo, tenemos que hacer de nuestro hogar un nido al que puedan regresar. Por lo general, el joven necesita experimentar el mundo por su propia cuenta y el mejor espacio para llevar a cabo sus ensayos es el hogar. Es entre los 25 y los 30 años que se suele descubrir la vocación y definir la cuestión pareja, por lo que se empieza a considerar el hecho de armar proyectos. Luego viene el desarrollo de dicha vocación y, sobre todo si coincide con lo que a uno lo apasiona, aparece el crecimiento. 

La adultez (de 50 a 75 años)

Aunque aún se puede seguir desarrollando la vocación, en este tiempo aparece el deseo de dejar un legado. Cuanto más grandes nos ponemos, nos volvemos más empáticos, más solidarios, y pensamos más en el otro. Mucha gente en esta etapa se convierte en abuelo, en abuela. 

La vejez (de 75 años en adelante)

En esta etapa el cuerpo hace muchos cambios y siente que le duele todo. Por eso, debemos mantenernos lo más sanos posible, en cuanto de nosotros dependa, y sobre todo llenarnos de sueños. Un adulto mayor puede seguir aprendiendo (nunca es tarde para aprender), compartiendo, viajando, creciendo. La jubilación en realidad no existe y la vejez no es, de ningún modo, el último tramo de la vida. ¡Celebremos a nuestros mayores! En este comienzo de año, y sin importar tu edad, te invito a soñar en grande disfrutando la etapa en la que estés y tomando cada día como una nueva oportunidad de vivir en plenitud.

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