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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

De infoxicación, fake news, posverdad y otras yerbas

Por Justo A. Estoup

Profesor de Sociología 

de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas (Unne)

Especial para El Litoral

Hoy en día, es más que acertado afirmar que los distintos medios de comunicación tienen un protagonismo nuclear. Más allá de la infoxicación a la que está sometida la sociedad, los individuos también están saturados por la pandemia, a través de la que se filtra información que se convierte en el nexo entre el sujeto y el mundo. Es decir, los medios de comunicación son el principal puente de interacción entre la realidad y lo que sucede en el país y en el mundo. En este contexto, y ya evolucionado desde hace unos años, las redes sociales, como formas de comunicación, han transformado la vida de las personas, revolucionando la convivencia entre y cambiando sus modos de interactuar. 

De esta forma, ya no es suficiente llevar adelante la hazaña de promover fake news (noticias engañosas). Sino que en la actualidad, en algún sentido, la posverdad fluye de modo tal que se ha vuelto incontrolable en muchos medios de comunicación. Hoy ya no se trata de informar, sino de ver cómo esa información se proyecta en la sociedad y cómo la moviliza. La información se reviste de poder, y el poder conlleva una responsabilidad. Eso sería una frase aplicable a las comunidades que condenan la mentira que afecta al interés público. 

En estos tiempos, ese compromiso que se exige a quienes nos proporcionan información no existe. De modo tal que la información es esporádica y efímera. Sin embargo, a veces, cuando se trata de aclarar una información por falsa o incompleta que fuera, la idea una vez instalada en el colectivo social, se enraíza y genera enormes prejuicios. Así, se fomenta un espacio de reacción que quebranta la paz social.

Desde la teoría del funcionalismo (dentro de la sociología) se plantea que los medios de comunicación ocupan un rol primordial dentro de la vida de las personas. En primer lugar, para que la información llegue. Y una vez que la misma toma contacto con la audiencia, que esta última acepte la explicación que el medio le otorga como forma de facilitar, haciendo una analogía anatómica, la digestión de la misma. Estas dos primeras partes dependen del accionar del medio de comunicación, pero que buscan generar una tercera, que es movilizar a la audiencia. Es decir, provocar una reacción. La ecuación que hoy se aplica para informar es siempre la misma: información, correlación y movilización. 

Haciendo un análisis de la ecuación expuesta podemos traer a colación, entre otros, títulos como “Apocalipsis comercial. Falabella se va del país”. Si observamos con poca atención, ya se puede apreciar que el título sacude e impacta a quien lo lea. De esta manera, aporta una dosis de reacción primigenia, y es muy difícil que las personas continúen hacia el desarrollo de la noticia. Sin embargo, aunque avancen con la lectura, la misma ya está preparada y la información presentada reviste lo que se busca comunicar y se explica a través del espíritu de cada editorial. 

Estos primeros pasos ya generaron movilización, pero solo de carácter interno. Lo que se necesita es un levantamiento de carácter externo que muestre una labor por parte de quien recibió la noticia, y allí es donde las redes sociales tienen el mayor protagonismo. Expone la felicidad o fastidio de las personas que consumieron la noticia.

Existe una proposición planteada por el profesor de Sociología en la London School of Economics,  Stanley Cohen, a mediados del siglo XX, que esboza la relación entre lo que los medios informan y explican, y lo que es en realidad. La teoría del pánico moral intenta mostrarnos que en muchos casos el hecho se magnifica buscando un efecto escandalizador con intenciones de crear inestabilidad social. 

Consumir noticias es como una indigestión. Primero se ingiere (noticia), puede ser que eso caiga pesado (noticia con alta injerencia en la vida del consumidor). Y en caso de que caiga pesado, se toma un antiespasmódico (otras fuentes). Todo ello para tratar de que el dolor pase. Sucede que después de un tiempo, la persona se siente mejor (las otras fuentes de información desmintieron la noticia o la aclararon). Pero puede suceder que el medicamento no haya hecho efecto y el consumidor se siga sintiendo mal (las fuentes consultadas confirmaron la noticia) y comience a tener consecuencias de la indigestión, reacciones del cuerpo (movilización a dar una opinión en redes sociales, expresar el malestar con una manifestación, entre otras acciones).

Los medios de comunicación del mundo, en los últimos 35 años, comenzaron un proceso de concentración que hasta la fecha no se ha detenido. Esto ha generado que los medios sigan existiendo, pero con pocas voces. Argentina no es la excepción y afronta esta misma situación, sumándose una gran complicación para la lucha contra la monopolización. En los últimos años se ha permitido en el país la fusión de empresas que prestan servicios de telefonía fija y celular, servicio de cable e internet (cuádruple play). Esto concentra el poder de hacer y difundir la noticia en pocas manos, e imponen la verdad o la relatan de acuerdo con los intereses de estas supercompañías mediáticas.

En los últimos tiempos, los medios de comunicación, o por lo menos algunos de ellos, han transformado su discurso. La fake news (noticia falsa) ya no vende, la audiencia ha dejado de ser hipodérmica, para comenzar a cuestionar la información que recibe. Por ello, un proceso de transformación de cómo dar la noticia sin que se pierda la intención del medio de dañar o beneficiar intereses comenzó a circular. Hoy la noticia falaz no es tan redituable, más bien lo que se cuenta es parte de la verdad o una alternativa.

Cuando nos tomamos el tiempo de pasar del título al desarrollo de la noticia apreciamos cómo las cosas van tomando otro color. Como lo que pensábamos instantáneamente, cuando leíamos el título, se transforma y genera en nosotros una interpretación diferente. Por eso, siempre se recomienda que se lea la noticia en su totalidad y que, si se puede, se acceda a otros medios para poder terminar el cotejo. Desde las prácticas de consumo de información, acciones psicológicas de las masas hasta la economicidad del tiempo  de la calidad de contenidos son algunas de las principales razones de por qué un título mentiroso, engañoso, falaz o una práctica de posverdad tiene éxito. El saber es poder y el poder se ejerce desde la observación de Michel Foucault. La verdad es la versión que un grupo con poder y capacidad de instalarla busca que la sociedad crea. 

Hoy, los medios intentan mantener el monopolio del saber, de la noticia, del instante. Ese conocimiento les permite generar la noticia, la cual puede estar distorsionada según los intereses que tenga cada medio. El hecho puede ser uno solo, pero las verdades pueden ser múltiples según intereses e interpretantes haya. Por eso es que, también a través de medios y noticias, se disputa la instalación de sentido, más que de verdad. Generar sentido para el receptor es el éxito en la difusión de la noticia.    

Uno de los desafíos que se plantea a la sociedad es cómo hacer frente a las versiones y saber cuál es el hecho, cómo lograr obtener la verdad de los medios de comunicación, cómo saber cuándo nos mienten o nos dicen parte de la verdad. 

Eso lleva tiempo y dedicación, seguramente, algo que a gran parte de la sociedad le falta. Pero sí, efectivamente, existe una herramienta que se puede usar para llegar a la verdad y es la duda. Si ante cualquier información planteamos la duda, vamos a generar la posibilidad de llegar a la verdad. Sin dudar del discurso establecido, no hay certeza de que lo que sabemos sea realmente la verdad.

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